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Etiqueta: empatía

A veces mirarse en otros espejos ayuda

Siempre he tenido presente una frase que de pequeña me han repetido hasta la saciedad: No  te fijes tanto en la mota del ojo ajeno como en la viga propia. Y con esta frase siempre presente cuando emito algún tipo de juicio, intento aprender. Y es que creo que, mirarse en el espejo de otros a veces nos ayuda a crecer y mejorar.

Ayer asistí sorprendida a un espectáculo deportivo donde el ambiente se fue caldeando a medida que avanzaba el tiempo en el marcador. Un partido donde los niños eran los protagonistas y donde vivimos un juego agresivo, sucio en algunos momentos y con una tensión que fue aumentando progresivamente.

Es verdad que llevo pocas horas de vuelo como asistente a este tipo de espectáculos, pero siempre había oído que se trataba de un deporte donde por regla general el respeto y los valores de la deportividad primaban. ¡Menuda sorpresa!

Aquello se fue caldeando hasta el punto de que la mayoría de los allí presentes, comenzamos a contagiarnos del “calor” que se respiraba sin ser conscientes de que entre todos contribuíamos a empeorar el ambiente.

Lo que vi y escuché me generó un movimiento interior tal, que en algunos momentos me costaba controlar y gestionar. Mis emociones a flor de piel hablaban de mí.

Al término del partido pensaba en el ejemplo que los mayores habíamos dado a los niños, que no solo estaban jugando, también se estaban “educando” en un contexto deportivo, donde por momentos, curiosamente, faltó la deportividad y a veces hasta el respeto.

Y es que, como decía al principio, cuando estamos dispuestos a mirar en otros espejos y nos vemos reflejados en ellos, a veces toca hacer un ejercicio de análisis para extraer lo bueno y malo que vemos en esa imagen proyectada. Podemos analizar en qué y cómo podríamos cambiar lo que no nos gusta y, tratar en definitiva, de ser un poco mejores evitando aquello que no educa, que no respeta, que puede llegar a dañar a otros. Y es que, no olvidemos que todos tenemos una responsabilidad con nosotros mismos si queremos ser mejores y también con aquellos que en un momento dado puedan llegar a mirarse en nuestros espejos.

La magia llega cuando menos lo esperas

El día 24 de Diciembre por la mañana, véase la mañana de Nochebuena, fui como muchos otros días a un sitio que me gusta a tomar café. Mientras estaba mirando algunas cosas en mi ordenador, entró al establecimiento un hombre mayor y comenzó a ir mesa a mesa repartiendo unos papelitos. Así comenzó mi particular cuento de Navidad.

Un antes
Cuando se acercó a mí fue muy amable, la verdad. Para mi sorpresa, me dijo que tenía un canal de Youtube donde subía sus composiciones en guitarra y me estuvo haciendo varias preguntas. También me dijo que hacía canciones muy bonitas y me estuvo explicando alguna de ellas a través de su papelito (dónde ponía que por favor compartiéramos su canal y diéramos like a sus canciones).

Después de pasar por mi mesa, terminó de hacer la “ronda” por el local y se fue del establecimiento. Me metí en su canal y vi que contaba solo con apenas 100 suscriptores. Miré a mi alrededor y todo el mundo había tirado o hecho una bolita con el papelito. Nadie había prestado atención a aquel hombre y eso (y su dedicación para ir mesa a mesa vendiendo su contenido) me enterneció y decidí ayudarle de alguna manera a promocionar sus canciones.

Pensé que si subía un tweet a mi cuenta de Twitter (donde tenía más de 1000 seguidores) y pedía que se compartiera el mensaje con una foto del papel (dónde venía su nombre y los datos del canal), alguien seguro que seguiría la iniciativa. Y eso hice.

Un durante

A los 15 minutos empezó la magia. Miré mi móvil y vi que varios seguidores míos (con muchos seguidores a su vez) habían hecho retuit de mi mensaje y eso había desencadenado que la petición se empezara a mover de una manera muy rápida. Media hora después ya sabía que se iba a liar parda. Mi móvil no paraba de vibrar. 20, 50, 100, 250 retuits… La cuenta subía por segundos.

