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Etiqueta: generosidad

¿Existe el bien común?

El bien común es un concepto que surge en el marco de un proyecto económico abierto a las empresas y promovido por el economista austríaco Christian Felber que pretende implantar y desarrollar una verdadera economía sostenible y alternativa a los mercados financieros en la que necesariamente tienen que participar las empresas.

La oportunidad de participar en los últimos meses en un proyecto colaborativo basado en los principios de la economía del bien común, me han hecho pensar en el sentido de este tipo de modelos de participación ciudadana, máxime en un tiempo como el que vivimos.

No hay forma de entender estos modelos sin valores como la generosidad, la disposición a aprender o el compromiso. Este último, en un doble sentido: el compromiso con la sociedad, que nos invita a salir de nuestra burbuja. Y el compromiso con nosotros mismos, integrando en nuestra agenda una actividad que se sale de los cánones de la más pura economía financiera, en la que el tiempo se invierte solo si es rentable.

Por ser estos los valores que subyacen, es fácil encontrar en estos modelos colaborativos a personas especiales, de las que amplían tu mirada y te ayudan a dar luz a las flores que hay en los bordes del camino, fuera de él.

Pienso, eso sí, lo complejo que es embarcarse en uno de estos proyectos, que exige una renuncia a los intereses individuales en tanto no están supeditados a los objetivos comunes. En un mundo en el que demasiada gente considera que todo está bien cuando se gana, pero perder se lleva fatal, los valores del bien común encajan con dificultad.

Pero es que además, no me parece sencillo definir qué es eso del bien común, y es de lo que considero que hay que partir. Ese grupo de personas solidarias han de empezar definiendo cuál es el ámbito de influencia en el que desean actuar, y qué significa exactamente para ellas bien común. En caso contrario, es fácil que la utopía, en lugar de potenciar el movimiento, lo frene.

Y luego está el problema de la responsabilidad personal. Este tipo de modelos colaborativos se basan en la predisposición de las personas a dar sin esperar nada a cambio. ¿O no? ¿O siempre que se da, se espera al menos un equilibrio en la ecuación entre dar y recibir de quien participa? Es difícil responder a esta pregunta en profundidad, porque algunas expectativas pueden operar a nivel inconsciente.

La solución que abordan los equipos para responder al dilema del compromiso altruista, es hablar claro: “yo puedo entregar esto, y espero esto de vosotros”. Pero en mi opinión, no es suficiente. Creo que nadie, salvo cada uno, puede valorar de verdad si debe participar en una actividad de estas características, leyendo si la relación entre lo que se da y lo que se recibe, está equilibrada en el grupo. Y tomar decisiones proactivas, sin necesidad de normas y requisitos, que chocan contra la filosofía del modelo.

Impulsando la generosidad

Si hay un impulsor del talento joven que ha de hacernos pensar a las generaciones que ya no cumplimos los 40, es el de la Generosidad. No estoy hablando de la generosidad tradicionalmente entendida, la económica. Obviamente, los jóvenes andan a menudo “tiesos” de dinero e invitan cuando invitan…

Me refiero a una generosidad mucho más profunda: ese compartir sus ideas, sus experiencias; ese estar dispuesto a un esfuerzo extra sin esperar nada a cambio. Pero sin esperar nada a cambio, de verdad. Regalar por el placer de regalar. Por ver lo que ocurre fruto de ese regalo.

En Factoría, siempre que pedimos voluntarios para cualquier cosa, nos sobran manos. Ni qué decir tiene que es algo muy gratificante. ¡Y casi siempre, además, te dan las gracias por haberles permitido ser generosos!

¿A qué se debe esa generosidad? Mi impresión es que se debe a dos factores, uno bueno y uno malo: el bueno, es que han descubierto que cuando hay generosidad, el volcán de ideas es mucho más caliente, y eso les encanta. El malo, es que son más ignorantes de la utilización que “los malos” hacen de las personas generosas. Bendita ignorancia.

Pero si yo fuera una empresa que tiene problemas para fidelizar el talento joven, buscaría aquí otra de las causas. Porque si un chico o chica con potencial, con ganas de impulsar, de crear (como son los chicos y chicas con potencial), se dan cuenta de que están trabajando en un entorno en el que o miras por el espejo retrovisor o te la clavan, si no pueden estar seguros de que el compartir, el pensar en global, el buscar las sinergias, es algo que está en la cultura de la Organización, no tendrán problema ninguno en hacer las maletas.

Y mientras tanto, los mayores, seguiremos pensando que es que los jóvenes son impacientes.

Los jóvenes necesitan entornos organizativos con una cultura de “dar y recibir” muy fluida, en la que los canales de comunicación y los procesos de generación de ideas, no enaltezcan a unos, minusvalorando a otros. En la que el bien común prime sobre los objetivos individuales.

P.D. Solo recordar que nos estamos refiriendo como jóvenes con talento, a chicos y chicas con una visión ambiciosa pero sostenible de los retos, que por supuesto quieren crecer, pero no de cualquier manera. Tiburones, en el mar.

Donde las dan, las toman

Puestos a poner etiquetas a la gente, que es una tarea que nos encanta a los humanos, yo me animaría a decir que el mundo se divide entre las personas que dan sin esperar nada a cambio (o al menos no les importa ser los primeros en dar) y las que primero esperan a ver qué reciben de los demás, para en función de ello responder.

Los segundos son más pragmáticos y seguramente se llevan menos disgustos y se les queda menos cara de tonto. En el mundo profesional, es un clásico el caso de las personas que se comen más “marrones”, precisamente porque son más generosas en el esfuerzo.

Pero como siempre, las cosas no son como parecen. Los “tontos” también tienen su hueco en el mundo. Robert Cialdini es un psicólogo estadounidense, ampliamente conocido por sus estudios sobre la persuasión. En una de sus investigaciones, descubrió que uno de los principios que mejor funcionan a efectos de lograr influir en alguien, es el principio de reciprocidad: normalmente, el hombre siente la necesidad de devolver favores. De esta manera, si alguien se siente en deuda, será más receptivo a una petición de ese alguien a quien debe.

Cuando somos generosos en el esfuerzo, ganamos puntos para poder reclamar a otros un esfuerzo extra. Por el contrario, quien no da nunca, o mide mucho su esfuerzo, va a tener muchas dificultades cuando necesite reclamar a otros que lo realicen.

Da igual que hagas el esfuerzo sin esperar algo a cambio: lo cierto es que eso te da una autoridad extra. Puedes parecer tonto, sí. Puedes parecer aventurado “regalando” generosidad. Pero también estás sumando a tu marca personal valores positivos, que muchas personas sabrán reconocer.

Si hay un impulsor que destaca en nuestros jóvenes en la actualidad, es de la generosidad y el del compromiso social. Buscan entornos laborales en los que se trabaje con estas premisas y se comprometen con ellos. Tal vez es una de las teclas que más resuena en ellos, y tal vez no la estamos tocando lo suficiente en las áreas de gestión del talento.