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Contra la juventud


15 de octubre de 2020

Releo estos días Contra la juventud, el libro de Pablo D’Ors que cuenta la aventura de un aspirante a escritor llamado Eugen, en la sorprendente Praga tan fría como acogedora, que le ofrece tanto y tan poco de lo que buscaba.

Porque uno que busca, siempre encuentra, pero no siempre encuentra lo que busca. Y esto es algo que puede resultar desesperante. Algunos optan, para evitar esa desesperación, por la estrategia de “dejarse llevar”, sin buscar nada en concreto. Pero ello lleva a menudo a la sensación de estar dando palos de ciego, de recorrer la vida en círculos, y estar cada cierto tiempo en el mismo punto desde el que se empezó.

Como dice una de las máximas del oráculo de Delfos, la clave seguramente se encuentre en no elegir “nada en exceso”. Porque ni tener un puerto claro al que dirigirse es garantía de nada, ni tampoco va a permitirte disfrutar la vida al 100% el “let it be” que cantaban los Beatles.

Eugen sale de Alemania con la esperanza de encontrar en Praga los éxitos que busca. Inicia el camino lleno de energía, sin distinguir la utopía de la realidad. Llega con ganas de comerse el mundo, como tantos y tantos jóvenes que como él, creen que la vida que no se viva en la juventud, ya no se vivirá jamás.

Eugen no se encuentra con el éxito, pero se encuentra con muchas otras cosas. Se encuentra con las dudas, con los vaivenes emocionales, y también con nuevos caminos que ni siquiera imaginaba que existían. Gracias a esos encuentros inesperados, descubre muchas facetas de su ser que desconocía.

Y esa es, en nuestra opinión, el gran motivo por el que el movimiento, la búsqueda, es la estrategia adecuada para desarrollarse como individuo. Porque aunque nunca encuentres lo que busques, siempre encontrarás algo. Y en esos encuentros, surgirán preguntas, no siempre fáciles. Surgirán ideas, no siempre válidas. Surgirán emociones, no siempre dulces. Pero serán tuyas. Y te harán más fácil descubrir de qué trata la vida.