En ese momento sentí pavor. ¿Y si el pobre hombre mayor se asustaba de que tanta gente se metiera de repente en su canal? Decidí ponerme en contacto con él y mandarle un mensaje vía Youtube donde le decía lo que había pasado.

Pasaban los minutos y la bola se hacía más y más grande. Cuando llegué a casa y vi que Risto Mejide y otras celebridades y famosos habían compartido el mensaje supe que esa bola ya no había quien la parara. Tuve que desconectar la aplicación del móvil y las notificaciones. Tenía tantas por segundo que se me bloqueaba. Cientos. Durante horas y horas…

Así pasé la Nochebuena, entre la incredulidad de lo que estaba pasando, la alegría inmensa de que la gente se volcara en ayudar a Manolo (el hombre mayor) y el miedo de que él se asustara.

Pensé que al terminarse la Nochebuena el efecto del tuit pararía, pero no fue así. Al revés, la llegada de la Navidad potenció mi mensaje e hizo que se compartiera todavía más.

Ese día de Navidad me volqué en intentar dar con Manolo de alguna manera para contarle lo ocurrido. También para decirle que algunas personas se habían ofrecido desinteresadamente a grabarle cds gratis, vídeos profesionales, webs y hasta fotos. Fue absolutamente increíble todo el cariño y reconocimiento que recibió Manolo en tan solo unas horas.

Al mediodía me llamó la cadena Ser para decirme que querían entrevistarme en el programa «Hoy por hoy» (el programa más escuchado de la radio española). Más tarde fue la tele. Los informativos de Mediaset querían sacar la noticia. Yo acepté con la condición de que me ayudaran a encontrar a Manolo. Y así fue. En apenas unas horas, el equipo de informativos dio con Manolo el mismo día de Navidad. Cuando le llamé me temblaban las piernas. ¿Qué diría?, ¿Un hombre tan mayor entendería lo que había pasado?, ¿le gustaría?…

Fue encantador. Lloré cómo si no hubiera mañana cuando me dio las gracias en los 20 minutos que estuvimos al teléfono. Se había enterado por familiares y amigos y había leído mi mensaje en Youtube. Quedamos en conocernos al día siguiente en la misma cafetería donde pasó todo. Allí hicimos el reportaje que salió en los informativos de Mediaset. Manolo no entendía bien la repercusión que había tenido. Estaba emocionado por todos los mensajes maravillosos (miles) que había dejado la gente en su canal Youtube y a la vez estaba muy agobiado. Su entorno cercano no había parado de llamarle a casa para decirle que era famoso y estaba harto de descolgar el teléfono o recibir visitas en casa de amigos.

REFLEXIÓN 1. Una de las cosas en las que más he pensado, tras lo ocurrido fue precisamente que, un día recibes millones de visualizaciones de todo el mundo, miles de comentarios amables y respetuosos y al final, lo que te agobia es que te paren en tu propio pueblo los amigos o que te llamen para felicitarte. Supongo que es difícil resistirse a la tentación de contactar contigo o decirle a los periodistas (o a cualquiera) que te conocen.

Manolo decía que no quería ser famoso. Él siempre había soñado con llevar su música a todo el mundo y arañar unas pocas visitas (miraba todos los días el contador de Youtube) y con todo lo que había pasado, se daba por satisfecho hasta el infinito. Ahora tocaba volver a la calma. Dijo no a muchos periodistas y eso me hizo a mí también tomar la decisión de no hablar con nadie más.

Pasaron cosas curiosas. Me llamaron de otros programas importantes de radio, de la prensa escrita y de un programa de la tv para hacer un especial de Manolo. Las redactoras de este último, no lograban entender cómo yo no quería ser entrevistada a pesar de que Manolo no quisiera salir. Es como rechazar tu minuto de gloria televisiva, decían. Pero es que yo solo quería sacar una sonrisa a un hombre de 78 años por Navidad.

REFLEXIÓN 2. Yo nunca me imaginé tener una repercusión así. Tampoco subirme a ningún carro. En cambio algunas personas pensaron que (inicialmente) me había inventado lo de Manolo para hacerme famosa. Otras no entendían que no me subiera a la bola para sacar provecho propio. Y yo me preguntaba, ¿Dónde queda el poder hacer algo por otra persona desinteresadamente?, ¿no son precisamente las cosas así, totalmente ingenuas y autenticas las más bonitas y potentes?, ¿en qué momento nos hicimos egoístas o deseamos tanto tener exposición mediática?

