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Etiqueta: motivación

¿Por qué conduces tu cohete?

Una expresión que se suele usar en el mundo del emprendimiento y la innovación es la metáfora de “ir en un cohete”.  Pero, ¿qué hay detrás de esta frase? Para cada persona tiene un significado diferente. Precisamente en ese motivo se esconden grandes matices que dirigen nuestras decisiones diarias, ya sea que vayas en un cohete que hayas creado tú o seas parte de uno ya creado, porque al final el profesional con valor ahora debe ser un innovador, capaz de cuestionar y entender el sentido de ese cohete, sea cual sea su posición.

Muchos suelen decir que les encanta ir en un cohete por la sensación que les produce. ¿De qué sensación hablamos exactamente? Puede gustarte porque es rápido, todo cambia en un abrir y cerrar de ojos o puede atraerte porque puede llevarte lejos, a un lugar soñado. Dos porqués muy diferentes que modifican la cultura que creas dentro del cohete, que empapan cada acción.

Si ir rápido está en el centro, podrás llegar antes que otros, crecer a velocidad de vértigo. Aunque en realidad si esa es la razón, no importa tanto a dónde llegues. ¡Abrocharos los cinturones que esto va a ser una lanzadera a cualquier lugar! Tu día a día será hacer lo que sea con tal de que los motores no paren. Si por el contrario, una meta soñada es tu núcleo, irás rápido cuando sea necesario y te pararás a repostar cuando la reflexión sea esencial. La velocidad no es el objetivo, sino llegar a un destino emocionante con sentido.

Una y otra razón son igual de válidas. Ambas se pueden unir en ciertos momentos, no son excluyentes. Lo importante es ser consciente de que condicionarán cada paso y todas las personas con las que interactúes de forma muy distinta. Lo importante es saber cuál está en el núcleo.

Simon Senek analizó que los grandes líderes pensaban, actuaban y se comunicaban con el porqué en el centro. Hablaban constantemente de sus creencias, valores y significados. Ese porqué fue el catalizador de su éxito. Creó entonces  un modelo para liderar llamado el “círculo dorado”, que consiste en tres círculos concéntricos con el porqué en el centro, seguido del cómo y el qué. En el qué se encuentra lo que haces, el resultado visible. El cómo son los métodos y medios, el proceso. El porqué es el propósito final.  

La mayoría de empresas van de lo más concreto a lo más abstracto. Empiezan por el qué, luego el cómo y pocas llegan al porqué. Se olvidan del cerebro reptil, que define instintos y creencias y van directamente al cerebro neocórtex, que dirige el pensamiento racional. La velocidad es un cómo. El destino, un porqué. Poner la velocidad en el centro hará convertir la rapidez en una meta.  

Las empresas mas innovadoras tienen en común que van de dentro hacia fuera, eligiendo primero el porqué. Su base es la inspiración, el instinto, las emociones, el sentido. Las empresas mas tradicionales van de fuera, del qué, a dentro, al porqué, basándose al principio en lo convencional y puramente racional.

Las más innovadoras cambian el qué manteniendo siempre presente su misión, visión y valores, encontrando así un sentido en el cambio. El porqué les orienta en las prioridades, es una guía emocional en la innovación. Su cultura de liderazgo implica transmitir una motivación intrínseca a los equipos que les ayuda a aplicar valores de forma autónoma a la hora de cambiar las estrategias, respetando la esencia. Cuidar a las personas es crítico porque quieren que todos lleguen a ese planeta soñado para crear un nuevo mundo allí. Entenderán que destapar el potencial de personas creativas supone dedicar tiempo a construir confianza, desarrollarles y crear sinergias de valor.

Las que van de fuera hacia dentro se preocupan por los métodos, no es necesario transmitir una esencia interesante porque el destino será cualquiera que permita no parar la nave en ningún momento. Su cultura quemará a los equipos porque alimentar, enseñar y delegar supone más tiempo y eso es un gran obstáculo. Elegirán a personas que repitan sin cuestionar, porque idear y debatir supone parar los motores para renovar y esto requiere un complejo balance entre reflexión y acción. Cuidar las bases no es vital, porque da igual a qué planeta se llegue y con quién, mientras se alcance rápido.

