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Etiqueta: autonocimiento

Lo que hago es vivir y lo que soy es vida

Uno de los primeros mensajes que escuché cuando entré en la universidad, y también uno de los últimos, hacía referencia al concepto de vocación. Durante el espacio de tiempo comprendido entre esos dos momentos estuve cinco años preguntándome cuál era mi vocación y la respuesta actual sigue siendo: no lo sé.

Así que voy a aprovechar este espacio para reflexionar sobre la idea de vocación. En un escáner rápido de mis recuerdos no tengo una clara constancia de haber pensado sobre mi vocación hasta que empecé la universidad. En mi infancia, declaraciones como “yo de mayor quiero ser” ya me resultaban complicadas. Durante mi adolescencia el dilema más cercano a la vocación fue el de elegir un itinerario académico: ciencias o letras. Y lo siguiente que recuerdo es bachillerato y un listado de carreras posibles junto a sus notas de corte. Con muy poca reflexión, información y experiencia vital me planté en una carrera universitaria en la que no encontré certezas sobre mi vocación. Y ahora, tras lo que yo considero un trabajo de reflexión e información significativo sigo sin tener certezas sobre ella.

Por otro lado, observo mi entorno y hablo con personas, mayoritariamente jóvenes como yo, que tampoco han definido su vocación y pienso “uff, no soy la única”. Como podéis interpretar no llevo muy bien no saber cuál es mi vocación. Una razón seguro que tiene que ver con mi vivencia de la incertidumbre, pero también creo que hay otra que tiene que ver con los mensajes sobre la vocación que llevo escuchando desde que empecé la universidad y la interpretación que he hecho sobre ellos: la vocación es sinónimo de plenitud vital e irremediablemente conduce al éxito profesional. Me he agarrado a esta definición como si fuera un axioma. Pienso que esto ha sido un error y una importante fuente de angustia.

Hace poco me plantearon la siguiente pregunta. Aviso: lee atentamente. ¿Qué pasaría si lo que eres fuera lo que has venido a hacer a este mundo? Mi respuesta inmediata fue: sentido. Es decir, si yo fuera lo que venido a hacer a este mundo lo que pasaría es que estaría llena de sentido. Sobre lo que soy y sobre lo que he venido a hacer a este mundo… me ha costado llegar a una conclusión, pero curiosamente sí tengo una respuesta, y quizás sea tan evidente, que por ello resulte una respuesta simple, pero para mí no lo es: lo que hago es vivir y lo que soy es vida. Y sobre mi vocación, ¿sabéis qué?, sigo sin saber cuál es y mi vida no ha dejado de tener sentido, aunque a veces mi cabeza llena de “no lo sé” me haya hecho creer que sí.

No pierdas el enfoque

Llega el 2019 y toca mirar atrás para descubrir la diferencia entre ese diciembre de hace un año y este. Hacer balance entre cenas y regalos.

Algunos sienten que este será su año, cuando por fin hagan todo eso que cada final de año se prometen, culpando al tiempo frenético de un año con poca emoción y sorpresas. Otros miran atrás y hacen balance en función de cuantos objetivos de esa lista interminable hay cumplidos. Porque parece que cuantos más “check” tengamos más potente ha sido. En ambos casos, es el tiempo nuestra cárcel. Unos, usándolo como gran excusa para no lanzarse, no actuar, no ser. Otros, como razón para vivir una aceleración constante sin porqués.

Corres de un proyecto a otro, de un objetivo a otro, de una cena a otra, pensando en tu meta como esa lista sin final escrita en cinco minutos. Corres persiguiendo el siguiente diciembre, intentando llegar a salvo de un sprint sin sentido. Corres en busca de una carrera profesional potente, con grandes puestos, como si la acumulación de títulos en esa hoja fuese a abrirte el sentido.

Pensando en la lista, los días y los puestos, te olvidas de buscar el enfoque. Te olvidas de encontrar qué es aquello que comparte todo lo que te mueve, cuál es la conexión que quieres que tengan tus experiencias. Por encima de la forma que tomen tus sueños, que irán cambiando mucho, focalízate en la intención que estos esconden. Porque es la manera de encontrar sentido en el cambio. No pierdas nunca el enfoque, el personal, porque lo demás cambiará. No pierdas hacia dónde quieres ir, el propósito, porque de ahí nacerán los proyectos y relaciones con sentido, las que te hagan seguir descubriendo lo importante. Esta intención vendrá a ti en los momentos mas duros, cuando no estés seguro si merece la pena. Y si aún no lo has encontrado, sigue moviéndote y conectando.