REFLEXIÓN 3. Porque esa es otra. De la noche a la mañana te vuelves la persona más buscada. Todos se pegan por un minuto de tu historia. Y unos días más tarde tu historia no le importa a nadie y la gente se olvida de ti. Vivimos en un mundo absolutamente efímero. La rueda no para de girar. Devoramos contenido sin pestañear: canciones, noticias, historias… ¿Es eso sostenible?, ¿a cuánta gente le damos foco e ilusiones y luego se la deja tirada?, ¿de qué vale hacerte “famoso” unas horas?

Yo intenté explicar a Manolo que no se preocupara, que en unos días nadie le llamaría. Y él no lo acababa de entender. ¿Cómo iban a dejar de llamarle tan pronto? Me dijo que tendría que seguir repartiendo sus papelitos cuando le dejaran de ver.

Es curioso el contraste. Por un lado es muy difícil sobrellevar la bola mediática que viene a engullirte y por otro lado cuando se va, puedes echarla de menos. ¿Dónde esta el equilibrio en el que te sientes bien y le das una caricia a tu ego sin agobiarte?, ¿es eso posible o siempre hay un precio a pagar cuando te expones? 

Por supuesto, este es un caso especial porque el impacto mediático fue gigante, pero supongo que cada persona tiene un punto de equilibrio según como sea.

Un después

A Manolo le ofrecieron algunas empresas ciertas cosas. También llevarle su canal de Youtube. No sé muy bien los detalles. Hubo gente que contactó conmigo para ofrecerle a Manolo cosas absurdas “gratuitamente” solo por hacerse autopromoción. También después de salir en la tele, tuve decenas de mensajes de gente que me pedía promocionar sus carreras, sus empresas… Así directamente. Oye tú, quiero que publiques mi música. O mi ropa. Hazme famoso

Esa para mi es la peor parte de todo esto. Todas las personas que se intentan aprovechar de una situación. Aun así, siempre es fácil decir que no, aunque muchos no lo entiendan. Y es una manchita tan pequeña entre todo lo bueno, que es casi anecdótica.

Al final y después de todo lo ocurrido, yo me quedo con el cuento de Navidad, el de verdad, donde 5.800.000 personas hicieron posible un sueño de alguien compartiendo mi tuit. Sí, mi mensaje llegó a casi 6 millones de personas. Aún hoy me parece increíble.

Me quedo con los miles y miles de mensajes bonitos que le dejaron a Manolo. Me quedo con que cuando nos unimos podemos hacer cosas maravillosas. Al final da igual cómo seamos, nuestros gustos, nuestros colores políticos. Somos personas y tenemos un corazoncito latiendo dentro de nosotros. Me quedo con el poder de Twitter, donde habitan muchos haters, pero donde también se puede conocer gente genial o hacer que un papelito pidiendo likes para que un hombre de 78 años tenga casi 62.000 me gusta y 57.000 retuits.

Me quedo con el tesón de Manolo. Con el pelear y el currarse mesa a mesa cada visita para que te conozcan. No un día ni dos. Manolo llevaba años repartiendo sus papelitos. Supongo que también esto es el karma. Sembrar durante muchos años, que la gente no te preste mucha atención y que un día medio mundo confabule para darte las gracias por tu música.

Manolo pasó de un centenar de suscriptores en Youtube a casi 80.000 prácticamente en dos días. La mayoría de sus vídeos tienen miles de visualizaciones. Un rock suyo por ejemplo, tiene 105.000 visitas. Eso es maravilloso porque al final, toda esa gente va a poder seguir escuchando a Manolo más allá del tuit. La canción nueva que subió a comienzos de año después de todo el berenjenal ya tiene casi 30.000 visualizaciones.

