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Etiqueta: confianza

Sobre la confianza

No digo nada nuevo si afirmo que la confianza es el pilar sobre el que se asientan las relaciones en las que se producen procesos de feedback fluidos y nutritivos. Y tampoco descubro la rueda si digo que la confianza se genera desde la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace, desde el cumplimiento de los compromisos y la honestidad.

José María Gasalla, uno de los mayores expertos españoles en el tema y que ha escrito mucho sobre ello, afirma que un comportamiento clave para construir confianza es expresar lo que uno espera del otro, aclarar las expectativas, para evitar que se produzcan frustraciones y, a la postre, desconfianza. La claridad, genera confianza, aunque a veces, esa claridad “duela”.

Por esto que comentamos, en Dynamis creemos mucho en el poder de las dinámicas de team building, al comienzo de las relaciones de un grupo de personas que van a trabajar juntas, o en situaciones de conflicto en las que quizás se ha perdido la confianza.

Son espacios conversacionales muy potentes, que ayudan a las personas a romper el hielo, a saber quién es quién, qué se puede esperar de los demás. En muchos casos hasta se crea una alianza, un conjunto de reglas del juego para el grupo, que al estar diseñado por todos, tiene mayores posibilidades de cumplimiento deseado y no impuesto.

No son las reglas las que generan confianza. Quizás las reglas ayuden a disminuir la incertidumbre o dicho de otra forma, la desconfianza.

Lo que genera confianza son las conversaciones, las declaraciones que se convierten en compromisos y después en comportamientos.

Invertir en confianza es valor seguro: en darla y buscarla. Cuando los equipos están naciendo o fluyen con naturalidad, la confianza permite la generación de más sinergias a partir de una aportación más rica de ideas. Cuando los equipos están en conflicto, permiten la restauración de canales de comunicación que seguramente estén dañados. Y con ello, la expresión y la escucha, a veces dolorosa, que permite la limpieza de la herida y la posterior cicatrización.

Argumentos

La semana pasada tuvimos un curso para el desarrollo de la competencia Impacto e Influencia, con un grupo de profesionales que necesitan buenos recursos en este ámbito por el tipo de funciones y responsabilidades que ostentan.

Y una de las participantes, contó su caso personal. Es muy evidente, viéndola comunicarse, que le cuesta expresar argumentos sólidos, tanto por cómo los desarrolla como por cómo los expresa. Sin duda necesita (y lo estuvimos trabajando) establecer bases más sólidas sobre los que asentar sus ideas, puntos de vista, propuestas, peticiones, etc. Y sin duda, ha de mostrarse con más seguridad en sí misma para mejorar su capacidad de impacto.

Sin embargo ella se quejaba de que ante su jefe, no consigue expresar adecuadamente sus argumentos, aunque esto no signifique que no existen y su jefe (según ella lo cuenta) tiende a rebatir o rechazar por norma la validez de sus planteamientos. Esto lógicamente genera una situación incómoda que se convierte en un círculo vicioso, porque ante esa sensación de que sus argumentos no van a ser válidos para el otro, o van a ser rebatidos, ella cada vez los elabora menos y con menos confianza. Digamos que “da la batalla por perdida” de antemano.

Efectivamente, no siempre que una persona transmite inadecuadamente sus argumentos, significa que estos no existan, o que no sean válidos por la falta de seguridad de quienes los expresa.

Cuando profundizamos en el aula en el desarrollo de los argumentarios, esta participante puso encima de la mesa unas evidencias más que sólidas que fortalecían sus planteamientos. No era, por tanto, la inexistencia de motivos la que hacía que no ofreciera argumentos.

Entonces, la cuestión que lanzo es la siguiente. Para quien escucha los argumentos de otro, ¿el hecho de no recibir argumentos sólidos o que quién los transmite lo hace con inseguridad, es suficiente para descartar una propuesta?

En este mundo nuestro en que necesitamos seleccionar la información para no volvernos locos, obviamente la falta de solidez de una propuesta o la falta de seguridad de quien la traslada, pueden ser buenos motivos para rechazarla.

Pero ojo: porque con esta estrategia, podemos estar perdiendo oportunidades, en propuestas que pueden resultar muy interesantes para nosotros, pero que por cómo nos llegan, dejamos de lado.

