Diez minutos antes de las campanadas, se sentó delante del televisor. Preparó en silencio las uvas y vio, distraído, los últimos anuncios del año.
Hacía mucho tiempo que veía solo las campanadas. De hecho, pasaba solo todas las navidades. En realidad, estaba solo la mayor parte del tiempo.
Cuando empezó a ocurrirle, le sorprendió un poco. Pero ya no se acordaba de cuándo dejó de darle importancia.
Llegó el último minuto del año. Treinta segundos. Veinte. Veía el segundero, deslizarse con su habitual cadencia hasta el último segundo.
Y empezó la cuenta atrás. 12, 11, 10, 9, 8, 7, 6, 5, 4 segundos para el nuevo año…
3,2,… Pero antes de sonar la última campanada, el segundero se paró. Y ante su completo asombro, empezó a ir marcha atrás.
Las uvas empezaron a salírsele de la boca.
Empezó a ver los anuncios en el orden contrario.
Sin poder resistirse, empezó a andar hacia atrás en el tiempo. Pronto estuvo en la frutería en la que esa mañana había comprado las uvas, y respondió en silencio a la frutera, que le deseó feliz año.
Contempló aburrido cómo volvía a encontrarse con las mismas personas a las que había visto, horas, días, semanas antes…
De repente, se dio cuenta de que, si bien no podía dar la vuelta al segundero y volver a ir hacia delante, sí podía ir a velocidad más rápida hacia atrás. Le pareció curioso. Y en un suspiro, se encontró un año atrás. Y dos… Recordó un sms que le habían enviado felicitado el año. El último que había recibido. Nunca lo respondió.
Siguió retrocediendo. Y a medida que fue haciéndolo, le llamó la atención que cuanto más retrocedía, más hablaba con la gente y la gente más hablaba con él.
Llegó un momento, diez años atrás, en el que se vio con sus amigos, que eran muchos. Y un poco más atrás, se encontró con su ex novia y con sus ex compañeros… De hecho, él había sido una persona muy sociable. Y muchos años atrás, el día en que abandonó su casa, sus padres, para nunca volver. ¿Qué ocurrió, que todos fueron abandonándole? ¿Por qué estaba solo, el día de Nochevieja?
Justo en el instante en el que se hizo esta pregunta, el tiempo se detuvo. Miro el segundero. Y tras unos instantes, volvió a seguir su camino habitual hacia adelante.
Y volvió a caminar hacia el presente, que entonces era su futuro. El tiempo le llevó al día en que se fue de casa. Con la mochila en la puerta y la nota de despedida en la cama de sus padres. Rompió la carta y deshizo la mochila. Y cuando sus padres volvieron del teatro, abrieron una botella de vino, se sentó con ellos y les preguntó por la obra. Ese año, decidieron pasar juntos la Nochevieja en una estación de esquí.
Luego el tiempo siguió girando. Y le llevó al día en el que dejó a su ex novia. Él tenía mucho trabajo. Ella le decía cosas, pero no escuchaba. Ella se fue. Él tuvo un accidente. Ella no estaba. Él se enfadó. Y la dejó. Pero esta vez, dejó de teclear el ordenador. Levantó los ojos. Y escuchó a su novia decirle que parecía cansado. Él dijo que lo estaba. Ella le propuso salir a correr un rato. Él dijo que le vendría bien. Salieron juntos. Él tuvo el accidente. Ella estaba. Y él se dio cuenta de que siempre había estado. Esa Nochevieja, se fueron a pasarla a Times Square.
El tiempo siguió avanzando, hasta el día en que echó de su despacho a sus compañeros de equipo, con un grito y un portazo. Él era fuerte, no dudaba. Y podía con todo. Pero esta vez, salió del despacho, les pidió disculpas. Y les invitó a que volvieran a co-crear. Esa tarde, tras la jornada laboral, se fueron a tomar las cañas. Y se convirtió en una tradición.
Y volvió a ser hoy. El día en que el tiempo no fue hacia adelante. Llegó a casa sin las uvas. Con la hora justa. Había estado con sus compañeros tomando las últimas cervezas. Mientras abría la puerta, se preguntó si tendría algo en la nevera para la cena de Nochevieja…
Había alguien en casa. Riendo. Cuando entró en el salón, vio a sus padres. Y a su novia. Con la cena preparada. Como si nada hubiera ocurrido, se pusieron a cenar. Juntos.
Esa noche, sintiéndose más feliz de lo que nunca había estado, se encontró con un sobre justo cuando se metía en la cama. En él, un papel. Solo había escritas cinco palabras.
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