Yo solo puedo dar las gracias a todo el mundo que lo hizo posible. Gracias por compartir el tuit. Gracias por todos los mensajes tan bonitos que yo también he recibido. Gracias por ser generosos con Manolo. Ha sido una experiencia alucinante. Muy intensa. Nervios, incredulidad, felicidad, emoción, miedo a meter la pata o que se me fuera de las manos. He pasado por todos los estados vitales. También he aprendido muchísimo. De los medios. De las redes. He vuelto a creer en las personas, porque estaba un poco decepcionada con todo lo que se ve en el día a día. Twitter es una herramienta extremadamente potente y a la vez por esa potencia, da miedo que te coma la bola mediática. Aún así nadie tiene la formula de la viralidad. De repente un mensaje o historia gusta y boom, millones de personas lo comparten en segundos. Y esas personas lo comparten en otras redes: en Whatsup, en Instagram, en Facebook. Al final, de una cosa que hiciste pequeñita se entera todo el mundo, literalmente.

Yo estoy segura que la historia de Manolo reunía muy buenos ingredientes, pero creo que fueron un cúmulo de pequeñas coincidencias y factores los que realmente hicieron magia. Y bendita magia. No hay nada que haga más feliz a uno mismo, que poder sacar una sonrisa y llenar de felicidad a otra persona sin que se lo espere y sin pedir nada a cambio.

Siempre recordaré este cuento de Navidad.  GRACIAS. (Natalia Rodríguez Núñez-Milara)

Cómo no sabían que era imposible, lo consiguieron.  Jean Cocteau

 

Lo que nos puede enseñar Operación Triunfo de comunicación

Una actuación perfecta, sin desafinar una nota, controlando cada paso al milímetro, sin salirse del círculo marcado, sin entrar demasiado en contacto con el público, no vaya a ser que haya que hacer algo fuera del guión. ¿Son estas las actuaciones que nos dejan sorprendidos, que nos hacen saltar del asiento y vibrar? Seguramente no. En muchos concursantes de Operación Triunfo lo hemos visto y los ejemplos son numerosos en el mundo artístico. Técnicamente impecables, con una voz capaz de llegar a cualquier límite. Y sin embargo, han terminado fuera de la academia o del mundo musical antes que otros cuyas voces tienen mucho que pulir. Al margen de favoritismos ¿Qué hay detrás de esto? ¿Qué podemos aprender para dar una ponencia, presentar nuestra startup, negociar con un cliente o formar?

En la comunicación buscamos conectar. La perfección absoluta y el excesivo control, lo técnico y profesional muchas veces nos alejan de ello. Queremos controlar cada palabra memorizada, como pasamos las diapositivas, si nos movemos hacia delante o hacia atrás, la posición de las manos, el tiempo exacto en el que terminamos… y nos olvidamos de sentirnos y sentir a otros. Nos olvidamos que la comunicación no son datos, sino emociones.

Se ven muchos casos de ejecutivos o autoridades en grandes eventos leyendo una hoja detrás del atril. Un papel escrito por otra persona en un lenguaje absolutamente profesional. Un papel que no sienten en primera persona. Sin levantar la vista, no vaya a ser que les distraigan, sin saltarse una palabra, no vaya a ser que no hayan memorizado bien. Y miras al lado y solo ves caras sin expresión. Jamás conseguiremos generar emociones así. Porque en el artista que choca las manos al público porque lo siente, en el formador que pregunta en lugar de afirmar, en el ejecutivo que se toma un bizcocho al ir a ver a su cliente o en el emprendedor que no sigue las diapositivas para contar una anécdota personal, hay falta de control total, si, pero también valentía y brillo, la única vía a la conexión. Y puede dar miedo generar interacción, debate y reflexión en un aula o en una ponencia porque se sale de la guía, es incierto y hay que saber improvisar y construir en base a sus repuestas. Puede dar miedo descolocar un aula y que no estén todos mirando la nuca del de enfrente porque hemos vivido desde niños haciendo lo mismo. Puede dar miedo dejar abierta una negociación porque nos han enfocado siempre al corto plazo. Puede dar miedo pero esta improvisación planificada es la que hará pasar de perfecto a emocionante. Y que el pitch de tu proyecto, la formación, la negociación o la ponencia realmente se absorban y lleguen a calar profundamente, generando algo más que un simple: ¡No ha desafinado nada!

12 consejos sobre el lenguaje no verbal para triunfar en una entrevista de trabajo

El CV no siempre es la mejor carta de presentación a la hora de hacer una entrevista: también existen otros factores mucho más importantes como pueden ser tu discurso y, sobre todo, tu lenguaje no verbal.

