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Etiqueta: asertividad

Lo que nos puede enseñar Operación Triunfo de comunicación

Una actuación perfecta, sin desafinar una nota, controlando cada paso al milímetro, sin salirse del círculo marcado, sin entrar demasiado en contacto con el público, no vaya a ser que haya que hacer algo fuera del guión. ¿Son estas las actuaciones que nos dejan sorprendidos, que nos hacen saltar del asiento y vibrar? Seguramente no. En muchos concursantes de Operación Triunfo lo hemos visto y los ejemplos son numerosos en el mundo artístico. Técnicamente impecables, con una voz capaz de llegar a cualquier límite. Y sin embargo, han terminado fuera de la academia o del mundo musical antes que otros cuyas voces tienen mucho que pulir. Al margen de favoritismos ¿Qué hay detrás de esto? ¿Qué podemos aprender para dar una ponencia, presentar nuestra startup, negociar con un cliente o formar?

En la comunicación buscamos conectar. La perfección absoluta y el excesivo control, lo técnico y profesional muchas veces nos alejan de ello. Queremos controlar cada palabra memorizada, como pasamos las diapositivas, si nos movemos hacia delante o hacia atrás, la posición de las manos, el tiempo exacto en el que terminamos… y nos olvidamos de sentirnos y sentir a otros. Nos olvidamos que la comunicación no son datos, sino emociones.

Se ven muchos casos de ejecutivos o autoridades en grandes eventos leyendo una hoja detrás del atril. Un papel escrito por otra persona en un lenguaje absolutamente profesional. Un papel que no sienten en primera persona. Sin levantar la vista, no vaya a ser que les distraigan, sin saltarse una palabra, no vaya a ser que no hayan memorizado bien. Y miras al lado y solo ves caras sin expresión. Jamás conseguiremos generar emociones así. Porque en el artista que choca las manos al público porque lo siente, en el formador que pregunta en lugar de afirmar, en el ejecutivo que se toma un bizcocho al ir a ver a su cliente o en el emprendedor que no sigue las diapositivas para contar una anécdota personal, hay falta de control total, si, pero también valentía y brillo, la única vía a la conexión. Y puede dar miedo generar interacción, debate y reflexión en un aula o en una ponencia porque se sale de la guía, es incierto y hay que saber improvisar y construir en base a sus repuestas. Puede dar miedo descolocar un aula y que no estén todos mirando la nuca del de enfrente porque hemos vivido desde niños haciendo lo mismo. Puede dar miedo dejar abierta una negociación porque nos han enfocado siempre al corto plazo. Puede dar miedo pero esta improvisación planificada es la que hará pasar de perfecto a emocionante. Y que el pitch de tu proyecto, la formación, la negociación o la ponencia realmente se absorban y lleguen a calar profundamente, generando algo más que un simple: ¡No ha desafinado nada!

Feedback de combate

El feedback es una actividad esencial en los procesos de aprendizaje. Es la oportunidad para ampliar la perspectiva: de saber cómo impactas en otros, de obtener información que puede ayudarte a enriquecer una idea…

Lamentablemente, en muchas ocasiones desechamos su valor, o lo relativizamos, tal vez porque el proceso de comunicación está mal construido (sentimos que nos atacan, tal vez porque de hecho nos atacan), o porque no damos autoridad a la persona que nos da el feedback.

En algunas ocasiones, también rechazamos el feedback por nuestra falta de disposición al aprendizaje, que a veces disfrazamos de argumentos, como nuestra fe en la idea y nuestra obligación a defender aquello en lo que creemos. Es lo que nos pasa cuando decimos “en realidad es envidia” o “él no sabe de lo que habla, no lo ha trabajado como yo”.
A menudo, convertimos los procesos de feedback en auténticos combates, en los que es mucho más importante legitimar nuestra idea que exprimir la opinión del otro. En algunas situaciones, esto entraña un grave riesgo, porque es realmente peligroso entrar en una “guerra” de argumentos para justificar y dar réplicas a las críticas que otros nos puedan hacer.

Máxime, si esos otros son nuestros clientes, nuestros responsables… Poco que ganar, mucho que perder.

Por supuesto, a veces el “cómo se dice” puede desvirtuar mucho el “qué se dice”. Un feedback mal dado puede generar un impacto emocional que hace mucho más difícil extraer un aprendizaje. Pero como receptores sería bueno, aun así, que separáramos el grano de la paja,  y extrajéramos aquella información que de hecho amplía nuestra visión de las cosas y por lo tanto, abre líneas de actuación.

No es obligatorio que cambiemos nuestro pensamiento o actuación ante el feedback que nos dan. Tampoco es necesario que nos quedemos callados, y obviemos nuestro punto de vista.

Por supuesto, si el feedback que recibimos supera los límites de la buena educación, puede convenir acortar el momento o incluso defender nuestra dignidad como personas.

Pero cambiar la oportunidad de aprendizaje que el feedback de otros nos proporciona, por la oportunidad de buscar la “victoria” en el combate de argumentos, es una práctica que lleva a pérdidas, nos enroca y nos impide crecer.

Complace

…Porque no hay nada más bonito que decir sí. Ni nada más antipático que decir no… ¿O sí? ¿O es más antipático que te comas las ineficiencias de otros, los fallos organizativos a los que no se ponen remedio o la vaguería flagrante?