Ed Catmull, Confundador de Pixar, tuvo una experiencia a la mitad de su camino como emprendedor que le hizo darse cuenta de la importancia de este enfoque: “Durante veinte años mi vida había estado definida por el objetivo de realizar la primera película de animación por ordenador. Ahora el objetivo se había cumplido. Y tenía algo que solo puedo describir como un profundo sentimiento de pérdida. En tanto que director, sentía una perturbadora falta de objetivo. ¿Y ahora qué? Pixar estaba ahora en la bolsa y tenía éxito, pero había algo insatisfactorio en la perspectiva de limitarse a mantenerla en funcionamiento. Me supuso un problema inesperado crearme un nuevo sentido de misión».

Meses mas tarde, tras una interesante experiencia en equipo creando la película Bichos: una aventura en miniatura, lo descubrió: “Caí en la cuenta de que mi objetivo no era solo crear un estudio que realizase películas de éxito sino acoger a una cultura creativa que plantease e hiciese preguntas continuamente. Imaginar como generar un entorno creativo sostenible no fue una aspiración cualquiera”.

Tiempo invertido…éxito conseguido

Cuando comienzas a hacer una cosa nueva que sabes te va a suponer un esfuerzo, ¿cuál es tu actitud? ¿qué pensamientos se te vienen a la cabeza?

  • Comienzo a hacerlo y veo hasta dónde soy capaz de llegar…
  • A la mínima dificultad que encuentre lo dejo…
  • Aunque no lo logre, al menos lo habré intentado…
  • Si veo que no puedo, paro, me relajo, lo pienso bien o me entreno mejor y lo retomo…

¿Con qué premisa te identificas más? Es importante ante un nuevo reto, dedicar unos minutos a reflexionar si el tiempo que vamos a invertir en tratar de conseguirlo o los recursos que van a ser necesarios para ello nos van a merecer la pena, sea cuál sea el resultado que obtengamos.

¿Por qué? porque a veces nuestros comportamientos y decisiones, vienen condicionados por un montón de agentes externos y no somos conscientes de que esa realidad exterior nos lleva en una dirección que a veces no coincide con la que queremos para nosotros. Por eso es tan importante, dedicarse un tiempo para reflexionar concienzudamente, lo que de verdad quiero hacer, conociendo mis limitaciones, identificando mis prioridades, los recursos de que dispongo y sólo de ese modo, garantizar el éxito de mi decisión, a pesar de que la acción propuesta no llegue finalmente a ejecutarse, porque al menos, habrá sido una decisión tomada por mí, aceptando previamente el resultado que pueda venir, sea éste positivo o negativo.

¿Conoces quién te acompaña?

Es paradójica la cantidad de información que aprendemos de otros animales en nuestros estudios de primaria y secundaria, y lo poco que sabemos sobre comportamiento humano; parece que hasta que no llegamos a la vida adulta no se despierta el interés… Los avances de las ciencias sociales para aportar modelos e investigaciones que explican las pautas de actuación de las personas han traspasado el espacio de los especialistas y son cada vez más accesibles para cualquier profesional.  De hecho, un proceso de personal  training se inicia generalmente con un ejercicio de autoconocimiento.

Este ejercicio facilita enormemente los pasos posteriores porque da claridad a la persona sobre sus pautas de actuación habituales y da firmeza a los pilares sobre los que posteriormente se construyen los objetivos de entrenamiento. En nuestra experiencia, este ejercicio aunque puede generar recelo en un principio, es de las acciones más valoradas posteriormente. Tal vez, es porque necesitamos conocer a la persona que nos acompaña desde siempre, conocernos a nosotros mismos es descubrir las preferencias que nos impulsan y los miedos que nos frenan.