Te proponemos una serie de prácticas clave que pueden hacerte triunfar en una entrevista gracias a tus gestos:

  1. Mantén el contacto visual: debes mirar siempre a los ojos de tu entrevistador pero sin intimidar.
  2. Saluda con un apretón de manos y estate atento y simpático.
  3. Sonríe: siempre y cuando no sea exagerada, una sonrisa es sinónimo de mente abierta y disposición.
  4. Evita gestos de inseguridad como morderse el labio o rascarse la cabeza.
  5. Evita los gestos de desprecio como levantar una ceja o hacer muecas.
  6. Mantén las manos abiertas y expuestas hacia el entrevistador. No te tapes la boca con la mano o te toques el pelo mientras hablas ya que podrías perder credibilidad.
  7. No utilices los objetos que tengas a tu alcance para “juguetear” con ellos. No te muerdas las uñas o “golpees” con el bolígrafo la mesa.
  8. Intenta mantener una postura seria y al mismo tiempo relajada y natural.
  9. Siéntate en la silla de forma correcta: evita sentarte al borde porque solo estarás demostrando que deseas irte lo más pronto posible.
  10. Deja que el entrevistador tome la iniciativa. No hables ni demasiado poco ni demasiado.
  11. Evita mover los pies y las piernas: es un indicativo de que estás aburrido, nervioso o molesto.
  12. Tienes que mantener la postura de la espalda y la cabeza rectas: es sinónimo de confianza. No te aproximes demasiado al entrevistador ni cruces los brazos.

Feedback de combate

El feedback es una actividad esencial en los procesos de aprendizaje. Es la oportunidad para ampliar la perspectiva: de saber cómo impactas en otros, de obtener información que puede ayudarte a enriquecer una idea…

Lamentablemente, en muchas ocasiones desechamos su valor, o lo relativizamos, tal vez porque el proceso de comunicación está mal construido (sentimos que nos atacan, tal vez porque de hecho nos atacan), o porque no damos autoridad a la persona que nos da el feedback.

En algunas ocasiones, también rechazamos el feedback por nuestra falta de disposición al aprendizaje, que a veces disfrazamos de argumentos, como nuestra fe en la idea y nuestra obligación a defender aquello en lo que creemos. Es lo que nos pasa cuando decimos “en realidad es envidia” o “él no sabe de lo que habla, no lo ha trabajado como yo”.
A menudo, convertimos los procesos de feedback en auténticos combates, en los que es mucho más importante legitimar nuestra idea que exprimir la opinión del otro. En algunas situaciones, esto entraña un grave riesgo, porque es realmente peligroso entrar en una “guerra” de argumentos para justificar y dar réplicas a las críticas que otros nos puedan hacer.

Máxime, si esos otros son nuestros clientes, nuestros responsables… Poco que ganar, mucho que perder.

Por supuesto, a veces el “cómo se dice” puede desvirtuar mucho el “qué se dice”. Un feedback mal dado puede generar un impacto emocional que hace mucho más difícil extraer un aprendizaje. Pero como receptores sería bueno, aun así, que separáramos el grano de la paja,  y extrajéramos aquella información que de hecho amplía nuestra visión de las cosas y por lo tanto, abre líneas de actuación.

No es obligatorio que cambiemos nuestro pensamiento o actuación ante el feedback que nos dan. Tampoco es necesario que nos quedemos callados, y obviemos nuestro punto de vista.

Por supuesto, si el feedback que recibimos supera los límites de la buena educación, puede convenir acortar el momento o incluso defender nuestra dignidad como personas.

Pero cambiar la oportunidad de aprendizaje que el feedback de otros nos proporciona, por la oportunidad de buscar la “victoria” en el combate de argumentos, es una práctica que lleva a pérdidas, nos enroca y nos impide crecer.

Hablar para resolver conflictos

Es de uso común ese dicho de que “hablando se entiende la gente”. Pero en sí mismo, no es una máxima que podamos aplicar en todas las ocasiones.

De hecho, en circunstancia concretas, hablar no solo no tiene por qué servir para resolver un conflicto, sino que puede servir para lo contrario.

