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Etiqueta: personas

Cuidar y ser cuidado

En estos días que tanto escuchamos la palabra cuidados y la asociamos inevitablemente al encomiable trabajo del entorno sanitario, se nos pasa por alto que existen otros muchos entornos donde no se puede perder de vista esta palabra. De hecho me atrevería a decir que es necesario tenerla presente en todos los ámbitos de la vida. Pero como este post es finito y pretende centrarse en uno solo de estos ámbitos, hablemos del cuidado de las personas en el entorno laboral.

¿Por qué? Porque muchas veces cuando nos vienen mal dadas, lo único en lo que ocupamos mente, energía, recursos y tiempo es, en salir como podamos de ese bache o mal momento en que nos vemos inmersos, perdiendo de vista otros elementos o factores que son importantes a la hora de pensar precisamente en cómo salimos del atolladero. Estos “elementos” son las personas.

Porque no debemos ni podemos olvidar que gracias al trabajo, ingenio, esfuerzo y entrega de nuestros trabajadores, hemos llegado a un punto del camino en el que probablemente no nos habíamos visualizado cuando comenzamos nuestra aventura empresarial, solos o con pocos compañeros de viaje o perteneciendo a un gran equipo empresarial. En cualquiera de los casos, todas las personas protagonistas de esos proyectos habrán tenido y tienen su peso a la hora de posicionar a la empresa en su lugar actual. En cualquier caso, independientemente de cuál sea nuestro posicionamiento en el mercado, lo que subyace a esta cuestión no es si somos TOP TEN en nuestro sector o en nuestro nicho de mercado, sino si en momentos complicados como los que vivimos, somos TOP ONE con las personas que reman a nuestro lado.

Cuando aparecen los problemas o las dificultades, las mejores soluciones provienen de la capacidad y el potencial del principal motor empresarial: las personas. Personas que no solo deben estar cualificadas para hacer su trabajo, sino también motivadas para desarrollarlo de la mejor manera posible. Y esta motivación crece o decrece cuando se gana o pierde el interés por las tareas acometidas. Para minimizar esto último y teniendo en cuenta que hoy en día, la distancia física pone a prueba la comunicación con los nuestros, hay que retar al ingenio, la creatividad y utilizar todo aquello que la tecnología pone a nuestro alcance para que esta relación bilateral no decaiga, ya que la calidad de esta comunicación, será el primer termómetro para saber si la crisis nos ha “infectado” también a nosotros.

No podemos dejar de comunicar y comunicarnos a pesar de nuestros encierros y nuestros supuestos aislamientos. Debemos mantener, ahora más que nunca, niveles óptimos de atención a nuestros trabajadores, respetar y buscar su conciliación familiar, reconocer su trabajo, fomentar su proactividad, mantener o iniciar nuevos proyectos o retos laborales que impliquen el trabajo en equipo y presentar nuevos objetivos para no caer en la rutina y la desmotivación.

Si conseguimos que nuestros trabajadores se sientan cuidados, se sepan escuchados, valorados y a gusto, su compromiso aumentará, plantearán con confianza nuevas ideas, probablemente disfrutarán de su trabajo y su rendimiento y eficacia crecerán.

Son pequeños cuidados que, como los primeros que nos recomendaron nuestras autoridades sanitarias al comienzo de esta crisis (estornudar sobre el brazo, lavarnos las manos, etc.), evitarán las infecciones y mejorarán nuestra salud y la de nuestro entorno.

SI cuidamos a los nuestros, inevitablemente seremos cuidados.

 

El lenguaje que nos delata

Productividad, retorno de la inversión, KPI`s, rentabilidad, eficiencia, rotación… Estas palabras son cada vez más frecuentes en el área de RRHH, ahora llamada de Talento. Aunque atendiendo a su vocabulario, tal vez la antigua denominación sería más descriptiva de su misión.

Sería muy interesante hacer un estudio sobre qué tipo de lenguaje utilizan otras áreas de la organización. Podría darse el caso de descubrir que en el área de finanzas oyésemos palabras como: desarrollo, personas, competencias, potencial, medio plazo, atracción… Posiblemente,  esto nos llamaría la atención e incluso nos preguntaríamos, qué está pasando.

Curiosamente, lo que describimos en el primer párrafo no causa demasiada extrañeza; que en el área de personas se hable con jerga mercantil no genera ningún cuestionamiento. A nosotros sí nos llama la atención, tal vez porque nuestra memoria profesional de hace 20 años, nos permite contrastar los dos momentos y pone en evidencia que el vocabulario utilizado en ambos es significativamente diferente y algo tiene que decir.

