Volver a pasar por el corazón de la Universidad
Para mí, la frase estrella de Ortega “yo soy yo y mi circunstancia” está cargada de razón y creo que la mayoría de las crisis actuales comienzan por esa afirmación. Sin embargo, la posibilidad de entender otras circunstancias amplia la propia y te desencarcela un poco. Eso me pasó el primer año de universidad con una asignatura de título poco interesante: Introducción a los Estudios Universitarios, aunque impartida por un profesor de película, un maestro.
La asignatura giraba en torno a los orígenes de la universidad en el pasado para darle sentido al presente. Me hice consciente de una serie de cosas que, aunque bien repetidas a lo largo de mi corta vida, mi circunstancia daba por hecho. El acceso al conocimiento es un privilegio que durante muchos siglos ha sido de unos pocos y hasta la aparición de la imprenta fundamentalmente era de transmisión oral. Ahora que la digitalización está reemplazando los libros de papel es difícil conectar con un momento histórico donde los libros eran un tesoro escaso.
Aunque sigamos con el flashback, el reto del maestro era dar vida a los textos, generar preguntas y a través del diálogo con los discípulos llegar a respuestas, siempre con el foco puesto en encontrar la verdad. Existía una profunda admiración por la sabiduría, amor por saber y voluntad de indagar. ¿Tenéis superpoder favorito? Yo siempre he querido tener el superpoder de viajar en el tiempo para comprobar cosas como la que me estoy imaginando ahora mismo: alumnos y profesores, discípulos y maestros muy despiertos, curiosos y agradecidos con el estudio y el aprendizaje. ¿En nuestra época qué ocurre? ¿Cuáles son los retos de los profesores de las universidades actuales? ¿Y de los alumnos? ¿Qué pensarían de nosotros aquellos maestros y discípulos?
No obstante, cierto es que la institución de la universidad ha cambiado mucho a lo largo de los siglos y se han generado estructuras y sistemas que antes no existían. De alguna manera, una producción en cadena fruto de la Revolución Industrial, que ha proporcionado un acceso muchísimo más masivo a los estudios, lo que es muy positivo. Aquello que antes era de unos pocos, el conocimiento y por lo tanto la libertad potencial, ahora es considerablemente de muchos más. Pero, en qué se ha convertido el conocimiento, ¿en notas? Y los alumnos y profesores, ¿en robots que memorizan y repiten lecciones? ¿Y esto nos hace más libres?
El ejercicio de recordar, volver a pasar por el corazón, en este caso de los orígenes de la universidad y tener presente su sentido es fundamental para no permitir que una circunstancia general en los países desarrollados (el acceso a la universidad) le reste valor a algo tan importante.
Aquella asignatura de primer curso sin duda fue determinante para el resto de mis años universitarios en los que tuve siempre presente la siguiente frase que aprendí: “somos enanos subidos a hombros de gigantes”.
Somos enanos encaramados en los hombros de gigantes; de esta manera vemos más y más lejos, no porque nuestra vida sea más aguda, sino porque ellos nos sostienen en el aire y nos elevan con toda su altura gigantesca.
*Frase con la que Bernardo de Chartres, maestro del siglo XII, describía precisamente su actitud y la de sus discípulos cuando se enfrentaban a una lección.