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Etiqueta: inteligencia emocional

La intensidad de la porosidad

Hay personas que sienten mucho. Algunas de ellas nos dirían que demasiado. ¿Demasiado para qué? Responderían otras.

La porosidad es un impulsor que nos da la capacidad de conectarnos con el entorno, de sentirlo, comprenderlo y, en muchos casos, describirlo de forma muy clarificadora y diferente. Las personas que destacan en este impulsor tienen una sensibilidad que está por encima de la media e implica una alta intensidad emocional, por eso dicen que sienten demasiado.

Esta sensibilidad tiene una doble cara. La misma porosidad que permite percibir las sutilezas y los cambios constantes, observar y sentir lo que otras no son capaces de ver, e interconectar realidades muy diferentes entre sí, también implica sentirse muy vulnerables en determinados momentos. Como en muchas ocasiones, el talento destacado en un ámbito conlleva también espacios de “oscuridad” de los que es importante tomar conciencia.

¿Cómo gestionan esta realidad personas que destacan en porosidad? Hemos descubierto que muchas de ellas de forma intuitiva dan salida a dicha intensidad a través de la creación artística. Es como si necesitasen canalizar todo lo que entra del entorno en su persona hacia fuera nuevamente y esto lo hacen a través de poesías, videos, danza, canciones, pinturas, fotografías…

En Resa, hemos aprovechado el impulsor porosidad para poner en marcha el proyecto Aprender con arte. Esta iniciativa ha consistido en hacer directos en Instagram en los que compartir la experiencia artística de personas que profesionalmente se dedican a otros ámbitos y que se han hecho visibles con sus creaciones artísticas de forma amateur. Cuando les hemos escuchado, nos hemos preguntado qué fue primero si su potencial creativo o su necesidad de expandir hacia fuera todo lo que sienten.

Estamos viviendo momentos emocionalmente difíciles, cada vez se hace más frecuente hablar de cómo nos sentimos en conversaciones cotidianas, son numerosas las personas que están recurriendo a servicios profesionales para aprender a autogestionarse. Nos sale desde aquí animaros a explorar el potencial creativo que todxs tenemos y crear más allá de la calidad del resultado, como una estrategia de poner conciencia y expresar las emociones. Atrévete a con un folio en blanco, la cámara del móvil, una danza, etc, con aquella acción creativa que te impulse y olvídate de juzgar su resultado.

¿Para qué queremos la inteligencia emocional si ya tenemos la inteligencia artificial?

No es una pregunta a modo de broma: es la pregunta que una persona le hizo a otra que quería venderle un programa formativo de inteligencia emocional para su equipo.

Son estas cosas que a veces te hacen dudar (poco) de hasta qué punto los avances científicos y tecnológicos te dan más de lo que te quitan.

Creo sinceramente que es muy, muy pesimista, la visión de alguien que cree que el mundo actual es peor que el de hace 100 años. Por supuesto hay problemas que resolver, y surgirán otros. Pero que la globalización, la medicina, la ciencia en general, han mejorado la situación de la humanidad a lo largo de los años, resulta en mi opinión evidente.

Hoy muchos se cuestionan el futuro del trabajo, por la evolución de la robotización, por el papel de los ordenadores; por una influencia cada vez menor del pensamiento del hombre a cambio del pensamiento de los datos.

Pero me cuesta creer que la inteligencia artificial, y en general cualquier tipo de evolución tecnológica futura, haga que desaparezca la tristeza, el miedo, la ira, la alegría, la sorpresa…

Las emociones básicas humanas, son las que han sido desde hace miles de años, y han trascendido a las movimientos culturales, a los sistemas políticos, a las religiones… Llevan con nosotros toda la vida, y algunos no se enteran. Tiene pinta, además, de que seguirán con nosotros unos cuantos siglos.

Sigue habiendo personas que creen que los problemas se resuelven con derivadas, integrales y árboles de decisión. Pero seguimos poniéndonos nerviosos al hablar en público, frustrándonos cuando perdemos un partido y perdiendo los papeles cuando una persona no nos entiende o nos menosprecia.

Y lo que es más importante: seguimos dando lo mejor de nosotros, cuando nos sentimos felices, cuando hay alegrías en nuestras vidas, cuando recibimos sorpresas que nos gustan.

Así pues, bendita inteligencia artificial y 5G, que nos permita ir tooooodavía más rápido. Pero sagrada inteligencia emocional, que nos permita aprender de nosotros como seres humanos, descubriendo cómo afrontar nuestros miedos, gestionar nuestras relaciones y superar los obstáculos.

 

 

¿Vives para ti o para el resto?

Hoy pensaba escribir sobre un tema relacionado con tecnología, pero la verdad es que prefiero compartir unas reflexiones sobre algo a lo que he estado dando vueltas estas semanas.

