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Etiqueta: crecimiento

No miedo

Antes de que sigan leyendo, y para que no pierdan el tiempo les diré que no, que no tengo la receta para no tener miedo. No estoy seguro de si es una utopía o directamente un imposible, pero mi experiencia es que es más práctico tratar de ver qué hacemos para convivir con él.

Pero empecemos por el principio.  A mí es que me parece fenomenal tener miedo. Miedo, por ejemplo, a un bicho desconocido que me mira con ojos de querer atacarme y yo sin saber si es peligroso o no. Hay un miedo físico o biológico, que tiene mucho que ver con el instinto de supervivencia, y que nos ayuda a estar alerta y a protegernos. Yo diría que este miedo es positivo.

Y también diría que tiene una parte positiva ese miedo al error, incluso a decepcionar a otros, a no estar a la altura. Bien gestionado, puede recordarnos la importancia de prepararnos, de entrenar, de no dejar nunca de aprender.

El problema serio surge cuando el miedo, lejos de ponernos en marcha, nos paraliza. Y nos lleva a encerrarnos cada vez más en lo que nos produce seguridad. Y levantamos muros cada vez más altos, que nos aíslen del feedback negativo y de los riesgos a pegárnosla.

No es buen negocio, entre otras cosas porque el miedo es como el agua: al final encuentra un resquicio por el que colarse hasta el rincón más escondido.

Yo diría que puestos a tener miedo, mejor tenerlo fuera de casa y que ahí se quede. Y ahí me peleo con él.

La casa soy yo: mi cuerpo, mi mente. Todos tenemos capacidad para pensar por nosotros mismos (aunque haya personas que intenten privarnos de ella). Todos tenemos una naturaleza exploradora, que nos puede llevar a descubrir, aun con miedo, que tenemos recursos (o podemos aprenderlos) para superar la mayor parte de las situaciones con las que la vida nos rete.

Mi experiencia me ha enseñado que desarrollar el pensamiento propio (aclarando tus propias convicciones)  y el contacto con personas y experiencias diferentes a las mías, son buenas recetas para gestionar los miedos.

Pero como dice Will Smith en un vídeo maravilloso (ver vídeo), de alguna forma hay que pasar miedo para descubrir cosas extraordinarias de nosotros que hay al otro lado. De alguna forma, hay que tener miedo para tener menos en el futuro.

O como me dijo una vez un genio: para sentir la paz, hay un paso previo, que es sentir la inquietud.

Hay un momento en que hay que ponerse en marcha: parar el cerebro que mira hacia atrás y hacia delante. Y centrarse en lo que quieres hacer y en lo que vas a hacer, más allá de lo que pasó y de lo que puede pasar.

Los sistemas, los objetivos, los equilibrios.

Lo ha vuelto a hacer. Me removió la primera vez y, hoy que he vuelto a verla, sigo dándole vueltas a algunas cuestiones.

Whiplash, una película que narra la historia de dos personas que se encuentran a través de la música y de la interpretación que cada uno de ellos hace de la vida, sus vidas.

  • Una obsesión, que puede matar o encumbrar…aunque ¿dónde?
  • Una fijación que deja personas por el camino, cuando se trata de conseguir el objetivo…¿cuántas personas?¿qué representan esas personas?
  • Un objetivo, que te cuestiona a ti mismo, te reta, te descubre, te hace vibrar, te mata…
  • Un talento explotador y a veces mal explotado.
  • Un liderazgo cuestionable.
  • Un entorno donde los compañeros de sueños, fatigas y obsesiones, se «mimetizan» con el entorno…

Ese entorno del que hablábamos hace unos días, bajo el título «El sistema y yo» y donde precisamente apuntábamos las tres maneras que teníamos de relacionarnos con él: «mimetizarse», rebelarse contra él o salir de él. 

Nuestra joven promesa del jazz (Neiman, uno de sus protagonistas) prueba con las tres opciones y tras su particular travesía del desierto, se reencuentra, dando cierto sentido así a la más que cuestionable praxis de su maestro (Fletcher, el otro protagonista de esta historia).

Una historia que ganó 3 Oscar, 2 premios BAFTA, 1 Globo de  Oro, entre otros reconocimientos. Algo más de dos horas de película con contenido intenso para pensar y una banda sonora para deleitar los oídos.

Talento y Tecnología: El Futuro del Trabajo

La compañía de Recursos Humanos, Adecco, la escuela de negocios, Insead, y el Human Capital Leadership Institute presentaron por cuarto año consecutivo el Índice de Competitividad por el Talento Global (GTCI), un análisis orientado a la resolución de los problemas relativos a la competitividad empresarial.