¿Qué significado tiene que valoremos las políticas de gestión de personas con criterios casi exclusivamente económicos?, ¿dónde nos lleva esto? Tal vez nos podríamos ahorrar la palabra “personas”… volver al término recursos. Al fin y al cabo, con este lenguaje, lo que evidenciamos es que las personas cada vez son más recursos y menos personas.

Haciendo un pequeño salto de entorno, vayamos al ámbito universitario.

Hay numerosas demandas por parte de las empresas de reducir el gap existente entre en entorno universitario y el empresarial. Sin duda, la reducción de ese gap ayudaría a conseguir un retorno de la inversión mucho más rápido de los recursos destinados por la sociedad a la formación de los jóvenes, la adaptación al puesto también se alcanzaría de forma más acelerada, no habría déficits o excedentes para cubrir las posiciones profesionales, disciplinas académicas con poca representación en las empresas desaparecerían, etc.

Una vez más, la lógica económica que se convierte en la vara de medir universal obviando otras variables como el bienestar, el desarrollo social, la diversidad, etc. Las variables que humanizan y permiten desarrollar el talento que cada persona tiene.

¿No se trata de atraer y retener al talento? El lenguaje nos delata, la gestión de personas no puede vaciarse de humanidad para llenarse de términos mercantiles.  

Yo…tú…nosotros

Es evidente que las personas no pueden desligarse de lo que viven, de lo que sienten, de lo que saben, de lo que son. Y es evidente también, que las organizaciones se alimentan de todo lo anterior. Por eso, si queremos conseguir los mejores resultados a título individual y grupal, debemos funcionar como un equipo.

Yo siento- Tú sientes- Nosotros sentimos

Cuando uno es capaz de conocer lo que le mueve, es capaz de identificar sus emociones y marcarse objetivos y acciones para llegar allí.

Del mismo modo, una empresa conoce su estado emocional, cuando conoce su clima laboral, esto es, la suma de «sentires» y de valores que mueven las conductas de sus trabajadores.

Yo me movilizo- Tú te movilizas- Nosotros nos retamos

Parálisis por análisis que decía una buena amiga. Pero ¿y si la parálisis es por la emoción? Esta peligrosa situación puede llegar a convertirnos en víctimas de nuestras emociones. 

Si queremos desarrollar nuestra inteligencia emocional, debemos ser capaces de autogestionar nuestras emociones y canalizarlas para emprender o continuar la marcha.

Del mismo modo, en las organizaciones, una actitud emocionalmente sana es la que gestiona a las personas en su totalidad, fomentando su desarrollo, trabajando su talento,  su alineación con la empresa,  focalizándola hacia objetivos comunes… La acción es inherente a la inteligencia emocional.

Yo me conozco – Tú te conoces – Nosotros nos entendemos

Cuanto más alto sea el nivel de conocimiento que tengamos de nosotros mismos, mejor preparados estaremos para entender y conocer las cosas y a las personas desde otros prismas.

En las empresas pasa igual, la organización debe trabajar para identificar las necesidades de las personas, comprender sus conductas y promover espacios de encuentro para generar sinergias y entendimiento mutuo.

Yo pedaleo- Tú pedaleas- Nuestro tándem funciona

Si decides pedalear, debe ser en la misma dirección: Emoción y Acción – Persona y Empresa 

 

 

Innovación basada en las personas

El otro día leía un texto en el que se hacía un análisis de los procesos de innovación seguidos por diversas compañías durante los últimos años y me gustaría compartir algunas reflexiones sobre él.

La innovación es uno de los aspectos más importantes en cualquier organización o sociedad que quiera avanzar y es la razón por la que muchos proyectos han sobrevivido al paso del tiempo y otros han acabado cerrando. En esta época tan tecnológica, es una palabra que se usa mucho, pero lo cierto es que son bastantes las empresas que han incurrido en el mismo error en los últimos años: pensar que lo más importante es el funcionamiento de sus productos y no lo qué hacen o por qué lo hacen, no poniendo a las personas en el foco de la tecnología.

Pondré un par de ejemplos que se analizaban en el texto que leí:

Blockbuster era un servicio que permitía a los clientes alquilar películas desde cualquiera de sus tiendas en Estados Unidos y Europa. Durante muchos años, fue la compañía más exitosa del sector y sus responsables prefirieron centrarse en el alquiler (la estrategia que les había hecho líderes), antes de analizar cómo podían hacer más fácil el visionado de películas a sus clientes. De hecho, tuvieron la oportunidad de comprar Netflix pero no lo hicieron. No quisieron innovar y cuando esa misma empresa que se negaron a comprar, empezó a enviar películas por internet y los proveedores de televisión por satélite hicieron posible alquilar películas, quebraron.