La actitud de las partes y la limpieza del canal de comunicación entre ellas, es decisiva para convertir a la comunicación en la herramienta para resolver los conflictos. Apuntamos algunas claves:

  • Cuando los interlocutores no se respetan, o no confían entre ellos, es difícil que puedan hablar con transparencia, y eso va a generar acuerdos, si es que se generan, que van a ser inciertos en cuanto a su calidad y sostenibilidad.
  • En muchas ocasiones, la ausencia de respeto entre las partes, más que la ausencia de confianza, puede dar lugar a espacios de comunicación muy “calientes”, en los que el foco de la conversación no está situado sobre el conflicto a resolver, sino sobre las cuitas entre los intervinientes. Eso ensucia el canal de comunicación y, en el peor de los casos, lo rompe. Y si no hay canal de comunicación abierto, no hay negociación posible.
  • Cuanto partimos de un histórico conflictivo, en el que las partes no han cumplido con sus compromisos, las bases de la comunicación están deterioradas, y solo a través de una reconstrucción de las mismas, la comunicación para el acuerdo será positiva.

En nuestra experiencia, los grandes gestores de conflictos, en cualquier ámbito de la vida, son personas respetadas y que respetan, y que son muy eficaces en el cuidado de las relaciones, independientemente de que no siempre logren acuerdos. Tienen una visión de largo plazo, que permite trabajar con la filosofía de que “si no puede ser hoy, tal vez pueda ser mañana”.

¿Hablando se entiende la gente? Sí, si hay respeto entre las partes y una relación de confianza mutua, que está por encima de los diferentes puntos de vista e intereses que puedan existir.

 

 

¿Cómo es tu jef@?

Si yo te digo…

Inteligente, buen comunicador,  honesto, fiable… ¿quién se te viene a la cabeza?

Piensa, piensa…pueden venir a tu mente imágenes asociadas a amigos y amigas, familiares, compañer@s de trabajo…¿y tú jefe? ¿Lo describen estos calificativos? Si es así, sin duda estás de enhorabuena. 

Un buen jefe, directora o como queramos denominarlo, debe tener entre otras, estas principales características: la inteligencia, la honestidad y una buena capacidad para comunicar.

Sin duda, con estas tres velas, el capitán dirige a su flota con éxito, porque su tripulación sabrá cuál es su papel y sus objetivos y los ejecutará desde la autonomía y la confianza depositada en ellos. Sabrán que todo cuanto se les comunica es veraz y fiable y además tendrán la certeza de que el rumbo marcado es la mejor opción posible tras un exhaustivo análisis de posibilidades, recursos, situación. 

Si quien te dirige es jefa, pensemos en ella en estos términos: ha de ser trabajadora, estar preparada, ser inteligente, dar ejemplo, transmitir y contagiar el orgullo de pertenencia a su equipo y mostrar el mismo o mayor compromiso que exige a sus empleados.

Pero dejando géneros aparte, quizás una de las virtudes que más caracterizan a los buenos jefes es su capacidad y predisposición a la escucha. Esa acción que tanto nos mueve y nos remueve a todos…y es que, ¿a quién no le gusta sentirse escuchad@alguna vez? Si además es tu jefe o jefa quien lo hace, mucho mejor. No sólo por un mero traslado de información, sino porque así se genera un gana gana que a veces se nos olvida, ¿cómo?:

-El jefe descubre una situación, sentimiento, trabajo-El empleado siente su sitio, su momento y comparte su inquietud, emoción, idea…

-El jefe felicita (si procede), el empleado se siente reconocido.

-El jefe analiza y critica constructivamente- el empleado analiza su comportamiento, trabajo, actitud y toma conciencia del error de cara a evitarlo en el futuro.

-El jefe anticipa posibles repercusiones e impactos de la situación descrita e invita a plantear soluciones- El trabajador se siente protagonista y responsable de dar con la solución que hará finalizar con éxito la situación.

-El jefe detecta el talento y ofrece el espacio para trabajarlo- el empleado desarrolla todo su potencial, reforzando sus habilidades y autoestima.

-El jefe genera contextos para crear, compartir y analizar-el empleado toma la iniciativa, piensa en global y aprende de lo ocurrido.

Si en todas las empresas se consiguiera este baile jefe-empleado, aumentaría la productividad, disminuiría el estrés, crecería el compromiso, descenderían las bajas laborales, aumentaría la creatividad…

Si en todas las empresas pensáramos en las personas primero, otro gallo cantaría. 

