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Etiqueta: aprender

Bendita paciencia

Palabras que habremos oído mil veces, en nuestros padres, y aún más en nuestros abuelos. Y mi impresión es que vivimos una época en la que la paciencia está infravalorada.

En este mundo nuestro, en el que todo va tan rápido, en el que “dentro de 10 minutos” ya es tarde; en el que parece que no vivirlo todo en el próximo año, hará que “se te pase el arroz”, la reflexión, la paciencia, el sembrar y regar, son actividades percibidas a menudo como pérdidas de tiempo.

Muchos lectores conocerán la historia del bambú japonés, cuya semilla se siembra y se riega y durante años no asoma ni un pequeño tallo. Y de pronto, en semanas puede crecer más de 30 metros.

Hace poco tiempo, un joven amigo (las nuevas generaciones llevan aún peor lo de la paciencia), me dijo que empezaba a trabajar en una conocida empresa y que tenía ganas. Seis semanas después me lo crucé casualmente, y me dijo que ya lo había dejado, porque había tardado poco en descubrir que aquello no era lo suyo. Hombre: está claro que si crees que estás perdiendo el tiempo, lo mejor es dejar de perderlo cuanto antes. ¿Pero cuánto tiempo se necesita para saber que una dinámica no es la que uno desea?

Me pregunto si no perdemos oportunidades de aprendizaje y de gran disfrute, porque no damos tiempo a las experiencias para se desarrollen, para que se consoliden en nuestro interior. No todo es bonito en el minuto 1. Las experiencias maduran. Muchas veces, descubrir la riqueza de una actividad, es algo que solo se alcanza cuando ya no hay tanto esfuerzo inicial, ese que se necesita para generar los hábitos. Muchas cosas son más bellas a medida que las conoces.

En algunos procesos de coaching, propongo a mis coachees que hagan un pacto con ellos mismos: que se den todo el tiempo que necesiten para tomar una decisión a la hora de elegir un camino u otro. Pero una vez tomada, les propongo que recorran el camino un mínimo de 3 meses, sin ningún juicio durante ese tiempo. Y después de 3 meses, valoramos el global. Cuántas veces ha pasado que lo que mal empieza, bien acaba. Aunque no sea así el refrán.

 

 

 

 

 

 

 

 

Macguffin y las tramas relevantes

Van dos viajeros en un tren. Y uno de ellos le dice al otro: “Oiga, ¿qué es eso que lleva usted en el portaequipajes?”. A lo que el otro responde: “¡Ah! Eso de ahí arriba es un Macguffin”. El primero de los viajeros, sorprendido, insiste “¿Y qué es un Macguffin?”. El aludido, un poco escandalizado de que el otro no sepa lo que es, responde secamente: “Pues hombre: un Macguffin es un aparato que sirve para cazar leones en Escocia”. Perplejo, el primero de los pasajeros comenta: “¡Pero si en Escocia no hay leones!”. A lo que el segundo, con mucha seriedad, termina la conversación diciendo: “¡Ahhh! Entonces eso de ahí arriba, no es un Macguffin”.

He aquí un ejemplo de una tontuna de historia como la copa de un pino, pero que ha consumido la friolera de 116 palabras, de las 400 totales que puedo alcanzar en este post… El párrafo anterior es un ejemplo de Macguffin, un término que acuñó Alfred Hitchcock, el gran mago del suspense. Con este término, hace referencia a una excusa argumental, que carece de relevancia en sí misma, pero sirve para el desarrollo de una trama y unos personajes. Todas sus películas tienen Macguffins.

La cuestión está en que los Macguffins en el cine, pues bueno: forman parte de la ficción. Son necesarios y no hacen daño. ¿Pero y nuestras vidas? ¿Tienen excusas argumentales con las cuales “vamos caminando”, pero carecen de relevancia y no nos llevan a ningún sitio? ¿Cuánta energía dedicamos a ellas? Cada vez que nos quejamos por cosas que no dependen de nosotros, o que dedicamos tiempo a actividades sin saber muy bien por qué lo hacemos, nos alejamos de las tramas verdaderamente relevantes, y nos adentramos en el mundo de los Macguffins.

La clave para salir de ese mundo se encuentra cuando establecemos prioridades claras y ordenadas para nuestra vida: no demasiadas, porque si muchas cosas son prioritarias, ninguna lo es. Y después, salimos de los Macguffins a través de la consciencia de nuestros hábitos, y la valoración de cómo se relacionan con las prioridades, para impulsar aquellos que nos mueven hacia ellas y rechazar aquellos que nos alejan.

Tampoco nos volvamos locos: un Macguffin de vez en cuando, tampoco viene mal para dar un toque surrealista y original a nuestra vida. El problema es que sean demasiado habituales y como decía John Lennon, “la vida se nos pase mientras estamos demasiado ocupados en otras cosas”.