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Etiqueta: gestión del tiempo

Esfuérzate

Ganarás el pan con el sudor de tu frente. Es un potente eslogan mil veces escuchado en determinados contextos educativos, a lo largo de muchos años. Traducido: cuanto más curras, más contento tienes que estar. Así que échale horas. Riza el rizo. No te vayas a casa si no estás cansado. O incluso aunque lo estés, sigue trabajando también. Y a trabajar aunque estés enfermo, que lo contrario es de cobardes.

Los españoles seguimos en la cola de los países menos eficientes de Europa. Algo falla en la maquinaria, porque tenemos talento y experiencia equivalente al de otros países, pero nos cunde menos. Largas jornadas de trabajo, largas comidas, largos periodos ante el televisor antes de acostarse… Seguramente, todo influye. También nuestra cultura, más relacional y más soleada que otras.

El caso es que la ciencia ya ha demostrado por activa y por pasiva todos los ritmos circadianos y biorritmos posibles. Nos enseña que los niveles de rendimiento óptimos se producen en horas determinadas, y con pautas específicas de alimentación y descanso. Pero “dar el callo” es lo que mola, sobre todo en algunos segmentos empresariales. Así que venga: jornadas interminables, con esfuerzos que todos miran pero no siempre se valoran: cansancio, estrés, desmotivación…

Es curioso cómo paradigmas que tienen buena pinta: “esfuérzate para lograr lo que te propongas”, se desvirtúan y se convierten en: “trabaja mucho para que nadie (ni tú mismo) te pueda reprochar que no te vacías”.

En cambio, todos tenemos claro, con matices, que si mi equipo se esfuerza mucho, pero no gana, el año que viene nos vamos a segunda división. Por supuesto que es difícil ganar si no te esfuerzas, pero no es difícil perder, aunque te esfuerces. Porque muchos se esfuerzan.

Valoro el esfuerzo, pero mejor si nos sirve para no irnos a segunda. Ello implica racionalizarlo, estudiarlo. Entender cómo hacerlo productivo. Descansar después de él, para poder repetirlo al día siguiente. Echar buena gasolina al depósito, para poder alimentar los caballos del motor.

Con este último ladrón del tiempo que identificó Taibi Kahler, cerramos una serie de cinco posts sobre estos usurpadores: APRESÚRATE, COMPLACE, SÉ FUERTE, SÉ PERFECTO, ESFUÉRZATE. ¿Cuál es el tuyo? Atrápalo y conseguirás que tu energía personal esté mejor aprovechada y dirigida al logro de tus propósitos.

 

 

Sé perfecto

La perfección existe o eso creen algunos. El rigor en el hábito, el análisis del último dato, la mejora sin fin, un 10 de nota tras un 10 de nota… Suena muy, muy bien… ¿Pero puede ser lo mejor, enemigo de lo bueno?

Hay unos cuantos peligros detrás de un anhelo desproporcionado de perfección: el estrés, el riesgo de frustración, la parálisis por el análisis, la ineficiencia… ¿La ineficiencia? Claro: se puede ser ineficiente si uno lo hace muy, muy bien, pero necesita mucho tiempo para hacerlo. O si lo hace para alguien, y ese alguien no necesita la perfección.

Este ladrón de tiempo, muy característico de personas controladoras y exigentes, genera intolerancia a los errores, lo que dificulta la toma de decisiones, incrementa los esfuerzos y ralentiza los mecanismos de seguimiento.

Nada más lejos de nuestra intención poner coto a esa sana inquietud por mejorar cada día, progresar, conseguir mejores resultados… Pero como con todos los excesos, convendremos en que hay que tener cuidado.

Si un bombero o un médico de urgencias siguiera en todo los casos, al 100%, el protocolo o rutina establecida, paradójicamente, podría poner vidas en peligro.

Si un joven, por buscar un 10 en un examen, estudia tanto que se queda “vacío” de energía, estará más cerca de sacarlo, pero también más cerca de suspensos en otras asignaturas.

