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Etiqueta: autoconocimiento

Motivos

Siempre me han producido curiosidad esos profesionales que, teniendo puestos de trabajo rutinarios y mucha experiencia en ellos, tiene un nivel de desempeño excelente, una sonrisa siempre preparada para el cliente o el usuario, una fantástica capacidad de gestión y resolución de problemas.

Me producen curiosidad porque a mí me costaría muchísimo encontrar la motivación necesaria para desempeñar esas tareas, un día tras otro. Más todavía si implican tener que atender a personas enfadadas, cuya empatía con quien está al otro lado, a menudo brilla por su ausencia.

He trabajado con estos colectivos de profesionales en muchas ocasiones a lo largo de mi vida, y si algo he aprendido de ellos, es que los que más destacan por su desempeño, tienen niveles de motivación altos, basados en la satisfacción intrínseca, más que en cuestiones extrínsecas.

Estos profesionales son personas que, para sentirse realizados, lo que más necesitan es mirarse en el espejo y ver que la imagen que está al otro les dice: “¡well done!”.

No necesitar (o necesitar en menor medida) de circunstancias externas para encontrar la satisfacción personal, de alguna manera nos hace independientes, libres. Es una gran oportunidad para encontrar la armonía. El reconocimiento externo, la recompensa, las coyunturas laborales, las personas que nos rodean, son cuestiones que no dependen de nosotros. No las podemos controlar.

Sí podemos controlar lo que hacemos y lo que no hacemos. Y también podemos dar sentido a la experiencia, analizando y eligiendo, a veces con mucho esfuerzo, el observador que somos de la realidad.

Creemos que para lograr dar sentido a la experiencia, sobre todo cuando llegan los malos momentos, una persona tiene que tener claros los MOTIVOS que la llevan a actuar de una forma u otra. Cuando esos motivos son poderosos y creemos en ellos, es más sencillo fluir con la actividad y somos mucho más resistentes a toda la negatividad que puede rodearnos.

Tal vez haya motivos mejores y peores, pero de hecho, lo importante es que cada uno encuentre los suyos, y viva conforme a ellos. Porque si no lo hacemos, van a llegar las dudas, y vamos a ser mucho más sensibles y dependientes de la coyuntura y del feedback exterior.

Los motivos dan sentido a la experiencia.

 

 

 

 

 

 

¿Vives para ti o para el resto?

Hoy pensaba escribir sobre un tema relacionado con tecnología, pero la verdad es que prefiero compartir unas reflexiones sobre algo a lo que he estado dando vueltas estas semanas.

El otro día quedé con una buena amiga y en algún punto de la conversación hablamos  sobre cómo se encontraban varios amigos y conocidos que tenemos en común.

Algunos de ellos, habían mantenido durante meses una imagen de gran felicidad tanto en redes sociales como (sobre todo) en persona, pero la realidad es que han acabado por unas cosas o por otras crujiendo emocionalmente.

No creo que sea algo aislado. La sociedad nos empuja gran parte del tiempo a mostrar un estado de felicidad permanentemente y parece que el estar mal o atravesar una época más triste es algo que no nos podemos permitir. Un tema cuasi tabú. A veces se niega esta situación al entorno más cercano por miedo, por aparentar fortaleza o simplemente por vergüenza y en otras se lleva al extremo y no somos capaces de aceptarlo ni nosotros mismos.

Me encanta la película Inside Out y creo que la reflexión que hace sobre los momentos puntuales de tristeza es muy potente. Las épocas más tristes pueden valer para mirarse al espejo de verdad y saber quiénes somos, para reconocer lo que queremos y lo que no en todos los ámbitos, para buscarnos y encontrarnos, para comenzar y sembrar para el futuro… La cuestión no es lo que va a pasar, sino lo que vamos a hacer.

No todo es la tristeza, a veces estamos incómodos con una situación, con un trabajo, con una persona… y también intentamos mirar para otro lado convenciéndonos de que no podemos hacer otra cosa. No tengo la receta magistral para todo esto, pero intuyo que en realidad todo empieza por algo tan simple como cuidarse a uno mismo.

Quererse, respetarse, darse mimos, ponerse en primer lugar. Suena fácil pero es algo tremendamente complicado. Porque para cuidar a otros y estar bien con el mundo, hay que cargar las pilas propias primero.

Por supuesto, cada uno necesitará sus propios cuidados personales, tendrá sus circunstancias… Por eso es importante reflexionar sobre nosotros y ser honestos mirándonos al espejo. Podemos cambiar de ciudad, de pareja, de amigos, de trabajo… pero vamos a compartir toda la vida con nuestros sentimientos, con nuestro cuerpo y con nuestra cabecita.

Por cierto, este proceso es como una tarjeta de crédito: personal e intransferible, nadie lo puede hacer por nosotros. Eso si, aceptar ciertas situaciones y emociones y normalizarlas con la gente que nos quiere (o con un profesional si es necesario) es algo importante, imprescindible diría yo. Qué mal suena a veces eso de pedir ayuda (algunos lo tachan de flojera) y qué importante puede ser.

