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Ático sin ascensor


12 de octubre de 2015

Cuando oímos la palabra ático, normalmente la asociamos a un espacio bajo la azotea de un edificio donde disponemos de muchos metros cuadrados, intimidad frente a los vecinos, vistas a la ciudad o el campo, temperatura cálida y mucha luz. Un ático a veces, suele tener un sobre coste frente a un piso del mismo edificio por estas variables que hemos mencionado anteriormente. Es probable, por tanto que para hacer frente a la compra de un ático, tengamos que estar dispuestos a asumir una hipoteca, seguramente mayor que la de nuestro vecino.

Esto lógicamente no puede hacerse sin ciertos sacrificios, un buen sueldo, probablemente algunas horas extras de trabajo y sin que la vida nos sonría… aunque sea un poco ¿y por qué  digo esto? Pues porque en la vida como en el trabajo, muchas veces tomamos decisiones sin pensarlas exahustivamente, sin planificarlas a largo plazo, sin tener preparados los planes de contingencia en caso de necesidad, sin “procedimentar” nuestro día a día y sin sacarle el mayor rendimiento a nuestras pertenencias. Y esto amigos, siempre tiene un precio.

Si te compras un ático y no has hecho los deberes previamente o la vida no te sonríe medianamente, puede que necesites un ascensor para bajar de él y empezar en un nuevo piso, más modesto.

Muchas veces nos hemos topado con situaciones a nivel empresarial en esta línea. Negocios que funcionan de manera muy rentable porque el mercado reclama sus productos o servicios, pero que se olvidan de hacer los deberes: crear o afianzar los pilares de su proyecto-empresa; procedimentar su gestión interna; que sus directivos aprendan a delegar; definir los puestos de trabajo y las competencias asociadas a estos; diseñar planes de contingencia por si vienen mal dadas… Y todo esto a veces nos ha llevado a presenciar algo que parece inconcebible y es, que es posible morir de éxito.

¿Por qué? porque en las mieles del éxito, del crecimiento, de la venta y el enriquecimiento, a veces no somos capaces de controlar los hechos ni el rumbo de nuestras empresas; no somos capaces de preparar a nuestro personal interno y de marcar directrices de negocio que nos preparen para adaptarnos a los cambios y sobrevivir a los caprichos del mercado.

Una buena comunicación interna, la definición de unos procedimientos departamentales, una correcta delegación, la gestión por competencias … son algunos ejemplos de las asignaturas pendientes que podemos ver en el día a día de las empresas. Y es que no todo es cuestión de rentabilidad y ventas, sino de conseguir organizaciones emocionalmente sostenibles y de que los equipos humanos que la conforman aporten valor y se comprometan con los proyectos.