Si un comercial elabora con tanto mimo una propuesta que no la entrega en hora al no estar perfecta, a lo mejor pierde el autobús del cliente.

Creemos que es necesario buscar también la eficiencia en la excelencia: revisar si la calidad óptima vale lo que cuesta. Si es así, adelante. Y asumamos las consecuencias.

Pero reflexionemos sobre si hay momentos en la vida en que lo que toca es avanzar aunque no las tenga todas conmigo. Aunque me falten datos, aunque quisiera saber más, aunque por avanzar, tropiece con una piedra.

 

 

“Modo avión” o cómo estar encendido sin estar despierto

Creo que todos sabemos lo que es el modo avión… Esa funcionalidad que tienen los dispositivos electrónicos, por la cual puedes mantenerlos encendidos, pero sin conexión con el mundo, de forma que no afecte por ejemplo a la electrónica de los aviones.

Está encendido, pero no suena. No recibe ni envía mensajes…

Seguramente las personas también deberíamos tener un “modo avión”, que nos permitiera desconectar de manera coyuntural, centrarnos en nosotros mismos, reflexionar… Es desde la reflexión desde la que se puede realizar un análisis del pasado, que también permita realizar una proyección a futuro. Además, la reflexión que permite la desconexión, permite matizar las emociones y encontrar nuevos equilibrios.

Tampoco se puede vivir demasiado, en este mundo nuestro, en “modo avión”. Una desconexión excesiva, hace que podamos perdernos mucha información y que cuando volvamos a conectarnos, nos sintamos fuera de juego.

A veces me pregunto si algunas personas, se pusieron en “modo avión” hace mucho tiempo, y se han olvidado de volver a conectarse… Estas personas que viven en la vorágine, a toda velocidad, pero con poca interacción con las personas que le rodean, con el mundo que le rodea.

Hace unos días, un directivo me contaba compungido que uno de los mejores profesionales de su equipo le había dicho que se iba de la empresa, sin motivo aparente y sin haber dado señales previas. Me pregunto si esto posible, o tal vez, el directivo había pasado demasiado tiempo en “modo avión”.

Nos ocurre también con clientes descontentos, con hijos que parece que se hacen mayores de un día para otro, con vecinos a los que hemos ido perdiendo con el tiempo…

Gestionando bien el “modo avión”, es una funcionalidad estupenda. Activar el modo avión para encontrar la reflexión y el sosiego, es una medida necesaria. Mantenerlo demasiado tiempo apagado, nos aleja del mundo. Y en la era de las relaciones, esto tiene graves amenazas.

 

 

Las herramientas digitales, ¿aliadas laborales?

Fíjense uds que no hablamos de la necesidad (que también) sino del derecho, y es que, queridos empresarios, empleados, trabajadores por cuenta ajena, apelamos al derecho para recordarnos a nosotros mismos que existen unas necesidades más allá de lo laboral a las que a veces no damos respuesta, ¿por qué? Pues por falta de tiempo, por miedo, por mala organización, porque impera la urgencia, la prisa…

Sea como fuere, nuestros vecinos franceses tienen en su dispositivo legislativo un derecho para los asalariados y una obligación para las grandes empresas: regular el uso de las tecnologías de la comunicación (mensajerías y correos electrónicos o teléfonos móviles) para garantizar el respeto del tiempo de descanso y de las vacaciones. Ahí es nada.

Cierto es, que la medida conllevó la necesidad de una negociación entre las partes, de modo que, en empresas con más de 50 empleados, la dirección y los representantes de los trabajadores tienen que llegar a un acuerdo para fijar las modalidades de desconexión y la regulación de  las herramientas digitales por parte de la empresa.

El objetivo fue fijar las «modalidades del pleno ejercicio del derecho del asalariado a la desconexión», así como «la puesta en marcha por la empresa de dispositivos de regulación de la utilización de “herramientas digitales».

