Argumentos
La semana pasada tuvimos un curso para el desarrollo de la competencia Impacto e Influencia, con un grupo de profesionales que necesitan buenos recursos en este ámbito por el tipo de funciones y responsabilidades que ostentan.
Y una de las participantes, contó su caso personal. Es muy evidente, viéndola comunicarse, que le cuesta expresar argumentos sólidos, tanto por cómo los desarrolla como por cómo los expresa. Sin duda necesita (y lo estuvimos trabajando) establecer bases más sólidas sobre los que asentar sus ideas, puntos de vista, propuestas, peticiones, etc. Y sin duda, ha de mostrarse con más seguridad en sí misma para mejorar su capacidad de impacto.
Sin embargo ella se quejaba de que ante su jefe, no consigue expresar adecuadamente sus argumentos, aunque esto no signifique que no existen y su jefe (según ella lo cuenta) tiende a rebatir o rechazar por norma la validez de sus planteamientos. Esto lógicamente genera una situación incómoda que se convierte en un círculo vicioso, porque ante esa sensación de que sus argumentos no van a ser válidos para el otro, o van a ser rebatidos, ella cada vez los elabora menos y con menos confianza. Digamos que “da la batalla por perdida” de antemano.
Efectivamente, no siempre que una persona transmite inadecuadamente sus argumentos, significa que estos no existan, o que no sean válidos por la falta de seguridad de quienes los expresa.
Cuando profundizamos en el aula en el desarrollo de los argumentarios, esta participante puso encima de la mesa unas evidencias más que sólidas que fortalecían sus planteamientos. No era, por tanto, la inexistencia de motivos la que hacía que no ofreciera argumentos.
Entonces, la cuestión que lanzo es la siguiente. Para quien escucha los argumentos de otro, ¿el hecho de no recibir argumentos sólidos o que quién los transmite lo hace con inseguridad, es suficiente para descartar una propuesta?
En este mundo nuestro en que necesitamos seleccionar la información para no volvernos locos, obviamente la falta de solidez de una propuesta o la falta de seguridad de quien la traslada, pueden ser buenos motivos para rechazarla.
Pero ojo: porque con esta estrategia, podemos estar perdiendo oportunidades, en propuestas que pueden resultar muy interesantes para nosotros, pero que por cómo nos llegan, dejamos de lado.
Tal vez sería importante que fuéramos más cautelosos y comprensivos con aquellas personas que por diferentes motivos, tienen más dificultades para brillar. A veces sondeando solo un poco más, o estando abierto a ayudar al otro a elaborar sus argumentos, podemos encontrarnos con grandes sorpresas.
El mundo está cada vez más lleno de expertos en oratoria, que lucen y exigen lucimiento. Los no expertos en lograr ese brillo, no logran que sus ideas salgan del tintero. Y ahí se quedan. Pero eso es una pérdida para todos: para los que no las sacan del tintero, y para quienes se quedan sin ellas.