Nokia Corporation era una empresa con sede en Finlandia orientada a la fabricación de teléfonos móviles. Fue líder mundial en este sector entre 1998 y 2011. La compañía consideró (cuando salió al mercado el primer iPhone) que el desarrollo de smartphones no tenía sentido siendo ya líderes y no invirtió dinero en ese ámbito, centrando todo su modelo de negocio en la robustez de los dispositivos ya creados. El mercado cambió por completo y Nokia quedó relegada a un plano residual hasta su venta a Microsoft y posterior cierre en el año 2014.

Como vemos, el principal problema reside en acomodarse en las cosas que hacemos bien, sin prestar atención a las necesidades y a la evolución que tienen nuestros clientes y nuestro entorno.

Hay una gran analogía de Guy Kawasaki (reconocido especialista en el ámbito de las nuevas tecnologías y el marketing) sobre la evolución de la industria del hielo, que ilustra perfectamente el hecho de que la mayor parte de las empresas se define por aquello que hace y no por el beneficio que genera a sus clientes.

En los tiempos anteriores a la refrigeración, la industria del hielo estaba formada por gente que lo recolectaba en las regiones de clima frío, usando sierras, caballos y trineos en los meses de invierno. En el año 1900, se recogieron 4536 toneladas de este modo.

Más tarde, surgieron las fábricas. Eran lugares donde el hielo se fabricaba en grandes cantidades y se vendía a los clientes. No hacía falta que fuera invierno, ni que las personas vivieran en regiones frías para recolectarlo.

Finalmente surgieron las empresas de neveras y congeladores: esta es la etapa actual de la industria del hielo. No tiene que ser invierno, no hace falta vivir en una región fría y no es necesario acudir a una fábrica de hielo. Cada usuario tiene su propia fábrica de hielo personal.

Lo curioso del caso, es que ninguno de los recolectores abrió una fábrica de hielo y ninguna de las fábricas, se convirtió en compañía de refrigeradores. Reflexionemos pues, sobre la complejidad de pasar al siguiente nivel y las diferentes formas que tenemos de innovar.

Sueldo anual: cuarto y mitad de felicidad.

A veces nos empeñamos en buscar fuera lo que todos llevamos dentro y esto es extrapolable a muchos ámbitos de nuestra vida, uno de ellos, muy de moda en estos tiempos, es nada más ni nada menos, el de saber cómo podemos encontrar la felicidad en el trabajo. Y es que hoy día, parecen estar de moda las políticas de RRHH para conseguir la felicidad de los empleados en el entorno laboral.

Como suele ser cierto que en el trabajo pasamos normalmente muchas horas de nuestra vida, a veces demandamos que, todo ese tiempo nos llene de satisfacción y plenitud, para compensar la añoranza de otro tiempo, que generalmente no tenemos para emplear en otras actividades, quehaceres y/o compañías.

Pero… señoras y señores, no nos engañemos. La felicidad no nos la va a dar una empresa, ni siquiera la nuestra, si somos emprendedores. La felicidad vendrá condicionada por nuestro enfoque de la vida, por cómo queramos abordar el día, por nuestro talante al relacionarnos con los compañeros, por la actitud con la que realicemos nuestra actividad profesional.

Una empresa, cualquier empresa, propia o ajena….puede proporcionarnos a lo sumo, condiciones o factores externos que nos hagan crecer como personas y por tanto nos ayuden a atrapar minutos de felicidad, que a veces en algunos contextos, tan difícil nos resulta.

A veces la clave está en conseguir entornos donde uno no tenga que maquillarse al llegar a la oficina, sino que pueda ser él o ella misma, sin miedos, sin comparaciones, sin presiones. Teniendo libertad para ser, saldrá el mejor hacer. Sólo así seremos capaces y estaremos en disposición de dar lo mejor de nosotros mismos.

Y es que, nuestra felicidad viene determinada por la satisfacción al conseguir los objetivos que uno se propone o por gozar de esa confianza que me permite tomar decisiones o porque en mi día a día, no prima la ambición, sino la realización.

Dejemos de engañarnos pues, pidiendo peras al olmo y empecemos a sembrar en nuestro interior, para que nuestra felicidad no dependa de nada ni de nadie, sólo de nosotros.