Tal vez sería importante que fuéramos más cautelosos y comprensivos con aquellas personas que por diferentes motivos, tienen más dificultades para brillar. A veces sondeando solo un poco más, o estando abierto a ayudar al otro a elaborar sus argumentos, podemos encontrarnos con grandes sorpresas.

El mundo está cada vez más lleno de expertos en oratoria, que lucen y exigen lucimiento. Los no expertos en lograr ese brillo, no logran que sus ideas salgan del tintero. Y ahí se quedan. Pero eso es una pérdida para todos: para los que no las sacan del tintero, y para quienes se quedan sin ellas.

 

 

 

 

 

 

 

¿Puedo descubrir y desarrollar mi potencial?

Existen algunas personas que a lo largo de su vida o su trayectoria profesional se lamentan porque dicen o creen no haber descubierto su talento, su capacidad para hacer, su potencial para crear o desarrollar. Para descubrir aquello de lo que cada uno es capaz, son necesarias algunas premisas de partida que conviene recordar.

  1. Creer en uno mismo o en las personas que forman nuestros equipos de trabajo

Recordemos la historia de Ben Carlson, el que fuera precandidato republicano y que inspiró la película «Manos Milagrosas». Un neurólogo que saltó a la fama 1987 cuando logró separar con éxito y por primera vez en la historia a dos bebés siameses.

Carlson fue un mal alumno en su infancia y creció en barrios desfavorecidos de Detroit y Boston. Sin embargo el empeño de su madre porque leyera dos libros a la semana y el respaldo de uno de sus profesores que creyó en él, despertó en Carlson todo el potencial que años después lo lanzó a la fama.

En ocasiones, no basta con que otros crean en nosotros, el primer paso es que uno crea en sí mismo y en lo que puede dar o llegar a dar.

Existe muchas veces un símil entre la vida escolar y la profesional, cuando el maestro (que no profesor) consigue dotar de sentido el aprendizaje o cuando el líder es capaz de dibujar aquello que va a emocionar y por tanto a movilizar a su equipo de trabajo. En cualquiera de las dos circunstancias, las personas encuentran el porqué para activarse y moverse.

 

  1. Descubrir dónde puedes brillar

Un punto clave para conseguir descubrir y desarrollar nuestro potencial, es cuando conseguimos descubrir cuál es el vértice del triángulo que forman estas tres premisas básicas:

  • Qué es importante para mí
  • Qué me gusta hacer o me proporciona placer
  • En qué destaco o soy bueno
  1. Aprender del fracaso y aceptarlo como parte de nuestro desarrollo

Normalmente los grandes éxitos vienen detrás de numerosos fracasos. Debemos estar dispuestos a ello, sabiendo que éstos, nos acercan al sitio donde queremos llegar. Esto no siempre es posible, dado que no todas las empresas son capaces de proporcionar esa sensación de que «no pasa nada» si te equivocas o fracasas.

  1. Trabajar nuestra resiliencia

Si los padres de un niño que empieza a caminar, no dejan que éste caiga y se vuelva a levantar probablemente el niño no aprenderá que tiene la capacidad de enmendar su error y que la repetición le llevará a tener éxito. Las consecuencias de que las cosas sean fáciles a corto plazo, pueden traernos consecuencias negativas a largo plazo. Debemos aprender a salir fortalecidos de nuestros fracasos, para seguir intentándolo.

  1. Generar rutinas

De nada me sirve saber la teoría para patinar, sino me pongo a practicarlo. Nuestro cerebro se modela a través de repeticiones y de rutinas, también de pensamiento. Solo de este modo podremos educar nuestras emociones, que son clave para la acción.

  1. Aceptarse y trabajar el pensamiento positivo.

Aceptarnos significa querernos con nuestras virtudes y defectos, trabajando por y para nosotros, creyendo en lo que hacemos sin pensar en lo que otros pensarán sobre ello o sobre nosotros mismos. Solo cuando alineamos nuestro ser con nuestro hacer visualizando lo positivo de cada momento y acción, estaremos segregando endorfinas que harán que aflore nuestra capacidad para crear, para innovar y saldrá a la luz nuestro potencial.