No se ha parado el mundo, funcionamos de forma diferente
¿Quién nos iba a decir a nosotros que nos encontraríamos mayoritariamente recluidos en casa, trabajando hasta la extenuación para cuidar a los enfermos, ideando iniciativas para cubrir las necesidades de los que tienen dificultades para salir de casa, promoviendo iniciativas de cánticos grupales, etc.? El COVID-19 nos ha llevado a todos a las escenas de una vida no imaginada hasta el momento. ¡Ni la mejor serie de ficción nos haría sentirnos protagonistas de forma tan vívida!
Esta serie de no ficción tiene otros dos protagonistas, la tecnología y un viaje al pasado.
¿Imagináis esta coyuntura sin las múltiples posibilidades de comunicación que ofrece la tecnología? Somos una especie social y la interacción es una necesidad básica para nosotros. ¡Esto lo tenemos cubierto! Si bien es cierto, la brecha tecnológica está haciendo que una parte de nosotros esté teniendo un doble aislamiento, el físico y el tecnológico. Tal vez, el acceso a la tecnología tras esta crisis nos haga catalogarla como necesidad básica para cualquier ciudadano.
Muchos de vosotros habréis leído el libro Sapiens de Harari. En él se describe una época anterior a la revolución agrícola, la que denomina revolución cognitiva, hace 70.000 años en la que los sapiens (nuestros abuelos más ancianitos) tuvieron que “hacer piña” porque físicamente eran mucho más vulnerables que las otras especies con las que compartían espacio. Esta revolución implicó nuevas formas de pensar y de comunicarnos por cambios en las conexiones cerebrales; un lenguaje de producción infinita donde surgió el “chismorreo” (importantísimo para conocer nuestro sistema social, por ejemplo, en quién se puede confiar y en quién no) y compartir información. Y una forma de pensamiento que nos permitió hacer ficción, crear mitos, o relatos como se ha popularizado el término; cuando un gran número de sapiens que no se conocen ente sí, comparten una idea pueden coopera con éxito y trabajar en equipo de forma organizada y colaborativa.
¿Nos suena esta última parte? Parece que el COVID-19 nos ha impulsado a muchos de nosotros a recordar que la colaboración y el alineamiento es nuestro diferencial como especie. Y que tenemos una capacidad adaptativa para cambiar de relato cuando es necesario, impresionante. Somos capaces de revisar rápidamente un comportamiento ante un entorno que cambia aceleradamente y transitar en cuestión de días, como nos ha ocurrido ahora, de un entorno competitivo a otro más colaborativo. La revolución cognitiva nos imprimió la huella de que un relato compartido nos hace más fuertes: #yomequedoencasa, #este virus lo paramos unidos, etc.
Tenemos muchos interrogantes por delante. Aquí va uno de ellos, ¿esta crisis nos llevará a poner en valor las alianzas para volver a poner a las personas y al planeta en el centro como promulga el ODS número 17? Tal vez, continuemos funcionando de forma diferente, como nos ha enseñado el COVID-19, y cambiemos el relato