Tal vez el ladrón del tiempo al que es más difícil atrapar es este “complace”, que se basa en la creencia de que hay que procurar agradar a todo el mundo, y que una negativa a una petición es una fuente de conflicto y malestar. Y así nos va: de marrón en marrón…

No digo que no lo sea… ¿Pero y el malestar de tener tu propia agenda sometida a los caprichos de los que me rodean o a su caos? ¿Hasta qué punto una persona ha de condicionar sus prioridades a las prioridades de los demás?

Al menos, sugerimos que se realice una especificación previa de unas “reglas del juego”, una clarificación “en equipo” de las prioridades y con ella, que se valide también la posibilidad de decir “no” sin que ello pueda suponer una fuente de malestar.

¡Ojo! Este ladrón a veces nos invade a nosotros mismos: ocurre cuando, por comodidad, decidimos hacer antes lo que nos apetece que lo que es importante, o requiere una energía de más calidad por nuestra parte. Si hacemos esto, y dejamos para cuando estamos más cansados las tareas más complejas, nuestro rendimiento será menor y por ello tendremos que dedicar más tiempo. Así opera este maldito ladrón.

Es importante “decir no”, cuando las propias prioridades están en peligro ante las demandas de los que me rodean. Y también tenemos que aprender a “decirnos no” a nosotros mismos, cuando descubrimos que nuestra agenda está diseñada a partir de nuestras apetencias, de las cosas que más nos gustan, y no de las necesidades energéticas de las diferentes tareas. Una tarea que exige nuestra mejor concentración, ha de estar situada en momentos en los que estoy fresco, me guste o no me guste.

Por supuesto, hay otro tema que es “cómo decir no” para no ofender, convirtiendo el mensaje en una oportunidad para desarrollar una relación, compartiendo opiniones y sentimientos de manera constructiva. Pero eso ya lo explicaremos en otro post.

 

Hablar para resolver conflictos

Es de uso común ese dicho de que “hablando se entiende la gente”. Pero en sí mismo, no es una máxima que podamos aplicar en todas las ocasiones.

De hecho, en circunstancia concretas, hablar no solo no tiene por qué servir para resolver un conflicto, sino que puede servir para lo contrario.

La actitud de las partes y la limpieza del canal de comunicación entre ellas, es decisiva para convertir a la comunicación en la herramienta para resolver los conflictos. Apuntamos algunas claves:

  • Cuando los interlocutores no se respetan, o no confían entre ellos, es difícil que puedan hablar con transparencia, y eso va a generar acuerdos, si es que se generan, que van a ser inciertos en cuanto a su calidad y sostenibilidad.
  • En muchas ocasiones, la ausencia de respeto entre las partes, más que la ausencia de confianza, puede dar lugar a espacios de comunicación muy “calientes”, en los que el foco de la conversación no está situado sobre el conflicto a resolver, sino sobre las cuitas entre los intervinientes. Eso ensucia el canal de comunicación y, en el peor de los casos, lo rompe. Y si no hay canal de comunicación abierto, no hay negociación posible.
  • Cuanto partimos de un histórico conflictivo, en el que las partes no han cumplido con sus compromisos, las bases de la comunicación están deterioradas, y solo a través de una reconstrucción de las mismas, la comunicación para el acuerdo será positiva.

En nuestra experiencia, los grandes gestores de conflictos, en cualquier ámbito de la vida, son personas respetadas y que respetan, y que son muy eficaces en el cuidado de las relaciones, independientemente de que no siempre logren acuerdos. Tienen una visión de largo plazo, que permite trabajar con la filosofía de que “si no puede ser hoy, tal vez pueda ser mañana”.

¿Hablando se entiende la gente? Sí, si hay respeto entre las partes y una relación de confianza mutua, que está por encima de los diferentes puntos de vista e intereses que puedan existir.

 

 

¿Sabemos comunicar de manera asertiva?

Antes de analizar nuestra forma de comunicarnos queremos detenernos a explicar brevemente el concepto de asertividad. Una palabra que sirve para designar una cualidad del ser humano que a priori se nos resiste y a veces es complicada de desarrollar.

Asertividad es la cualidad de una persona para desarrollar una estrategia de comunicación ubicada entre la pasividad y la agresividad.

Mediante la asertividad podemos comunicar de forma clara y precisa nuestras ideas, pensamientos, valores…haciéndolos prevalecer sobre los de nuestro interlocutor, pero son que éste se sienta agredido.

El liderazgo por ejemplo es una competencia que generalmente no se da sin la asertividad, ya que desde ella, es más fácil conducir o guiar a las personas que tenemos a nuestro cargo o a quienes sencillamente no tienen esta cualidad.

Pongámonos ante el típico ejemplo de alguien a quien se le encomienda el desempeño de una acción que no se contempla en su rol .  Esta persona tiene dos opciones: acepta el encargo a pesar del trastorno que puede suponer en su planificación o consecución de sus objetivos o bien de manera educada y clara, explica los motivos por los que rechaza esta propuesta y los argumenta desde hechos concretos.

Cuando tenemos clara nuestra visión del mundo y a dónde encaminamos nuestros pasos,  si además contamos con la habilidad para comunicarlo de forma asertiva, tendremos una buena parte del camino al éxito asegurado.

Al comunicarnos asertivamente estamos manifestando nuestro punto de vista y lo que queremos lograr sin temor alguno a ser juzgado.  La persona asertiva, exige lo que debe exigir desde el respeto a los demás.

Podemos concluir pues diciendo que, el ejercicio de la asertividad forja nuestro carácter y personalidad siempre y cuando se practique desde el respeto y la tolerancia a los demás.