Skip to main content

Sé perfecto


11 de diciembre de 2017

La perfección existe o eso creen algunos. El rigor en el hábito, el análisis del último dato, la mejora sin fin, un 10 de nota tras un 10 de nota… Suena muy, muy bien… ¿Pero puede ser lo mejor, enemigo de lo bueno?

Hay unos cuantos peligros detrás de un anhelo desproporcionado de perfección: el estrés, el riesgo de frustración, la parálisis por el análisis, la ineficiencia… ¿La ineficiencia? Claro: se puede ser ineficiente si uno lo hace muy, muy bien, pero necesita mucho tiempo para hacerlo. O si lo hace para alguien, y ese alguien no necesita la perfección.

Este ladrón de tiempo, muy característico de personas controladoras y exigentes, genera intolerancia a los errores, lo que dificulta la toma de decisiones, incrementa los esfuerzos y ralentiza los mecanismos de seguimiento.

Nada más lejos de nuestra intención poner coto a esa sana inquietud por mejorar cada día, progresar, conseguir mejores resultados… Pero como con todos los excesos, convendremos en que hay que tener cuidado.

Si un bombero o un médico de urgencias siguiera en todo los casos, al 100%, el protocolo o rutina establecida, paradójicamente, podría poner vidas en peligro.

Si un joven, por buscar un 10 en un examen, estudia tanto que se queda “vacío” de energía, estará más cerca de sacarlo, pero también más cerca de suspensos en otras asignaturas.

Si un comercial elabora con tanto mimo una propuesta que no la entrega en hora al no estar perfecta, a lo mejor pierde el autobús del cliente.

Creemos que es necesario buscar también la eficiencia en la excelencia: revisar si la calidad óptima vale lo que cuesta. Si es así, adelante. Y asumamos las consecuencias.

Pero reflexionemos sobre si hay momentos en la vida en que lo que toca es avanzar aunque no las tenga todas conmigo. Aunque me falten datos, aunque quisiera saber más, aunque por avanzar, tropiece con una piedra.