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La euforia del teletrabajo, otro ejemplo de cambio reactivo


28 de abril de 2020

¿Cuántas plataformas de videocoferencias nuevas has probado desde que entramos en el confinamiento?

La gran mayoría de los profesionales podríamos decir que ya nos movemos por ellas como si fueran nuestro ecosistema habitual. Es más, cada uno de nosotrxs podríamos hacer un webinar monográfico sobre el tema como usuarixs aventajadxs. Según los datos de Microsoft, las video reuniones on line están alcanzando 45.000 horas diarias en el mundo, un incremento del 200% desde mediados de marzo.

Más de una vez hemos pensado en estos días, ¿si ya estaban ahí, por qué no las usábamos? Posiblemente, nos hubiéramos evitado unos cuantos desplazamientos y las dificultades de convocatoria por incompatibilidades de agenda. ¡Qué fácil es hacerse esta pregunta ahora,  después de no haber tenido más remedio que probarlo!

Numerosos artículos en los últimos años han puesto en valor la capacidad de adaptación como un factor diferencial. Y si algo está demostrando el COVID-19, es nuestra capacidad de organización y aprendizaje ante una situación tan novedosa que muchos jamás hubiéramos imaginado vivir.

Pero una vez más se ha demostrado que el cambio reactivo es más habitual en nosotrxs que el proactivo, y que nuestra potencia para impulsar el cambio se incrementa significativamente cuando no hay más remedio porque la amenaza es demasiado grande.

Nos hemos adaptado rápido al teletrabajo y algunas organizaciones, poco abiertas, han descubierto que sus profesionales, estudiantes y otros colectivos, trabajan aunque no se les esté mirando; la “cultura de la presencia” se ha caído en un instante. El desbloqueo de una creencia tan asentada, indudablemente abre numerosas posibilidades al cambio en nuestras formas de trabajo. Ahora, el gran reto proactivo es analizar para qué y cuándo es apropiado.

Cuando se inician cambios novedosos con resultados rápidos, a veces hay una sensación de euforia o de excitación que nos puede llevar a pensar que son la panacea y a convertirlos en el modo habitual sin cuestionamiento. ¿Cómo influye el teletrabajo en la conciliación, la duración de la jornada laboral, la productividad, el consumo de recursos, el contacto humano,…? Son muchas las reflexiones y los estudios a poner encima de la mesa.

Que el teletrabajo ha tenido un impulso importante en nuestra sociedad con el confinamiento ya está demostrado. Si ha llegado para quedarse, lo demostrará el futuro.