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Lo que hago es vivir y lo que soy es vida


4 de junio de 2020

Uno de los primeros mensajes que escuché cuando entré en la universidad, y también uno de los últimos, hacía referencia al concepto de vocación. Durante el espacio de tiempo comprendido entre esos dos momentos estuve cinco años preguntándome cuál era mi vocación y la respuesta actual sigue siendo: no lo sé.

Así que voy a aprovechar este espacio para reflexionar sobre la idea de vocación. En un escáner rápido de mis recuerdos no tengo una clara constancia de haber pensado sobre mi vocación hasta que empecé la universidad. En mi infancia, declaraciones como “yo de mayor quiero ser” ya me resultaban complicadas. Durante mi adolescencia el dilema más cercano a la vocación fue el de elegir un itinerario académico: ciencias o letras. Y lo siguiente que recuerdo es bachillerato y un listado de carreras posibles junto a sus notas de corte. Con muy poca reflexión, información y experiencia vital me planté en una carrera universitaria en la que no encontré certezas sobre mi vocación. Y ahora, tras lo que yo considero un trabajo de reflexión e información significativo sigo sin tener certezas sobre ella.

Por otro lado, observo mi entorno y hablo con personas, mayoritariamente jóvenes como yo, que tampoco han definido su vocación y pienso “uff, no soy la única”. Como podéis interpretar no llevo muy bien no saber cuál es mi vocación. Una razón seguro que tiene que ver con mi vivencia de la incertidumbre, pero también creo que hay otra que tiene que ver con los mensajes sobre la vocación que llevo escuchando desde que empecé la universidad y la interpretación que he hecho sobre ellos: la vocación es sinónimo de plenitud vital e irremediablemente conduce al éxito profesional. Me he agarrado a esta definición como si fuera un axioma. Pienso que esto ha sido un error y una importante fuente de angustia.

Hace poco me plantearon la siguiente pregunta. Aviso: lee atentamente. ¿Qué pasaría si lo que eres fuera lo que has venido a hacer a este mundo? Mi respuesta inmediata fue: sentido. Es decir, si yo fuera lo que venido a hacer a este mundo lo que pasaría es que estaría llena de sentido. Sobre lo que soy y sobre lo que he venido a hacer a este mundo… me ha costado llegar a una conclusión, pero curiosamente sí tengo una respuesta, y quizás sea tan evidente, que por ello resulte una respuesta simple, pero para mí no lo es: lo que hago es vivir y lo que soy es vida. Y sobre mi vocación, ¿sabéis qué?, sigo sin saber cuál es y mi vida no ha dejado de tener sentido, aunque a veces mi cabeza llena de “no lo sé” me haya hecho creer que sí.