 

Los líderes oscuros

Tras el descubrimiento que ha supuesto para mí el personaje del capitán Flint en una conocida serie de TV, “Black Sails” basada en la novela de Robert Louis Stevenson ‘La isla del tesoro’, estas semanas he podido dar algunas vueltas a un tema que no por manido, deja de tener su interés para todos nosotros y es, ¿se puede ser líder aún estando envuelto en sombras? Y permitidme que me explique cuando digo lo de “sombras”, recordando antes algunas premisas básicas para que una persona sea considerada como líder.

  • Debe haber un grupo que reconozca previamente sus capacidades y le otorgue autoridad.
  • El líder debe tener la capacidad de pensar a largo plazo y con visión sistémica.
  • El líder no se conforma.
  • El líder demuestra coraje, creatividad y decisión en situaciones complejas.
  • El líder da la cara en los momentos difíciles.
  • Suele ser una persona persuasiva y gran negociadora.
  • Exigente consigo y con los demás…

Teniendo claras estas premisas, cuando hablamos de un líder en “sombras”, nos referimos a  varias interpretaciones posibles…

MOMENTOS TORMENTOSOS

Por un lado, a la posibilidad de atravesar uno o varios momentos tormentosos a lo largo de la vida que pueda provocar en el líder una pérdida de  objetividad a la hora de razonar y analizar, separando un hecho o una situación de su “tormenta” (sea ésta personal o profesional) para llegar a la toma de decisiones más justa o adecuada posible según el momento y circunstancia.

Por otro lado, nos referimos también a la posibilidad de tener un cúmulo de circunstancias o personas “oscuras” alrededor que pueden perjudicar la credibilidad del líder.

Pues bien, partiendo de estas dos posibles situaciones y analizando detenidamente los  pormenores de la serie televisiva en cuestión (sobre todo de algunos personajes, como Flint que vive a caballo entre la persona y el mito), así como algunos acontecimientos políticos muy interesantes que están ocurriendo en nuestro país y que nos hacen fijar la mirada en los diferentes líderes de cada partido, llego a la conclusión de que mi respuesta es sí. Un líder puede seguir siéndolo a pesar de la “oscuridad” que le rodea o de su “tormenta interior”. Y quiero analizar algunos porqués a esta respuesta.

NO HAY CAMBIO RADICAL

Un líder que ha tomado en el pasado decisiones acertadas, que ha dado muestras de sus  desvelos por preservar el bienestar de los componentes del grupo que dirige, que ha tomado medidas drásticas que a veces no se entienden, no pierde su credibilidad de la noche a la mañana. Más bien al contrario, suele encontrarse con segundas oportunidades que el grupo le brinda… ¿por qué?:

-porque el líder es capaz de influir en los comportamientos y actitudes de los componentes del grupo que dirige a pesar de las circunstancias “oscuras” o de su particular travesía del desierto. -Porque a veces el grupo que dirige, comprende las intenciones del líder al priorizar el bienestar colectivo frente al suyo propio.

-Porque todo lo anterior, genera en los componentes del grupo un sentimiento de pertenencia tal, que es difícil resignarse a perderlo en caso de quitarle al líder la autoridad otorgada. Estas segundas oportunidades pueden venir por tanto originadas por el egoísmo, la inseguridad o el miedo.

EL LÍDER ATORMENTADO SIGUE OPERANDO

Del mismo modo y partiendo de esta misma premisa, puedo llegar a pensar que el líder sigue operando a pesar de los nubarrones que lo acompañen en determinados momentos de su vida, por varios motivos:

-el primero y más lógico podría ser, porque prioriza el beneficio grupal frente al individual y el líder es el más preparado para conseguirlo.

-En segundo lugar, porque también podríamos encontrar un componente egoísta o de temor en caso de que el grupo se disolviera o le negara la autoridad concedida. Automáticamente, ese mundo al que el líder pertenecía y por el que trabajaba, dejaría de existir y por tanto esto cuestionaría el sentido de su gestión y sus desvelos.

Sea como fuere, un líder “atormentado” puede seguir ejerciendo como tal, gracias a la licencia que le otorga el grupo al que dirige y con la autoridad que él gana a través de sus gestiones y decisiones.

