Skip to main content

Etiqueta: facebook

Cine para pensar: La red social (2010)

¿Startup? Últimamente cada vez que se habla con un joven emprendedor, es habitual encontrarse con la frase mágica: “estoy montando una startup”. ¿Qué tendrán las startups para ser tan atractivas?, ¿cuántas de las que así son denominadas, lo son de verdad?

La tecnología también ha revolucionado el emprendimiento y un buen ejemplo es la historia de Facebook descrita en la película, “La red social”. Dicha película además de presentar con bastante detalle al creador de Facebook, Mark Zuckerberg, describe cómo se va gestando la idea y los avatares de su origen. Esta película es un buen ejemplo para conocer realmente qué es una startup.

Una startup tiene, si todo va bien, una vida muy corta; son ideas de negocio innovadoras que están arrancando, que se apoyan en la tecnología y que buscan un rápido impacto empresarial. La startup dejará de estar en esta categoría cuando su idea se haga sostenible y deje de ser un proyecto emergente.

Este tipo de emprendimiento tiene unas características diferenciales muy marcadas por su soporte tecnológico.

La tecnología ha “roto” las fronteras físicas y ha acelerado las comunicaciones hasta convertirlas en instantáneas. Este es parte del “secreto” para que el impacto empresarial sea tan veloz.

En “La red social”, los relojes no marcan la hora sino el número de seguidores conseguidos; el éxito de la idea está directamente asociado al crecimiento exponencial de su impacto social. No importan los beneficios económicos a corto plazo, el objetivo es conseguir capital social aceleradamente. Una startup o triunfa con una potente base de usuarios o muere…

Paradójicamente, Facebook se apoya en estrategias comerciales tradicionales, la prescripción entre estudiantes o la exclusividad de acceso como factores de atracción. El valor de la tecnología es conseguir que estas estrategias incrementen sus resultados en el espacio y en el tiempo.

Pero una startup no es sólo crecimiento acelerado; el otro pilar de una startup es la idea innovadora. En esto el emprendimiento no ha cambiado. Las startups que triunfan suelen dar respuesta a una necesidad aportando un valor no conocido hasta el momento. Facebook logró cambiar la forma de relacionarse y de compartir información personal en los campus de Harvard. La idea era demasiado buena como para que no superase fronteras rápidamente y se extendiese a otros grupos sociales…

En esta misma línea, la figura del emprendedor sigue manteniendo esas ganas de “hacer algo importante” y de estar “obsesionado” con su idea, como Mark Zuckerberg afirma en “La red social”.

Una startup requiere una base tecnológica y ese es parte de su impulso, pero sin una buena idea y un emprendedor con talento, el impulso se quedará en “saltito”.

Estar o no estar, ¿esa es la cuestión?

Una persona, rara quizás, podría querer vivir en una tierra sin árboles. Pero si quiere llevar a la realidad sus deseos, va a tener que cambiarse de planeta. Naturalmente, puede decidir vivir como si no existieran, pero si estamos en pleno verano, con 40 grados a la sombra y estoy al borde de la deshidratación, no cobijarse en ese árbol solitario que se ve allá a lo lejos, parece una temeridad.

Todavía muchos nos seguimos preguntando si queremos o no queremos estar en facebook, en linkedin… Si queremos tener whatsapp o telegram o no…

Sin duda, a quien tiene un árbol en el jardín y sus raíces están fastidiando las tuberías, como le ocurre a mi cuñado, los árboles son un mal invento… Pero igual que, salvo los más raros, no cuestionan su razón de ser, las nuevas tecnologías y nos nuevos canales de comunicación tienen un sentido, tanto más claro cuanto global sea nuestro mundo.

Una de las principales críticas que se realizan a los nuevos canales de comunicación es que ponen en peligro los contactos considerados más “humanos”: una cita, una reunión, una llamada de teléfono… (Naturalmente, las llamadas de teléfono también podrían ser consideradas por los más puristas como una alienación del hombre…)

Yo tiendo a pensar que las nuevas tecnologías y los nuevos canales de comunicación, lejos de poner en peligro las relaciones sociales, son fortalecidas por ellas y permiten convertir nuestras vidas en más eficientes. Porque podemos estar conectados con más gente, que está más lejos, más rápido. Incluso los más críticos, no desaprovechan una llamada de skype para conectar con un hijo que se ha ido de Erasmus a estudiar…

Las redes sociales o el ya ultraconocido whatsapp, no impiden que podamos encontrarnos físicamente con alguien. Esa es una decisión que podemos seguir tomando. Pero si encontrarme con alguien me obliga a recorrer grandes distancias o a perder mucho tiempo, lo que puede ocurrir es que esas relaciones sean cada vez más frías hasta que, tal vez, desaparezcan. Por ello, aunque pueda parecer una contradicción, yo considero que estos “fríos” canales de comunicación, calientan relaciones que podrían estar en peligro si no existieran.

Naturalmente, luego está el problema del uso que se da a las herramientas… A todas… Y qué duda cabe que estas nuevas tecnologías son utilizadas de forma muy lamentable por las personas… Pero no culpemos al martillo de clavar mal el clavo.

Y luego está el “tsunami” que todo lo arrastra… Las nuevas generaciones… Es y será cada vez más difícil comunicarnos con ellas de una manera eficaz si no somos capaces de manejar sus canales de comunicación, nos gusten más o menos…

En Dynamis lo sabemos bien: en un proyecto dirigido a universitarios, que tiene como objetivo la identificación y desarrollo de talento joven, hicimos dos cosas: una, poner carteles en las Universidades… 600 euros, 40 inscritos… Luego hicimos una campaña en Facebook y en diferentes blogs y e-mailings… 60 euros, 250 inscritos…

Es decisión nuestra seguir torrándonos al sol y en peligro de coger una insolación porque no me gustan los árboles… Yo, desde luego, buscaré la sombra de ese viejo árbol frondoso… El mismo que nos destroza las tuberías…

Yo os invito a vivir con naturalidad con las nuevas tecnologías. A evitar mirarlas con recelo. A descubrir las oportunidades. Y por supuesto, a no dejar de proteger esos límites de nuestra intimidad, que quizás hoy estén más en peligro que antes debido al crecimiento de estos nuevos canales de comunicación.