Los sistemas, los objetivos, los equilibrios.
Lo ha vuelto a hacer. Me removió la primera vez y, hoy que he vuelto a verla, sigo dándole vueltas a algunas cuestiones.
Whiplash, una película que narra la historia de dos personas que se encuentran a través de la música y de la interpretación que cada uno de ellos hace de la vida, sus vidas.
- Una obsesión, que puede matar o encumbrar…aunque ¿dónde?
- Una fijación que deja personas por el camino, cuando se trata de conseguir el objetivo…¿cuántas personas?¿qué representan esas personas?
- Un objetivo, que te cuestiona a ti mismo, te reta, te descubre, te hace vibrar, te mata…
- Un talento explotador y a veces mal explotado.
- Un liderazgo cuestionable.
- Un entorno donde los compañeros de sueños, fatigas y obsesiones, se «mimetizan» con el entorno…
Ese entorno del que hablábamos hace unos días, bajo el título «El sistema y yo» y donde precisamente apuntábamos las tres maneras que teníamos de relacionarnos con él: «mimetizarse», rebelarse contra él o salir de él.
Nuestra joven promesa del jazz (Neiman, uno de sus protagonistas) prueba con las tres opciones y tras su particular travesía del desierto, se reencuentra, dando cierto sentido así a la más que cuestionable praxis de su maestro (Fletcher, el otro protagonista de esta historia).
Una historia que ganó 3 Oscar, 2 premios BAFTA, 1 Globo de Oro, entre otros reconocimientos. Algo más de dos horas de película con contenido intenso para pensar y una banda sonora para deleitar los oídos.