Lanzado por primera vez en 2013, el Global Talent Competitiveness Index (GTCI) es un informe anual de evaluación comparativa que mide la capacidad de los países para competir por el talento. El informe clasifica a 118 países de acuerdo a su capacidad de crecer, atraer y retener talento. España, se sitúa en el puesto 35 de estos 118 países. 

Su riqueza de datos, análisis y tableros nacionales está destinado a ayudar a los países a superar los desajustes de talento y ser competitivos en el mercado global.

El estudio GTCI de 2017 se centra en cómo la tecnología está afectando la competitividad del talento y la naturaleza del trabajo, explorando desafíos y oportunidades significativas y cambios importantes lejos de los enfoques tradicionales de trabajo.

GTCI ha demostrado continuamente que la exitosa competitividad de los talentos es mayor cuando hay ecosistemas fuertes, como ciudades y regiones. Esta primera edición cuenta con 46 ciudades y explora los factores que contribuyen a convertir las ciudades en imanes de talento. Madrid, Bilbao, Barcelona y Zaragoza se sitúan entre las ciudades con mejor índice de talento del mundo.

Si quieres descargar el informe completo, pincha el LINK

 

Si quieres mantenerte en la brecha, observa, escucha y muévete.

Lo que hasta hoy era determinante a la hora de encontrar o conservar un puesto de trabajo, va a cambiar o está cambiando. ¿somos conscientes de ello? En base a esto, ¿cómo nos planteamos nuestro futuro laboral?

Ya no vale con saber hacer algo y hacerlo siempre y siempre igual. Para mantenerse activo y conseguir que las empresas demanden nuestros servicios, debemos entrenar permanentemente y poder dar así las respuestas necesarias a un mundo que está en constante cambio. Un cambio que sin duda está afectando a nuestro día a día profesional, con movimientos políticos, económicos o sociales, cambios en las profesiones tradicionales, cambios por la creciente demanda de la especialización en determinadas ramas, por el incremento de la incertidumbre generada por los rápidos cambios tecnológicos…

Ante estos nuevos escenarios, lo mejor para seguir creciendo, es adoptar una actitud “curiosa” donde prime la capacidad de observación y escucha, donde no tenga cabida el quedarse quieto viendo la “vida pasar”, sino donde podamos anticiparnos a las nuevas demandas y trabajar día a día nuestro talento y nuestra capacidad de adaptación para poder ofrecer las mejores respuestas.

El reto, comienza en nosotros y si queremos avanzar, debemos estar en permanente movimiento.

Crecer a través de un proceso de coaching

En los procesos de desarrollo personal,  no todos los caminos llevan a Roma, pero no existe una única forma de conseguir avanzar hacia los retos del coachee. Existen siempre varias alternativas, y es importante que el coachee participe en la identificación de las mismas, con ayuda del coach.

Un buen coach, ayuda al coachee a descubrir alternativas, acciones, miniretos, una vez que el coachee ha explicitado su estado deseado, pero no debería condicionar, no debería posicionarse en cuanto a cuál es el camino que ha de seguir el coachee. El camino elegido, con absoluta libertad, ha de ser decidido por el coachee, y esta es una de las grandes claves de éxito de los procesos de coaching. 

El avance en procesos de desarrollo personal y profesional exige de un alto nivel de compromiso del coachee, y éste es muy difícil de conseguir, cuando lo único que ha de hacer es seguir unas consignas que le marca su coach.

Tanto los retos, como las acciones para darles respuesta, han de ser una elección personal, una obra en la que el coachee no es un mero obrero, sino que es el arquitecto. Ello sí permitirá que la predisposición para dar lo mejor de sí mismo en el proceso de desarrollo sea excelente.

La convivencia del proceso de desarrollo personal con otras muchas responsabilidades del coachee (su trabajo, su familia, etc.), condicionan en gran medida el timing del proceso. Nuevamente, es el coachee el que ha de marcar la pauta, y colocar su proceso de desarrollo a partir de su propia escala de prioridades. El coach no es un “papi” o un “tutor” que tiene que fiscalizar el proceso; es solo un apoyo que ayuda a pensar con buenas preguntas, y genera alternativas de actuación que puedan al coachee y visualizar la realidad de diferentes maneras.

Naturalmente, puede ocurrir que el proceso de coaching esté tan abajo en la escala de prioridades del coachee, que los avances sean inexistentes. Nosotros consideramos que esta posibilidad sí debe ser puesta por el coach encima de la mesa, realizando una valoración conjunta de si “estamos perdiendo el tiempo” y hay que buscar otro momento para que el proceso sea más efectivo.