Y tú, ¿por qué conduces tu cohete?

“Si quieres construir un barco, no empieces por buscar madera, cortar tablas o distribuir el trabajo. Evoca primero en los hombres y mujeres el anhelo del mar libre y ancho”

 Antoine de Saint-Exupéry

 

 

 

 

 

Pinta tu vida de color

El otoño nos brinda una buena ocasión para mirar con otros ojos una estación que para algunos es sinónimo de melancolía, apatía, decaimiento. Sin embargo para otros, supone un cambio de color en los árboles, ropa de abrigo en los armarios, una luz diferente durante el día, olor a las primeras lluvias, alfombra de colores en las calles y los bosques…

Qué diferente visión la de aquel que se deprime porque deja atrás los meses de verano, añorando esos momentos de ocio en la playa o la piscina pensando poco más que en descansar y disfrutar de esos momentos tan efímeros, de la de estos que miran con ojos “limpios” el tiempo que se les pone por delante y ven en él la ocasión para hacer, desarrollarse, crecer, vivir.

Sin duda, el color del cristal con el que miremos las cosas va a determinar gran parte de nuestras decisiones y por tanto de nuestra vida. No deberíamos dejar que las cosas que suceden a nuestro alrededor nos determinen ni nos definan. Ni el calor ni el frío, ni un coche más o menos moderno, ni un jefe más o menos gruñón deberían determinar nuestra actitud, nuestras decisiones, nuestra vida…

Es posible aprender a educar nuestra actitud para que sea positiva y para ello podemos empezar por pequeños detalles: cuidando nuestra postura corporal, practicando la sonrisa interior, tomando conciencia de nuestras posibilidades, no conformándonos con hacer siempre lo mismo o lo mínimo… porque siempre podemos dar más. Sin duda la actitud, es la que va a determinar en gran medida cómo será mi día, mis relaciones, mi rendimiento, mi nivel de felicidad.

Cuanto más la trabajemos, mejores resultados emocionales conseguiremos, y en esta vida, ¿qué hay más importante que sentirse feliz?

 

Motivos

Siempre me han producido curiosidad esos profesionales que, teniendo puestos de trabajo rutinarios y mucha experiencia en ellos, tiene un nivel de desempeño excelente, una sonrisa siempre preparada para el cliente o el usuario, una fantástica capacidad de gestión y resolución de problemas.

Me producen curiosidad porque a mí me costaría muchísimo encontrar la motivación necesaria para desempeñar esas tareas, un día tras otro. Más todavía si implican tener que atender a personas enfadadas, cuya empatía con quien está al otro lado, a menudo brilla por su ausencia.

He trabajado con estos colectivos de profesionales en muchas ocasiones a lo largo de mi vida, y si algo he aprendido de ellos, es que los que más destacan por su desempeño, tienen niveles de motivación altos, basados en la satisfacción intrínseca, más que en cuestiones extrínsecas.

Estos profesionales son personas que, para sentirse realizados, lo que más necesitan es mirarse en el espejo y ver que la imagen que está al otro les dice: “¡well done!”.

No necesitar (o necesitar en menor medida) de circunstancias externas para encontrar la satisfacción personal, de alguna manera nos hace independientes, libres. Es una gran oportunidad para encontrar la armonía. El reconocimiento externo, la recompensa, las coyunturas laborales, las personas que nos rodean, son cuestiones que no dependen de nosotros. No las podemos controlar.

Sí podemos controlar lo que hacemos y lo que no hacemos. Y también podemos dar sentido a la experiencia, analizando y eligiendo, a veces con mucho esfuerzo, el observador que somos de la realidad.

Creemos que para lograr dar sentido a la experiencia, sobre todo cuando llegan los malos momentos, una persona tiene que tener claros los MOTIVOS que la llevan a actuar de una forma u otra. Cuando esos motivos son poderosos y creemos en ellos, es más sencillo fluir con la actividad y somos mucho más resistentes a toda la negatividad que puede rodearnos.

Tal vez haya motivos mejores y peores, pero de hecho, lo importante es que cada uno encuentre los suyos, y viva conforme a ellos. Porque si no lo hacemos, van a llegar las dudas, y vamos a ser mucho más sensibles y dependientes de la coyuntura y del feedback exterior.

