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¡Qué empiecen los juegos del hambre!


26 de noviembre de 2019

Dolor de tripa, insomnio, cefaleas… Puede parecer el cuadro de alguien que debería ser diagnosticado por un médico. Sin embargo, son síntomas frecuentes de algunos estudiantes la noche previa a realizar un examen. Para muchos, un acontecimiento altamente estresante.

¿Qué influencia tienen los profesores en la generación de estrés? ¿Y las familias? ¿Son los profesores y las familias conscientes de lo que transmiten a alumnos e hijos? ¿Es necesaria tanta presión? Cada vez son más las noticias relacionadas con ansiedad en niños y jóvenes a causa de los estudios. Mucho esfuerzo, trabajo y preparación pueden caer en saco roto en cuestión de segundos por una mala gestión de las emociones.

Presentaré el lado oscuro de esta realidad. Recuerdo un profesor de historia en secundaria que repartía las correcciones de los exámenes de una manera muy teatral: nombraba a un alumno o alumna, en caso de aprobado levantaba el dedo pulgar y si el examen estaba suspenso lo giraba hacia abajo. ¡Los famosos emoticonos de las redes sociales! Una representación tan simbólica desde tiempos romanos. Y avanzamos a velocidades imparables…

Más adelante en bachillerato, una compañera abandonó un examen tras vivir un ataque de ansiedad que la hizo perder el conocimiento por unos segundos. El comentario del profesor al volver a clase fue el siguiente: “cuánto cuento…” Y hace un par de días, hablando con unos amigos de medicina que acababan de hacer un examen de sutura, me contaban cómo el profesor humillaba a un estudiante en medio del examen diciéndole que era imperdonable lo que estaba haciendo, qué nunca había visto algo igual.

Asimismo, muchos padres tienen una gran preocupación por el rendimiento académico de sus hijos. Lo que me parece muy normal. No obstante, ¿qué ocurre cuando las notas no son las esperadas? ¿Es efectivo regañar, castigar, comparar o infravalorar el resultado obtenido? ¿Eso hará que mejore en el futuro? Estas preguntas son una invitación al planteamiento de otras… ¿Y si ha habido un gran esfuerzo? ¿Qué pasa con su autoestima? ¿Estará estudiando adecuadamente? ¿Cómo puedo ayudarle a mejorar?

Profesores y padres del mundo, no os tiréis encima de mí si no os sentís representados. ¡Afortunadamente muchos no actuáis así! Hay planteamientos a los exámenes llenos de creatividad, diversión y respaldados desde casa con grandes dosis de motivación y seguridad. ¡Disfrutar del aprendizaje es básico para recordarlo! Si bien, es una pena que el potencial de una persona no termine de florecer debido a un riego improductivo, e incluso contraproductivo. De la misma manera, que los frutos de un estudiante impulsado a la mejora constante desde la retroalimentación positiva pueden ser increíbles.

No nos olvidemos de que “bien aprende el que buen maestro tiene”, y como solía repetir una profesora que tuve en la universidad “si el alumno no supera al maestro, ni es bueno el alumno; ni es bueno el maestro» Enseñar es un acto de amor.