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Etiqueta: análisis

Septiembre

Ya muchos no se acordarán de que hace muy poco estábamos de vacaciones, sin despertadores, ni prisas, ni rutinas…

Algunos seguirán con esa llamada crisis post-vacacional, que está vinculada a un contraste feo entre la realidad y los deseos.

Cuando uno decide sumergirse en una piscina, la sensación no es la misma si primero mete un dedo, después un pie, después hasta la rodilla y dedica al proceso veinte minutos, que si lo que hace es zambullirse de golpe. Del mismo modo, la vuelta al trabajo puede ser más o menos dura.

Zambullirse de golpe “duele más”, pero menos tiempo. Meterse en el agua poco a poco, duele menos, pero más tiempo. Cada uno ha de tomar sus decisiones.

En todo caso, creo que merece la pena hacer una reflexión más o menos profunda, sobre por qué nos cuesta tanto volver, si es que es así. Porque una cosa es que de vacaciones se viva fenomenalmente, y otra cosa es que la etapa de descanso sea el paraíso, porque la etapa de trabajo esté lejos de serlo.

Es una obviedad, pero aunque siempre cueste un poquito volver (salvo a algunos), el hecho de que retomar la actividad laboral y en general las rutinas “invernales” se conviertan en una montaña gigantesca, debe hacernos pensar sobre si llevamos la vida que queremos, y si no es así, si es un sacrificio con sentido y consentido. Porque si la respuesta es afirmativa, toca “apechugar”, tirar hacia delante, y saber que pronto estaremos en forma y adaptados.

Pero si de la reflexión surge la respuesta de que no estamos bien y además no estamos en el camino de estarlo, existe el riesgo de que el problema se convierta en endémico, y cada vez que nos tiremos en septiembre a la piscina, sintamos que el agua está más helada.

Ojalá encontremos la fórmula para que todo el año podamos sentir, en mayor o menor medida, esas buenas sensaciones vacacionales, las que no tienen que ver con “no tener que hacer nada”, claro. La sensación de que me canso, pero me recupero. De que me gusta lo que hago, porque elijo hacerlo. Y mejor que mejor: porque me apasiona hacerlo. De que dirijo la barca, y no me lleva la corriente.

 

 

¿Vives para ti o para el resto?

Hoy pensaba escribir sobre un tema relacionado con tecnología, pero la verdad es que prefiero compartir unas reflexiones sobre algo a lo que he estado dando vueltas estas semanas.

El otro día quedé con una buena amiga y en algún punto de la conversación hablamos  sobre cómo se encontraban varios amigos y conocidos que tenemos en común.

Algunos de ellos, habían mantenido durante meses una imagen de gran felicidad tanto en redes sociales como (sobre todo) en persona, pero la realidad es que han acabado por unas cosas o por otras crujiendo emocionalmente.

No creo que sea algo aislado. La sociedad nos empuja gran parte del tiempo a mostrar un estado de felicidad permanentemente y parece que el estar mal o atravesar una época más triste es algo que no nos podemos permitir. Un tema cuasi tabú. A veces se niega esta situación al entorno más cercano por miedo, por aparentar fortaleza o simplemente por vergüenza y en otras se lleva al extremo y no somos capaces de aceptarlo ni nosotros mismos.

Me encanta la película Inside Out y creo que la reflexión que hace sobre los momentos puntuales de tristeza es muy potente. Las épocas más tristes pueden valer para mirarse al espejo de verdad y saber quiénes somos, para reconocer lo que queremos y lo que no en todos los ámbitos, para buscarnos y encontrarnos, para comenzar y sembrar para el futuro… La cuestión no es lo que va a pasar, sino lo que vamos a hacer.

No todo es la tristeza, a veces estamos incómodos con una situación, con un trabajo, con una persona… y también intentamos mirar para otro lado convenciéndonos de que no podemos hacer otra cosa. No tengo la receta magistral para todo esto, pero intuyo que en realidad todo empieza por algo tan simple como cuidarse a uno mismo.

Quererse, respetarse, darse mimos, ponerse en primer lugar. Suena fácil pero es algo tremendamente complicado. Porque para cuidar a otros y estar bien con el mundo, hay que cargar las pilas propias primero.

Por supuesto, cada uno necesitará sus propios cuidados personales, tendrá sus circunstancias… Por eso es importante reflexionar sobre nosotros y ser honestos mirándonos al espejo. Podemos cambiar de ciudad, de pareja, de amigos, de trabajo… pero vamos a compartir toda la vida con nuestros sentimientos, con nuestro cuerpo y con nuestra cabecita.

Por cierto, este proceso es como una tarjeta de crédito: personal e intransferible, nadie lo puede hacer por nosotros. Eso si, aceptar ciertas situaciones y emociones y normalizarlas con la gente que nos quiere (o con un profesional si es necesario) es algo importante, imprescindible diría yo. Qué mal suena a veces eso de pedir ayuda (algunos lo tachan de flojera) y qué importante puede ser.

Es difícil pensar con el corazón dolido o con la cabeza caliente y en ocasiones, una buena manera de empezar un cambio es que alguien nos ayude con él.

Mimémonos por nuestra cuenta, compartamos nuestros momentos (pidiendo ayuda si es necesario) y disfrutemos de la vida porque lo único que no tiene arreglo en ella es la muerte.