Cuando pensemos en esta figura y tratemos de comprenderla mejor, pensemos en cada uno de nosotros liderando nuestra propia vida, ya que como decía Guy Maupassant escritor francés del siglo XIX,

“Nuestro gran tormento en la vida proviene de que estamos solos y todos nuestros actos y esfuerzos tienden a huir de esa soledad.”.

Dame soluciones y te diré quién eres

En nuestra vida diaria, nos vemos obligados a relacionarnos con muchos tipos de personas:

Las optimistas que siempre ven el vaso medio lleno; las que se dejan llevar por las circunstancias o las personas que les rodean, adaptándose con facilidad a lo que venga.

Los pesimistas, que tienden a ver el vaso medio vacío y además suelen tener dificultades para llenarlo; los inflexibles que no ceden ante nada ni nadie y casi siempre se ven obligados a despotricar de un sistema que a duras penas se adapta a su modelo ideal…

Podríamos profundizar un poco más en todos ellos si desgranáramos cada matiz, cada diferencia entre unos y otros, pero no quiero detenerme en esto, sino en tratar de identificar los comportamientos de un perfil buscado y querido en cualquier organización para que cada uno de nosotros pueda verse o no en este espejo improvisado.

No precipita sus decisiones ante la urgencia; primero recopila información, después analiza, por último decide.
No se centra en las quejas, más bien, aporta soluciones.
No culpa al entorno de lo que les ocurre.
Se siente dueño de su destino, en tanto en cuanto toma decisiones conscientes y dirigidas.
Cuando se equivoca, lo reconoce, asume su error y busca soluciones o planes de mejora.
No se deja dominar por sus emociones ni por los pensamientos negativos.

¿Cuándo y dónde empieza la gestión de los Recursos Humanos?

A menudo me hago esta pregunta, sobre todo ahora que tengo la oportunidad de relacionarme no sólo con el entorno empresarial, sino también con el universitario y el de colegios.

Hasta este momento no tenía ninguna duda. Daba por hecho que en las empresas debía gestionarse sí o sí el capital humano, el talento, los procesos, los procedimientos internos…en definitiva las personas, y trabajar así asuntos de base como son la definición de puestos, las competencias asociadas a ellos y establecer políticas de selección, formación evaluación y retribución, sin plantearme antes una necesidad más temprana.

Pero cuando a veces, delante de profesionales hechos y derechos, con cualidades técnicas inmejorables, tenemos que trabajar determinadas competencias que pueden parecer de «cajón», nos rasgamos las vestiduras. ¿Cómo es posible que un genio o una persona con talento no termine de brillar porque le faltan competencias como la capacidad de trabajar en equipo, la asertividad o la empatía?, ¿esto no puede evitarse o prevenirse?

Hoy creo que puedo aportar una respuesta a esta cuestión. Nadie nos enseña a trabajar estas habilidades hasta que llegamos al entorno empresarial y a veces, ni eso. Y mientras tanto, ¿este gap hasta mi inmersión en el mundo adulto quiere decir que mi vida como niño o como adolescente no requiere de la puesta en práctica de éstas y otras habilidades? Indudablemente no. Creo firmemente que desde que nacemos y hasta que nos morimos, aunque somos seres individuales, vivimos en sociedad y esto requiere idealmente de unos recursos que toda persona tiene o debería tener más o menos trabajados para convivir exitosamente con las personas que nos rodean. Pero como nadie nace sabiendo ( o casi nadie) es necesario que nos guíen y el camino debería empezar en los propios colegios. Allí tenemos nuestras primeras ocasiones para sentir empatía, para liderar proyectos, para ser asertivo, para reconocer nuestras fortalezas, nuestras debilidades. Y el camino continúa después en la universidad o en la formación profesional, donde indudablemente nos preparan con unos conocimientos en su mayoría técnicos, hacia el mundo profesional.

Pues bien, si queremos profesionales competentes, eficientes, preparados… debemos comenzar a guiar sus caminos desde bien temprano. Es necesario suscitar el interés, la inquietud por saber, la capacidad de automotivarse, de conocerse y de aprender a relacionarse con los otros y con el entorno en edades tempranas y consolidar en nuestra juventud, todo ese descubrimiento y aprendizaje para llegar a ser profesionales preparados que se reciclen y mejoren sus competencias con el paso del tiempo.

El camino es largo y la responsabilidad de todos…¿damos un primer paso?