Los motivos dan sentido a la experiencia.

 

 

 

 

 

 

La importancia de un buen ambiente laboral

Muchos estudios afirman que una de las principales razones por las que un trabajador escoge un empleo o no se va de una empresa es porque, además de unas buenas condiciones, es importante que haya un buen ambiente de trabajo. Esto no es un gran descubrimiento, ya que todos necesitamos una atmósfera sana para trabajar. De lo contrario, nuestra productividad, el rendimiento de la organización y hasta nuestra salud física y mental se pueden ver afectadas, llegando incluso a perjudicar nuestra vida personal.

Como en cualquier otro ámbito de la vida, encontraremos a personas en la empresa cuyas personalidades, opiniones o formas de ver la vida no estén alineadas con las nuestras. No obstante, es muy importante crear un ambiente en el que las ideas que planteen unos empleados u otros se escuchen desde el respeto y la tolerancia. ¿Y qué sucede cuando no es así? ¿Qué sucede cuando un empleado menosprecia o muestra indiferencia hacia el resto de sus compañeros? ¿Qué sucede cuando las formas entre unos u otros no son las adecuadas?

Es muy necesario que exista una buena gestión de los Recursos Humanos dentro de la empresa. Primero, se debe detectar el problema, dialogar con los agentes implicados y elaborar posibles soluciones que puedan solucionar el conflicto. Sin embargo, el problema viene cuando no se trata de un enfrentamiento puntual sino de un conflicto laboral que se prolonga en el tiempo. Es muy importante diferenciar si se trata de un caso de mobbing o un simple problema de entendimiento pues las medidas que tengamos que tomar son muy diferentes.

Es cierto que uno de los indicadores más frecuentes para evaluar un ambiente tóxico de trabajo se ve reflejado en la salud de los empleados: estrés, trastornos gastrointestinales, ansiedad o depresión.

Es necesario activar mecanismos de comunicación transparente e invertir mucho tiempo en escuchar a tus empleados. De lo contrario, la falta de claridad en la división de tareas y responsabilidades, la falta de trabajo en equipo, la falta de promoción y la ineficiencia de comunicación interna darán lugar a rumores internos, malos entendidos y, por ende, al fracaso del proyecto.

¿Cómo podemos recuperarnos después de trabajar en un ambiente tóxico?

Tras un tiempo trabajando en un ambiente tóxico, lo más normal es que el trabajador decida abandonar el puesto de trabajo al entender que el ambiente laboral no es el adecuado y que sus responsables o los responsables de recursos humanos no toman las medidas necesarias para solucionarlo. El trabajador deberá recuperarse de ese“trance psicológico”para poder empezar la búsqueda de empleo con la mejor actitud posible.

¿Cómo recobra uno la motivación? Hay una parte muy importante que está relacionada con la autoestima del individuo: el trabajador deberá apoyarse en sus seres queridos para volver a aumentar su autoestima, entendiendo que la búsqueda de empleo se trata de un proceso lento y en el que la paciencia y la constancia son claves. Es necesario que la persona recupere la confianza en si misma y recuerde que ha tomado la decisión más valiente de todas: dejar un trabajo que le enfermaba.

Esfuérzate

Ganarás el pan con el sudor de tu frente. Es un potente eslogan mil veces escuchado en determinados contextos educativos, a lo largo de muchos años. Traducido: cuanto más curras, más contento tienes que estar. Así que échale horas. Riza el rizo. No te vayas a casa si no estás cansado. O incluso aunque lo estés, sigue trabajando también. Y a trabajar aunque estés enfermo, que lo contrario es de cobardes.

Los españoles seguimos en la cola de los países menos eficientes de Europa. Algo falla en la maquinaria, porque tenemos talento y experiencia equivalente al de otros países, pero nos cunde menos. Largas jornadas de trabajo, largas comidas, largos periodos ante el televisor antes de acostarse… Seguramente, todo influye. También nuestra cultura, más relacional y más soleada que otras.