Non stop moving

¿Cómo se plantea nuestro futuro profesional? ¿de qué manera lo que hoy o hasta ahora ha sido determinante a la hora de encontrar o conservar un puesto de trabajo, va a cambiar o está ya cambiando?

Podemos responder a éstas y otras cuestiones partiendo de un análisis previo de la situación en la que nos encontramos: Continuos cambios políticos, económicos, sociales, demográficos, un aumento generalizado de la incertidumbre ante la rapidez de los cambios y los avances científicos y tecnológicos. Una progresiva desaparición de barreras gracias fundamentalmente a la tecnología que acerca sectores, personas, empresas… Los cambios o la desaparición de determinadas actividades, profesiones y competencias requeridas para determinados puestos de trabajo, asociado a los cambios anteriormente descritos; y con ello, las nuevas demandas profesionales…

Y ¿cómo afectan estos cambios a nuestro día a día profesional?

  • Convivimos con una mayor dosis de incertidumbre que dificulta la toma de decisiones
  • Necesitamos herramientas que nos ayuden a anticipar tendencias, de ahí el notable incremento de la automatización de procesos gracias a la implantación de los software de gestión.
  • Las competencias que se demandaban a determinados perfiles profesionales (por ejemplo, los relacionados con los servicios, o de carácter comercial) empiezan a desaparecer, en tanto en cuanto, estas gestiones se realizan online.

Todo lo anterior, conlleva la necesidad de incrementar los sistemas de seguridad empresarial a la hora de gestionar y tratar la información que posee. Conceptos como la flexibilidad horaria o el trabajo en remoto empiezan a tener su peso en las políticas de RRHH. Los diseños de las oficinas toman un papel protagonista a la hora de satisfacer las demandas del cliente interno (se demandan zonas verdes, espacios de descanso, espacios polivalentes, de coworking…

Predisposición al cambio, curiosidad, capacidad de observación y escucha

Para afrontar con éxito una correcta gestión en estos nuevos escenarios de trabajo,  es aconsejable enfrentarse a ellos con una actitud de curiosidad y receptividad. Debemos saber observar y escuchar lo que demanda el mercado, las nuevas generaciones, nuestros clientes.

Si quiero seguir creciendo profesionalmente, tengo que tener la actitud adecuada para aceptar limitaciones, asumir cambios, tratar de anticiparse a ellos y tener predisposición para el reciclaje y la formación continua.

Probablemente, los nuevos equipos de trabajo en un corto plazo serán los formados por profesionales más generalistas que se complementen con otros más especializados.

El reto, comienza en nosotros, pero también en las aulas

En la aulas, donde deben forjarse esos profesionales con conocimientos técnicos y la versatilidad necesaria para el desarrollo de competencias que les demande su puesto de trabajo y el mercado en el que operen. Una cosa es clara, si queremos avanzar, debemos estar en permanente movimiento.

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Se acerca el fin de año, es momento de evaluar el desempeño.

Son fechas muy propicias para hacer una parada en el camino y detenernos a analizar cómo ha sido nuestro rendimiento a lo largo del ejercicio anual. Es un momento de cierre, análisis, reflexión y propuesta de nuevos retos y nuevos objetivos.

El factor común de muchas empresas estos días es, ordenar objetivos individuales, evaluar el desempeño del personal y alinearlo con la estrategia empresarial.

El primer paso para llevar a cabo todo lo anterior con éxito es que el trabajador conozca la existencia de este proceso de evaluación y medición de resultados. Además la acción de evaluar debe llevarse a cabo desde la definición de unos pilares a nivel corporativo y siguiendo una metodología concreta que permita analizar el desempeño de nuestros empleados de una manera concreta, no en base a impresiones efímeras o aleatorias de algunas actividades realizadas a lo largo del año.

Siguiendo ese modelo previamente definido, la persona que evalúa no podrá dejarse llevar por su estado anímico o por meras percepciones subjetivas, y no será un simple protocolo de actuación sin trascendencia real en objetivos o planes de desarrollo  futuro. 

Por tanto a la hora de hacer este alto en el camino para la evaluación del desempeño, deberán haberse definido previamente las competencias necesarias para cada rol, ya que éstas serán determinantes en el proceso de evaluación, retribución y  formación del evaluado así como en la selección de futuros candidatos.

Una evaluación de desempeño basada en un modelo de gestión efectivo, busca que los empleados se responsabilicen de sus actividades y resultados, creando un vínculo entre evaluado y objetivos empresariales.

En resumidas cuentas, si en su empresa, ha llegado ese momento de sentarse con sus trabajadores a evaluar su desempeño, le recomendamos:

  • Establecer unos objetivos empresariales claros y unas estrategias de actuación enfocadas a la consecución de los primeros.
  • Definir las acciones que cada empleado puede ejecutar para conseguir el objetivo planteado.
  • Marcar unos hitos temporales y unos objetivos concretos para cada trabajador y para la consecución de sus tareas desde el compromiso y la asunción de responsabilidades.
  • Establecer momentos y espacios donde cada persona pueda mostrar sus alcances, cumplimientos y decisiones, abriéndose la posibilidad de corregir direcciones o reforzar las ya existentes.
  • Retroalimentar y establecer nuevos compromisos mutuos.

Siguiendo estos pasos, seguramente encontrará trabajadores capaces de priorizar sus tareas diarias, enfocados en cumplir metas conjuntas con unas condiciones claras de trabajo que facilitan su motivación y alineamiento empresarial.