Nos gustaría compartir aquí, algunas de las actitudes características cuando se aborda el ejercicio de autoconocimiento:

  • El que descubre que es más normal de lo que pensaba”; hay personas que creen que lo que les pasa a ellos, no le sucede a nadie más. Es sorprendente lo que tranquiliza descubrir que siendo único como persona, algunas de nuestras actuaciones son compartidas con otros profesionales.
  • El que pone atención a sus fortalezas”; a los educados en el perfeccionismo como eslogan de vida, para quienes parece que solo existen los ámbitos de mejora, el ejercicio de autoconocimiento les permite poner un nuevo foco que ilumina los aspectos que le hacen destacar en su desempeño profesional.
  • El que se explica sus puntos ciegos sin dramatizar”; algunas personas parecen mostrar una seguridad en sí mismas desbordante, tan desbordante que no admiten ninguna crítica, cuestionamiento, o “pero” a alguna de sus actuaciones. Aceptar, sin drama, que no se es infalible suele ser un buen paso para mantener la autoestima saneada.
  • El que prefiere no conocer demasiado… hasta que se encuentra consigo mismo”; hay profesionales que les genera cierto miedo descubrir una imagen reflejada de sí mismos, como si al hablar consigo mismos fueran a encontrar un “lado oscuro”. Generalmente, cuanto más nos conocemos, más nos aceptamos y amamos a nosotros
  • El que confirma lo que ya intuía”; algunas personas se conocen muy bien a sí mismas, pero les da seguridad confirmar con una especialista ese conocimiento, es como si esas intuiciones ganasen objetividad.

Un ejercicio de autoconocimiento es un buen punto de partida en el personal training, ¿se puede evolucionar, asumir retos, mejorar… sin saber quién eres? Es como querer optimizar el funcionamiento de un equipo informático del que no se conoce el software.

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¿Cuándo y dónde empieza la gestión de los Recursos Humanos?

A menudo me hago esta pregunta, sobre todo ahora que tengo la oportunidad de relacionarme no sólo con el entorno empresarial, sino también con el universitario y el de colegios.

Hasta este momento no tenía ninguna duda. Daba por hecho que en las empresas debía gestionarse sí o sí el capital humano, el talento, los procesos, los procedimientos internos…en definitiva las personas, y trabajar así asuntos de base como son la definición de puestos, las competencias asociadas a ellos y establecer políticas de selección, formación evaluación y retribución, sin plantearme antes una necesidad más temprana.

Pero cuando a veces, delante de profesionales hechos y derechos, con cualidades técnicas inmejorables, tenemos que trabajar determinadas competencias que pueden parecer de «cajón», nos rasgamos las vestiduras. ¿Cómo es posible que un genio o una persona con talento no termine de brillar porque le faltan competencias como la capacidad de trabajar en equipo, la asertividad o la empatía?, ¿esto no puede evitarse o prevenirse?

Hoy creo que puedo aportar una respuesta a esta cuestión. Nadie nos enseña a trabajar estas habilidades hasta que llegamos al entorno empresarial y a veces, ni eso. Y mientras tanto, ¿este gap hasta mi inmersión en el mundo adulto quiere decir que mi vida como niño o como adolescente no requiere de la puesta en práctica de éstas y otras habilidades? Indudablemente no. Creo firmemente que desde que nacemos y hasta que nos morimos, aunque somos seres individuales, vivimos en sociedad y esto requiere idealmente de unos recursos que toda persona tiene o debería tener más o menos trabajados para convivir exitosamente con las personas que nos rodean. Pero como nadie nace sabiendo ( o casi nadie) es necesario que nos guíen y el camino debería empezar en los propios colegios. Allí tenemos nuestras primeras ocasiones para sentir empatía, para liderar proyectos, para ser asertivo, para reconocer nuestras fortalezas, nuestras debilidades. Y el camino continúa después en la universidad o en la formación profesional, donde indudablemente nos preparan con unos conocimientos en su mayoría técnicos, hacia el mundo profesional.

Pues bien, si queremos profesionales competentes, eficientes, preparados… debemos comenzar a guiar sus caminos desde bien temprano. Es necesario suscitar el interés, la inquietud por saber, la capacidad de automotivarse, de conocerse y de aprender a relacionarse con los otros y con el entorno en edades tempranas y consolidar en nuestra juventud, todo ese descubrimiento y aprendizaje para llegar a ser profesionales preparados que se reciclen y mejoren sus competencias con el paso del tiempo.

El camino es largo y la responsabilidad de todos…¿damos un primer paso?