Es difícil pensar con el corazón dolido o con la cabeza caliente y en ocasiones, una buena manera de empezar un cambio es que alguien nos ayude con él.

Mimémonos por nuestra cuenta, compartamos nuestros momentos (pidiendo ayuda si es necesario) y disfrutemos de la vida porque lo único que no tiene arreglo en ella es la muerte.

¿Qué es antes la institución o la persona?

Ando enganchada a una conocida serie que además de enseñarme diferentes hechos históricos, me está haciendo pensar algunas cosas.

Su protagonista, la reina Isabel de Inglaterra, nos descubre detalles de una vida alrededor de la corona británica y todos los que la sostienen y preservan.

Durante los primeros años de reinado, Isabel se ve obligada a representar un rol para el que supuestamente estaba preparada, pero que en el día a día, parece ir más allá de la preparación obtenida y la pone frente a una realidad muy diferente a la que sus profesores describieron para ella. Allí descubre que representar a la institución, la lleva a un entramado de relaciones sociales y familiares, seguramente muy diferente al soñado.

La serie pone de manifiesto el peso de las instituciones sobre las personas y como esto nos lleva a veces a tener que hacer sacrificios, a enfrentarnos a los que más queremos y a hacer prevalecer el bien colectivo frente al bien particular,  por mucho que esto pueda doler.

Y es que las instituciones son así, organismos fundados para desempeñar una determinada labor, pero sostenidos por un entramado humano y de usos y costumbres que a veces parecen no tener alma y que tejen la vida de todo y todos los que se mueven a su alrededor.

Isabel representa de manera muy descriptiva a ese líder que en solitario ha de tomar decisiones profundas, graves, que pueden poner en juego la estabilidad de mucha gente y a aquel que recoge también los vítores y honores por la labor bien desempeñada de mucha gente invisible.

Los líderes ,dicen, no nacen, sino que se hacen. Isabel, nace y se hace y todo gracias al enfrentamiento con una realidad que va más allá de libros, profesores y doctrinas. Es ahí donde ella se cuestiona, se conoce, se descubre, se reta y se realiza.

¿Cómo saber si necesitas un coach?

Mucho se ha hablado sobre la enorme evolución del coaching como metodología de desarrollo personal en los últimos 10 años. ¿Moda? ¿Tendencia a largo plazo? Difícil de saber.

OPORTUNIDADES 

El coaching presenta algunas oportunidades interesantes, principalmente asociadas a la posibilidad de personalizar el proceso de desarrollo: trabajar a partir de las fortalezas y necesidades individuales, con un timing adaptado al individuo, con la posibilidad de realizar un continuo ajuste/evolución del proceso…

En este sentido, el coaching es una metodología muy atractiva, con más valor que acciones formativas más tradicionales, en grupo, cuya adaptación a cada individuo es imposible, pues todos tenemos necesidades de desarrollo diferentes, fortalezas distintas en las que asentar los procesos de mejora, y tiempos y estilos de aprendizaje diferentes.

Trabajar con un coach, cuando este es bueno, te da la posibilidad de enriquecer el observador que hay en ti, subjetivo y parcial. Incrementa las posibilidades de disponer de una percepción más completa de la realidad y ofrecerte nuevos paradigmas para interpretarla, que no tienen por qué ser mejores que los tuyos, pero sin duda, complementarán los tuyos y abrirán el abanico de alternativas de actuación.

Por lo tanto, sumergirse en un proceso de coaching, es una gran oportunidad para personas que necesitan ampliar el campo de observación, apoyarse en otros que le ayuden a profundizar en el conocimiento de sí mismos. Y necesitan, además, la intimidad que ofrece un proceso personalizado. El sosiego para desarrollar procesos de aprendizaje profundos y sostenibles.

AMENAZAS

En cambio, hay motivos también poderosos que deberían quizás invitarte a elegir una metodología diferente al coaching para poner en marcha un proceso de aprendizaje.

Antes hemos utilizado la palabra “sumergirse”, y la hemos utilizado con toda intención: el aprovechamiento de un proceso de coaching, solo es posible cuando la persona está dispuesta a comprometerse con ejercicios en algunos casos complejos en lo emocional, introspectivos, tal vez dolorosos… Lo superficial está reñido con el coaching efectivo, en nuestra experiencia.

Esto exige, además, un nivel de confianza muy alto en el coach, no en lo relativo a seguir sus recomendaciones (mal coach sería si se dedicara a hacer recomendaciones continuamente), pero sí en lo relativo a vivir sus preguntas y reflexiones como una oportunidad para buscar respuestas en nuevos lugares, y no como amenazas a la zona de confort. Si quien busca un coach, es un erizo, que rápidamente saca a pasear sus púas al verse amenazado, mejor sería que no perdiera el tiempo y el dinero.

En definitiva, somos muy fans de cualquier proceso de desarrollo personal, como el coaching, que nos ayuda a salir de nuestra zona de confort, conocer mejor nuestras fortalezas para afrontar nuestras áreas de mejora, a nuestro propio ritmo… Pero consideramos de vital importancia una alta disposición al aprendizaje por parte del participante, y una actitud de “no miedo” ante los descubrimientos que, seguramente, van a producirse.