El caso es que la ciencia ya ha demostrado por activa y por pasiva todos los ritmos circadianos y biorritmos posibles. Nos enseña que los niveles de rendimiento óptimos se producen en horas determinadas, y con pautas específicas de alimentación y descanso. Pero “dar el callo” es lo que mola, sobre todo en algunos segmentos empresariales. Así que venga: jornadas interminables, con esfuerzos que todos miran pero no siempre se valoran: cansancio, estrés, desmotivación…

Es curioso cómo paradigmas que tienen buena pinta: “esfuérzate para lograr lo que te propongas”, se desvirtúan y se convierten en: “trabaja mucho para que nadie (ni tú mismo) te pueda reprochar que no te vacías”.

En cambio, todos tenemos claro, con matices, que si mi equipo se esfuerza mucho, pero no gana, el año que viene nos vamos a segunda división. Por supuesto que es difícil ganar si no te esfuerzas, pero no es difícil perder, aunque te esfuerces. Porque muchos se esfuerzan.

Valoro el esfuerzo, pero mejor si nos sirve para no irnos a segunda. Ello implica racionalizarlo, estudiarlo. Entender cómo hacerlo productivo. Descansar después de él, para poder repetirlo al día siguiente. Echar buena gasolina al depósito, para poder alimentar los caballos del motor.

Con este último ladrón del tiempo que identificó Taibi Kahler, cerramos una serie de cinco posts sobre estos usurpadores: APRESÚRATE, COMPLACE, SÉ FUERTE, SÉ PERFECTO, ESFUÉRZATE. ¿Cuál es el tuyo? Atrápalo y conseguirás que tu energía personal esté mejor aprovechada y dirigida al logro de tus propósitos.

 

 

Se acerca el fin de año, es momento de evaluar el desempeño.

Son fechas muy propicias para hacer una parada en el camino y detenernos a analizar cómo ha sido nuestro rendimiento a lo largo del ejercicio anual. Es un momento de cierre, análisis, reflexión y propuesta de nuevos retos y nuevos objetivos.

El factor común de muchas empresas estos días es, ordenar objetivos individuales, evaluar el desempeño del personal y alinearlo con la estrategia empresarial.

El primer paso para llevar a cabo todo lo anterior con éxito es que el trabajador conozca la existencia de este proceso de evaluación y medición de resultados. Además la acción de evaluar debe llevarse a cabo desde la definición de unos pilares a nivel corporativo y siguiendo una metodología concreta que permita analizar el desempeño de nuestros empleados de una manera concreta, no en base a impresiones efímeras o aleatorias de algunas actividades realizadas a lo largo del año.

Siguiendo ese modelo previamente definido, la persona que evalúa no podrá dejarse llevar por su estado anímico o por meras percepciones subjetivas, y no será un simple protocolo de actuación sin trascendencia real en objetivos o planes de desarrollo  futuro. 

Por tanto a la hora de hacer este alto en el camino para la evaluación del desempeño, deberán haberse definido previamente las competencias necesarias para cada rol, ya que éstas serán determinantes en el proceso de evaluación, retribución y  formación del evaluado así como en la selección de futuros candidatos.

Una evaluación de desempeño basada en un modelo de gestión efectivo, busca que los empleados se responsabilicen de sus actividades y resultados, creando un vínculo entre evaluado y objetivos empresariales.

En resumidas cuentas, si en su empresa, ha llegado ese momento de sentarse con sus trabajadores a evaluar su desempeño, le recomendamos:

  • Establecer unos objetivos empresariales claros y unas estrategias de actuación enfocadas a la consecución de los primeros.
  • Definir las acciones que cada empleado puede ejecutar para conseguir el objetivo planteado.
  • Marcar unos hitos temporales y unos objetivos concretos para cada trabajador y para la consecución de sus tareas desde el compromiso y la asunción de responsabilidades.
  • Establecer momentos y espacios donde cada persona pueda mostrar sus alcances, cumplimientos y decisiones, abriéndose la posibilidad de corregir direcciones o reforzar las ya existentes.
  • Retroalimentar y establecer nuevos compromisos mutuos.

Siguiendo estos pasos, seguramente encontrará trabajadores capaces de priorizar sus tareas diarias, enfocados en cumplir metas conjuntas con unas condiciones claras de trabajo que facilitan su motivación y alineamiento empresarial.