El otro día quedé con una buena amiga y en algún punto de la conversación hablamos  sobre cómo se encontraban varios amigos y conocidos que tenemos en común.

Algunos de ellos, habían mantenido durante meses una imagen de gran felicidad tanto en redes sociales como (sobre todo) en persona, pero la realidad es que han acabado por unas cosas o por otras crujiendo emocionalmente.

No creo que sea algo aislado. La sociedad nos empuja gran parte del tiempo a mostrar un estado de felicidad permanentemente y parece que el estar mal o atravesar una época más triste es algo que no nos podemos permitir. Un tema cuasi tabú. A veces se niega esta situación al entorno más cercano por miedo, por aparentar fortaleza o simplemente por vergüenza y en otras se lleva al extremo y no somos capaces de aceptarlo ni nosotros mismos.

Me encanta la película Inside Out y creo que la reflexión que hace sobre los momentos puntuales de tristeza es muy potente. Las épocas más tristes pueden valer para mirarse al espejo de verdad y saber quiénes somos, para reconocer lo que queremos y lo que no en todos los ámbitos, para buscarnos y encontrarnos, para comenzar y sembrar para el futuro… La cuestión no es lo que va a pasar, sino lo que vamos a hacer.

No todo es la tristeza, a veces estamos incómodos con una situación, con un trabajo, con una persona… y también intentamos mirar para otro lado convenciéndonos de que no podemos hacer otra cosa. No tengo la receta magistral para todo esto, pero intuyo que en realidad todo empieza por algo tan simple como cuidarse a uno mismo.

Quererse, respetarse, darse mimos, ponerse en primer lugar. Suena fácil pero es algo tremendamente complicado. Porque para cuidar a otros y estar bien con el mundo, hay que cargar las pilas propias primero.

Por supuesto, cada uno necesitará sus propios cuidados personales, tendrá sus circunstancias… Por eso es importante reflexionar sobre nosotros y ser honestos mirándonos al espejo. Podemos cambiar de ciudad, de pareja, de amigos, de trabajo… pero vamos a compartir toda la vida con nuestros sentimientos, con nuestro cuerpo y con nuestra cabecita.

Por cierto, este proceso es como una tarjeta de crédito: personal e intransferible, nadie lo puede hacer por nosotros. Eso si, aceptar ciertas situaciones y emociones y normalizarlas con la gente que nos quiere (o con un profesional si es necesario) es algo importante, imprescindible diría yo. Qué mal suena a veces eso de pedir ayuda (algunos lo tachan de flojera) y qué importante puede ser.

Es difícil pensar con el corazón dolido o con la cabeza caliente y en ocasiones, una buena manera de empezar un cambio es que alguien nos ayude con él.

Mimémonos por nuestra cuenta, compartamos nuestros momentos (pidiendo ayuda si es necesario) y disfrutemos de la vida porque lo único que no tiene arreglo en ella es la muerte.

Contra la juventud

Utilizamos el título del libro de Pablo D’Ors, para exponer nuestro punto de vista sobre esa vivencia que tienen muchas personas, que ni están a gusto como están, ni quieren otra cosa, no vaya a ser que sea peor…

En el libro se hace referencia a la crisis de muchos jóvenes, que están encantados con lo que supone serlo, pero también se rebelan contra todo lo que supone serlo. Esto es, seguramente, extrapolable a cualquier otro segmento de edad… Muchos vivimos enredados en un “ni contigo ni sin ti”, “cualquier tiempo pasado fue mejor”, “lo mejor está por venir”…

La insatisfacción por el presente, por lo que se tiene, en general por contraste con los sueños, o con lo que se querría tener o tienen los vecinos, es un problema muy serio, que genera muchas frustraciones hoy en día.

No vemos mejor remedio que la CONSCIENCIA: una reflexión pausada, profunda y sistémica, sobre nuestra realidad y sobre nuestras expectativas. Más allá del inexorable paso del tiempo, es enorme el ámbito de influencia que una persona tiene sobre la interpretación de su vivencia y sobre los pasos a dar en función de ella.

No se trata de engañarnos a nosotros mismos, anestesiándonos pensando que otros están peor o bajando el listón de nuestros sueños…

Se trata, en primer lugar, de no dejar que “pase la vida, mientras pasan cosas”, como decía Lennon. Pensando en nosotros, en cómo estamos con respecto de cómo querríamos estar, con libertad, con equilibrio, con honestidad con nosotros mismos. Sopesando lo que tenemos gracias a estar donde estamos, y también lo que perderíamos, tal vez, por estar donde no estamos.

Y en segundo lugar, se trata de apoderarnos a nosotros mismos, haciéndonos dueños, no de lo que vendrá, porque eso no depende solo de nosotros. Pero sí de lo que haremos para poder “estar” más cerca de como “queremos estar”.