Y es que amigos, cierto es, que si nos paramos a analizar detenidamente “la cara B” del uso que hacemos de estas herramientas, ¿quién no se ha visto en una reunión mientras al tiempo, contestaba e-mails, envía mensajes o atiende una “llamada urgente”? ¿o en una clase hablando de trabajos de diferentes asignaturas por Whatsapp? 

Según los estudios consultamos nuestro teléfono unas 150 veces diarias y no podemos estar más de una hora sin abrir Whatsapp. Qué poder de atracción tan… ¿peligroso?

Y de esto, los únicos responsables somos nosotros mismos, que lejos de controlar nuestros impulsos y determinar el orden de nuestras tareas y actividades diarias (dentro y fuera de la empresa), nos creamos la “necesidad” de estar permanentemente conectados para charlar con los amigos, para responder al jefe, para no quedarnos atrás en cuanto a información se refiere…

Y yo me pregunto, ¿dónde vamos a llegar, si cada vez que seamos incapaces de controlar el uso que hacemos de las cosas, o no asumamos con responsabilidad nuestras obligaciones, o no respetemos nosotros mismos nuestros derechos, tengamos que recurrir a la ley para que determine lo que está bien y mal?

¿Cómo son tus metas?

A la hora de empezar un nuevo periodo en nuestra vida o un nuevo proyecto profesional, normalmente acompañamos este decisivo momento con una lista de propósitos o retos que nos gustaría alcanzar. Para llevarlo a término y no caer en la frustración o la decepción  si no conseguimos lo que nos hemos propuesto, debemos seguir unas premisas básicas:

– Debemos ser concretos a la hora de proponernos nuevas metas, definiendo claramente el qué, el cuánto y el dónde.

– Debemos poder medir nuestras mejoras. De este modo sabremos si estamos cerca o lejos del objetivo marcado.

– Debemos marcarnos objetivos alcanzables. A todos nos gusta soñar, pero en estos casos, debemos ser realistas y marcarnos metas que sean alcanzables teniendo en cuenta los recursos de que disponemos y nuestra propia motivación. De este modo evitaremos futuras decepciones y podremos reajustar las metas en caso necesario.

– Debemos marcarnos una franja temporal para acometer nuestro objetivo. Las metas deben plantearse con fechas concretas, para evitar dilatarlas en el tiempo y ayudarnos a priorizar.

El secreto para acercarnos a la consecución de nuestros objetivos es empezar determinando y cumpliendo las anteriores premisas… ¿comenzamos?

¡Dios mío, que llego tarde!

Durante el último semestre hemos participado como asesores en un proyecto dirigido a emprendedores. Estos emprendedores han tenido formación y entrevistas individuales en cuatro ámbitos, uno de ellos el de las habilidades. Para nuestra sorpresa, por abrumadora mayoría, los emprendedores han solicitado asesoramiento sobre la gestión del tiempo; el Conejo Blanco de Alicia se hacía presente en cada entrevista individual.

Esta situación no tendría el carácter de tendencia formativa si solo fuera un hecho aislado. En el último año, hemos recibido numerosas peticiones de clientes sobre acciones formativas cuyo objetivo es la mejora en la gestión del tiempo a solicitud de los clientes internos. 

Nuestra experiencia en estas acciones formativas está siendo realmente gratificante más por las ganas de aprender de los participantes que por lo atractivo de la temática. En algún cliente hemos realizado una evaluación previa a la acción formativa y otra tras un periodo de aplicación de acciones de mejora, y los resultados fruto de la aplicación han demostrado avances notables. Aunque el indicador más evidente es el “boca a boca” con el que se ha prescrito internamente el programa en diferentes empresas.

Numerosos profesionales saben que sus hábitos en la gestión del tiempo han quedado obsoletos debido a los cambios del entorno (tecnología, globalización, cortoplacismo, polivalencia funcional, etc.) y demandan nuevas prácticas más eficaces. En esta ocasión, el retorno de la inversión está casi asegurado; los destinatarios de estas acciones son conscientes de la necesidad. Nunca había sido tan necesario como ahora, dedicar tiempo a pensar en el uso del tiempo.