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Etiqueta: emociones

¿Dónde mueren tus sueños?

En un lugar llamado miedo, o eso dicen.

¿Cuántas cosas has dejado de hacer por miedo? Miedo a fallar, a no estar a la altura, miedo al ridículo o al rechazo, miedo al cambio… Hay tantas razones para sentir miedo y no atreverse…

Sin embargo, ¿somos conscientes de la cantidad de cosas que estamos dejando atrás en el camino por el miedo? Tener miedo no es malo, es natural. Tener miedo es algo que posiblemente te va a acompañar a lo largo de toda tu vida, la clave está en aprender a gestionarlo.

Si quieres desarrollar tu talento y crecer profesionalmente, no puedes quedarte parado. No huyas  y enfréntate a lo que te hace sentir miedo, aquello que está haciendo que dejes cosas atrás.

Es normal que al empezar una nueva carrera, salir de la universidad, comenzar nuestro primer trabajo, o cambiar de puesto nos surja el miedo. Lo desconocido puede asustar.  Pero es un sentimiento natural que tenemos los humanos.

Algunos consejos prácticos podrían ser:

  • Admite tus miedos. No es algo raro ni malo. Todos tenemos miedo en algún momento ¡No eres el único!
  • No te avergüences por sentir miedo.
  • Piensa en qué sería lo peor que te podría pasar. La realidad es que el mundo no se acabará por la decisión y el paso que tomes.
  • Atrévete y lánzate a hacerlo. Busca información, interésate o pide consejo a las personas de tu alrededor. Probablemente esto mitigue tu sensación de miedo y te ayude a dar el paso.

Y no dejes de hacer algo simplemente por el hecho de que te asuste dar el paso. Recuerda que  “todo lo que quieres está en el otro lado del miedo”

¿Puedo descubrir y desarrollar mi potencial?

Existen algunas personas que a lo largo de su vida o su trayectoria profesional se lamentan porque dicen o creen no haber descubierto su talento, su capacidad para hacer, su potencial para crear o desarrollar. Para descubrir aquello de lo que cada uno es capaz, son necesarias algunas premisas de partida que conviene recordar.

  1. Creer en uno mismo o en las personas que forman nuestros equipos de trabajo

Recordemos la historia de Ben Carlson, el que fuera precandidato republicano y que inspiró la película «Manos Milagrosas». Un neurólogo que saltó a la fama 1987 cuando logró separar con éxito y por primera vez en la historia a dos bebés siameses.

Carlson fue un mal alumno en su infancia y creció en barrios desfavorecidos de Detroit y Boston. Sin embargo el empeño de su madre porque leyera dos libros a la semana y el respaldo de uno de sus profesores que creyó en él, despertó en Carlson todo el potencial que años después lo lanzó a la fama.

En ocasiones, no basta con que otros crean en nosotros, el primer paso es que uno crea en sí mismo y en lo que puede dar o llegar a dar.

Existe muchas veces un símil entre la vida escolar y la profesional, cuando el maestro (que no profesor) consigue dotar de sentido el aprendizaje o cuando el líder es capaz de dibujar aquello que va a emocionar y por tanto a movilizar a su equipo de trabajo. En cualquiera de las dos circunstancias, las personas encuentran el porqué para activarse y moverse.

 

  1. Descubrir dónde puedes brillar

Un punto clave para conseguir descubrir y desarrollar nuestro potencial, es cuando conseguimos descubrir cuál es el vértice del triángulo que forman estas tres premisas básicas:

  • Qué es importante para mí
  • Qué me gusta hacer o me proporciona placer
  • En qué destaco o soy bueno
  1. Aprender del fracaso y aceptarlo como parte de nuestro desarrollo

Normalmente los grandes éxitos vienen detrás de numerosos fracasos. Debemos estar dispuestos a ello, sabiendo que éstos, nos acercan al sitio donde queremos llegar. Esto no siempre es posible, dado que no todas las empresas son capaces de proporcionar esa sensación de que «no pasa nada» si te equivocas o fracasas.

  1. Trabajar nuestra resiliencia

Si los padres de un niño que empieza a caminar, no dejan que éste caiga y se vuelva a levantar probablemente el niño no aprenderá que tiene la capacidad de enmendar su error y que la repetición le llevará a tener éxito. Las consecuencias de que las cosas sean fáciles a corto plazo, pueden traernos consecuencias negativas a largo plazo. Debemos aprender a salir fortalecidos de nuestros fracasos, para seguir intentándolo.

  1. Generar rutinas

De nada me sirve saber la teoría para patinar, sino me pongo a practicarlo. Nuestro cerebro se modela a través de repeticiones y de rutinas, también de pensamiento. Solo de este modo podremos educar nuestras emociones, que son clave para la acción.

  1. Aceptarse y trabajar el pensamiento positivo.

Aceptarnos significa querernos con nuestras virtudes y defectos, trabajando por y para nosotros, creyendo en lo que hacemos sin pensar en lo que otros pensarán sobre ello o sobre nosotros mismos. Solo cuando alineamos nuestro ser con nuestro hacer visualizando lo positivo de cada momento y acción, estaremos segregando endorfinas que harán que aflore nuestra capacidad para crear, para innovar y saldrá a la luz nuestro potencial.

 

Complace

…Porque no hay nada más bonito que decir sí. Ni nada más antipático que decir no… ¿O sí? ¿O es más antipático que te comas las ineficiencias de otros, los fallos organizativos a los que no se ponen remedio o la vaguería flagrante?

Tal vez el ladrón del tiempo al que es más difícil atrapar es este “complace”, que se basa en la creencia de que hay que procurar agradar a todo el mundo, y que una negativa a una petición es una fuente de conflicto y malestar. Y así nos va: de marrón en marrón…

No digo que no lo sea… ¿Pero y el malestar de tener tu propia agenda sometida a los caprichos de los que me rodean o a su caos? ¿Hasta qué punto una persona ha de condicionar sus prioridades a las prioridades de los demás?

Al menos, sugerimos que se realice una especificación previa de unas “reglas del juego”, una clarificación “en equipo” de las prioridades y con ella, que se valide también la posibilidad de decir “no” sin que ello pueda suponer una fuente de malestar.

¡Ojo! Este ladrón a veces nos invade a nosotros mismos: ocurre cuando, por comodidad, decidimos hacer antes lo que nos apetece que lo que es importante, o requiere una energía de más calidad por nuestra parte. Si hacemos esto, y dejamos para cuando estamos más cansados las tareas más complejas, nuestro rendimiento será menor y por ello tendremos que dedicar más tiempo. Así opera este maldito ladrón.

Es importante “decir no”, cuando las propias prioridades están en peligro ante las demandas de los que me rodean. Y también tenemos que aprender a “decirnos no” a nosotros mismos, cuando descubrimos que nuestra agenda está diseñada a partir de nuestras apetencias, de las cosas que más nos gustan, y no de las necesidades energéticas de las diferentes tareas. Una tarea que exige nuestra mejor concentración, ha de estar situada en momentos en los que estoy fresco, me guste o no me guste.

Por supuesto, hay otro tema que es “cómo decir no” para no ofender, convirtiendo el mensaje en una oportunidad para desarrollar una relación, compartiendo opiniones y sentimientos de manera constructiva. Pero eso ya lo explicaremos en otro post.