Consciencia y apoderamiento: dos elementos clave para deshacer nudos y crecer desde nuestros valores, anhelos y recursos.

Un ingrediente más para la resiliencia

Igual que el liderazgo, o la inteligencia emocional, o el talento, se convirtieron en palabras y conceptos de moda hace no muchos años, ahora parece que es el momento de la resiliencia, la capacidad para hacer frente a la adversidad, descubriendo las oportunidades de aprendizaje en las situaciones difíciles.

No hay duda que es una actitud, plagada de habilidades, que es importante en contextos de incertidumbre y de cambio como los que nos movemos. La crisis económica de los últimos años ha hecho sentir más veces, y a más gente, emociones negativas como la tristeza o el miedo. Emociones a las que quizás muchos no estábamos suficientemente acostumbrados. Y es entonces cuando la resiliencia se convierte en un factor importante, no siempre emergente.

Sin embargo, cuando se habla de resiliencia (con opiniones e ideas llenas de matices), a mí se me enciende una luz en forma de señal de alerta. Mi forma de entender la resiliencia, la muestra como una actitud muy importante para la supervivencia, para el aprendizaje personal, para sustituir viejos pilares por nuevos pilares… Pero para crear, para proyectar, para aportar valor, yo necesito sumar un ingrediente a la resiliencia que considero decisivo: la alegría, el entusiasmo, la pasión… Eso nos lleva a “pasar al ataque”, a contagiar emociones positivas en nuestro entorno, arrastrándolo para que sume…

La resiliencia, actitud de moda, convierte las restas en sumas… La pasión, la alegría, convierte las sumas en multiplicaciones. Y ya que se trata de sobrevivir, hagámoslo con diversión.

Que brille el talento

Pese a que el mercado laboral no está  del todo boyante y, muy especialmente en el caso del empleo juvenil, las cifras de paro son alarmantes, existe y existirá siempre escasez de talento. Las organizaciones siempre tendrán sitio para esas personas con grandes ideas, con iniciativa, con capacidad para adaptarse a un mundo en cambio.

Por ello, en Dynamis consideramos que es muy importante cuidar a nuestros jóvenes, que están aún en etapa académica o tienen poca experiencia laboral. El salto de la Universidad a la Empresa, como muestran estudios como el del Observatorio de Innovación en el Empleo de Adecco, es complicado. La visión que tienen los jóvenes del mundo laboral y la visión que las empresas tienen de los jóvenes, no coincide. Los jóvenes tienen muchas dudas, y ponen mucho foco en la importancia de los idiomas o la formación de postgrado. Las empresas, demandan un incipiente desarrollo de las llamadas competencias profesionales, de las que muchos jóvenes ni siquiera han oído hablar y mucho menos las han desarrollado. Hablamos del liderazgo, el trabajo en equipo, la toma de decisiones, la comunicación, la orientación al cliente, la inteligencia emocional

Dynamis pone en marcha hace tres años el proyecto Factoría de Talento, que tiene como objetivo el desarrollo de competencias profesionales y del espíritu emprendedor, en jóvenes con alto potencial, que están cerca de incorporarse al mundo laboral.

Tras un complejo proceso de selección, 20 chicos y chicas de las más diversas carreras y universidades de procedencia, y sin una orientación laboral específica, participan en un programa de entrenamiento de enero a junio, en el que desarrollan sus competencias, en seminarios prácticos  y con el apoyo de un coach. También tienen la posibilidad de conocer el mundo de las empresas, con encuentros con directivos.

El programa es gratuito para los jóvenes, pues su coste, de 5.500 euros, es becado en su totalidad por el patrocinador del proyecto, Adecco, empresa líder en soluciones de RRHH.

Tras tres ediciones, el proyecto Factoría de Talento Adecco ya se ha convertido en una referencia para los jóvenes que desean potenciar sus capacidades de cara a acceder al mundo laboral. En su tercera edición, que está en marcha en la actualidad, el eslogan elegido expresa con claridad una de las bases del proyecto: “Tu talento compartido es más”. Sin duda, consideramos que uno de los grandes diferenciales de este proyecto, es la sinergia potencial que se establece entre estos jóvenes, tan distintos entre sí y, al mismo tiempo, con un propósito común: crecer, desarrollarse y ampliar sus miras.

Dynamis ya trabaja en Factoría de Talento in Company, una iniciativa con las mismas bases, pero que crea una “cantera” de jóvenes universitarios para una empresa en exclusiva, que participa desde el principio en su selección y también en su plan de  desarrollo.

Puedes conocer Factoría con más profundidad en la web del proyecto: www.factoriatalentoadecco.es