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Etiqueta: esfuerzo

El esfuerzo en un nuevo contexto

Ya desde hace tiempo se escucha que las generaciones jóvenes han perdido el sentido del esfuerzo. Como joven habitante del mundo, me he hecho varias preguntas: ¿qué es el esfuerzo? ¿es cierto que los jóvenes de hoy no lo tenemos? Si es así, ¿por qué? ¿es algo social o genético? Y partiendo de esto, he reflexionado sobre varios aspectos.

Antes de la hiperconexión, era mucho más sencillo dedicarse a un único proyecto. Y no es que fuese sencillo en sí, sino que las opciones – y por tanto la elección – eran bastante limitadas. Elegíamos una profesión quizá porque no existía otra en el pueblo en el que vivíamos o porque no había nadie que nos ofreciese otra formación. Así que, una vez establecido el destino, el camino era claro: dedicarse el resto de la vida y poner todos nuestros esfuerzos en aquello que habíamos elegido (o que nos había tocado elegir).

Pero el contexto ha cambiado. Por suerte, el abanico de oportunidades es cada vez más y más amplio. Como consecuencia, somos más multidisciplinares y menos especializados. Pero al elegir, el bombardeo de opciones no cesa, lo que nos lleva a sentir que siempre nos estamos perdiendo algo, que podríamos estar mejor en otro sitio. Entonces llenamos nuestras agendas de proyectos y dedicamos un poquito de nosotros a todos ellos. Es común ver a jóvenes inmersos simultáneamente en varios proyectos diferentes: voluntariados, asociaciones universitarias, clubes de deporte, grupos de debate, pintura o emprendimiento. Pero dedicándonos a mucho, es frecuente que no terminemos aquello que empezamos (porque el tiempo, ya saben, es limitado). Y quizá sea ese deseo de vivir el mundo en toda su amplitud lo que se está concibiendo como falta de esfuerzo.

Sucede también que acabamos abandonando proyectos porque, observadores del mundo, identificamos algo con lo que nos sentimos más motivados. No solo al cerebro humano le gustan la novedad y el cambio, sino que, además, está de moda pensar que si logramos estar motivados, podremos con todo. La receta parece sencilla, pero la realidad es compleja: ¿podemos de verdad con todo? ¿qué pasa cuando no estoy motivado? Cada vez que aquello a lo que nos dedicamos deja de ser novedad, la motivación se desvanece. Entonces, lo que hace falta es perseverar. ¿Qué pasaría si dejásemos de confiar en la motivación y nos entrenáramos en la perseverancia? ¿Y si probáramos a sumergirnos en las profundidades de algo en vez de explorar a lo ancho?

Sobre esto, quizás las generaciones anteriores tengan algo que contarnos. Me da la sensación de que vemos las diferencias intergeneracionales como una guerra, y por lo tanto, luchamos siempre por establecer un ganador y un perdedor. Pero ¿y si lo intentamos ver como un baile? Deberemos entonces coordinarnos, dar nuestros mejores pasos, tener en cuenta al que baila a nuestro lado. Empecemos por establecer las reglas del baile: preguntémonos qué consideramos esfuerzo, analicemos los contextos y los cambios que nos han tocado y estamos viviendo. Una vez establecidas las reglas, comencemos a bailar. Entonces solamente quedará perseverar.

Esfuérzate

Ganarás el pan con el sudor de tu frente. Es un potente eslogan mil veces escuchado en determinados contextos educativos, a lo largo de muchos años. Traducido: cuanto más curras, más contento tienes que estar. Así que échale horas. Riza el rizo. No te vayas a casa si no estás cansado. O incluso aunque lo estés, sigue trabajando también. Y a trabajar aunque estés enfermo, que lo contrario es de cobardes.

Los españoles seguimos en la cola de los países menos eficientes de Europa. Algo falla en la maquinaria, porque tenemos talento y experiencia equivalente al de otros países, pero nos cunde menos. Largas jornadas de trabajo, largas comidas, largos periodos ante el televisor antes de acostarse… Seguramente, todo influye. También nuestra cultura, más relacional y más soleada que otras.

El caso es que la ciencia ya ha demostrado por activa y por pasiva todos los ritmos circadianos y biorritmos posibles. Nos enseña que los niveles de rendimiento óptimos se producen en horas determinadas, y con pautas específicas de alimentación y descanso. Pero “dar el callo” es lo que mola, sobre todo en algunos segmentos empresariales. Así que venga: jornadas interminables, con esfuerzos que todos miran pero no siempre se valoran: cansancio, estrés, desmotivación…

Es curioso cómo paradigmas que tienen buena pinta: “esfuérzate para lograr lo que te propongas”, se desvirtúan y se convierten en: “trabaja mucho para que nadie (ni tú mismo) te pueda reprochar que no te vacías”.

En cambio, todos tenemos claro, con matices, que si mi equipo se esfuerza mucho, pero no gana, el año que viene nos vamos a segunda división. Por supuesto que es difícil ganar si no te esfuerzas, pero no es difícil perder, aunque te esfuerces. Porque muchos se esfuerzan.

Valoro el esfuerzo, pero mejor si nos sirve para no irnos a segunda. Ello implica racionalizarlo, estudiarlo. Entender cómo hacerlo productivo. Descansar después de él, para poder repetirlo al día siguiente. Echar buena gasolina al depósito, para poder alimentar los caballos del motor.

Con este último ladrón del tiempo que identificó Taibi Kahler, cerramos una serie de cinco posts sobre estos usurpadores: APRESÚRATE, COMPLACE, SÉ FUERTE, SÉ PERFECTO, ESFUÉRZATE. ¿Cuál es el tuyo? Atrápalo y conseguirás que tu energía personal esté mejor aprovechada y dirigida al logro de tus propósitos.