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Etiqueta: jóvenes

Dejarnos y dejar evolucionar

El mirarnos con perspectiva es una actividad bastante común cuando llega el final de un año. ¿Quiénes somos a 31 de diciembre? ¿Quiénes éramos el 1 de enero? ¿Quiénes queremos ser el 31 de diciembre del año al que ahora damos comienzo? Establecemos propósitos, introducimos cambios. Todo nacido de un afán de mejorar: queremos evolucionar.

Pero no es solo que queramos evolucionar, es que existir significa estar en continuo cambio. Coincidimos todos en que la niñez es un periodo de evolución abismal: aprendemos a dar los primeros pasos, a hablar, a reconocer a quien está a nuestro alrededor, a hacer un número muy amplio de movimientos y acciones por primera vez. Sin embargo, al transitar la juventud, se nos empuja a encontrar un camino, a perseguir la tranquilidad, a tener el objetivo de aferrarnos a alguien y a un lugar. Conforme nos vamos haciendo adultos, es frecuente que nuestro entorno se sorprenda si cambiamos de dirección, de idea, de opinión o de rumbo. Quizá porque creemos que la identidad se construye de nuestras elecciones, nuestros pensamientos y nuestras opiniones más que de nuestros valores. Y quizás también porque creemos que la búsqueda y el desarrollo de la identidad tiene un final. Hace poco encontré en un libro la siguiente frase: “si miras atrás y no piensas <<qué estúpido era hace un año>> es porque no has aprendido mucho en el último año”.

Cambiamos día a día. Esto se ve en el ámbito científico de manera muy clara: lo que hoy sabemos que es cierto, puede que mañana se vea ampliado, matizado o que incluso deje de ser cierto. A mí, personalmente, a veces me cuesta ponerme en la mente del científico. Me cuesta mirar a mi yo de hace uno, dos, tres o diez años. Me cuesta verme en vídeo. Volver a abrir mis trabajos. Releer las palabras que utilicé en un escrito de hace algún tiempo. Me cuesta pensar que dediqué cuatro años a una carrera que ha dejado de interesarme tanto. Pero de ahí también nace querer grabarme de nuevo, seguir escribiendo, explorar nuevas áreas de conocimiento. Dice el diseñador Miguel Milá en su libro “Lo esencial”: “Me metí en el mundo del diseño sin saber lo que era el diseño. En realidad, todavía no lo sé. No lo sé porque creo que el diseño va cambiando. Por eso yo, con el tiempo, voy redefiniendo la idea que tengo sobre el diseño. Es decir, he aprendido a vivir con pocas certezas. También a administras esas pocas verdades”.

Aceptar que existen pocas verdades nos hace ser conscientes de que tan importante es asumir que nuestra evolución es constante como dejar evolucionar a aquellas personas a las que acompañamos. Dejarles experimentar sus propias vivencias, cometer sus propios errores, sacar sus propias conclusiones, llegar a sus propias verdades. Termina Miguel Milá el prólogo de su libro con lo siguiente: “Con ochenta y ocho años esto es lo que pienso. Que quede claro que puedo cambiar de opinión”. Y es que, sin importar la edad, la generación o la etapa vital, lo único que podemos dar por certero es que nunca dejamos de evolucionar, tengamos o no propósitos de año nuevo.

El esfuerzo en un nuevo contexto

Ya desde hace tiempo se escucha que las generaciones jóvenes han perdido el sentido del esfuerzo. Como joven habitante del mundo, me he hecho varias preguntas: ¿qué es el esfuerzo? ¿es cierto que los jóvenes de hoy no lo tenemos? Si es así, ¿por qué? ¿es algo social o genético? Y partiendo de esto, he reflexionado sobre varios aspectos.

Antes de la hiperconexión, era mucho más sencillo dedicarse a un único proyecto. Y no es que fuese sencillo en sí, sino que las opciones – y por tanto la elección – eran bastante limitadas. Elegíamos una profesión quizá porque no existía otra en el pueblo en el que vivíamos o porque no había nadie que nos ofreciese otra formación. Así que, una vez establecido el destino, el camino era claro: dedicarse el resto de la vida y poner todos nuestros esfuerzos en aquello que habíamos elegido (o que nos había tocado elegir).

Pero el contexto ha cambiado. Por suerte, el abanico de oportunidades es cada vez más y más amplio. Como consecuencia, somos más multidisciplinares y menos especializados. Pero al elegir, el bombardeo de opciones no cesa, lo que nos lleva a sentir que siempre nos estamos perdiendo algo, que podríamos estar mejor en otro sitio. Entonces llenamos nuestras agendas de proyectos y dedicamos un poquito de nosotros a todos ellos. Es común ver a jóvenes inmersos simultáneamente en varios proyectos diferentes: voluntariados, asociaciones universitarias, clubes de deporte, grupos de debate, pintura o emprendimiento. Pero dedicándonos a mucho, es frecuente que no terminemos aquello que empezamos (porque el tiempo, ya saben, es limitado). Y quizá sea ese deseo de vivir el mundo en toda su amplitud lo que se está concibiendo como falta de esfuerzo.

Sucede también que acabamos abandonando proyectos porque, observadores del mundo, identificamos algo con lo que nos sentimos más motivados. No solo al cerebro humano le gustan la novedad y el cambio, sino que, además, está de moda pensar que si logramos estar motivados, podremos con todo. La receta parece sencilla, pero la realidad es compleja: ¿podemos de verdad con todo? ¿qué pasa cuando no estoy motivado? Cada vez que aquello a lo que nos dedicamos deja de ser novedad, la motivación se desvanece. Entonces, lo que hace falta es perseverar. ¿Qué pasaría si dejásemos de confiar en la motivación y nos entrenáramos en la perseverancia? ¿Y si probáramos a sumergirnos en las profundidades de algo en vez de explorar a lo ancho?

Sobre esto, quizás las generaciones anteriores tengan algo que contarnos. Me da la sensación de que vemos las diferencias intergeneracionales como una guerra, y por lo tanto, luchamos siempre por establecer un ganador y un perdedor. Pero ¿y si lo intentamos ver como un baile? Deberemos entonces coordinarnos, dar nuestros mejores pasos, tener en cuenta al que baila a nuestro lado. Empecemos por establecer las reglas del baile: preguntémonos qué consideramos esfuerzo, analicemos los contextos y los cambios que nos han tocado y estamos viviendo. Una vez establecidas las reglas, comencemos a bailar. Entonces solamente quedará perseverar.

Examen de septiembre

Hace unos años, septiembre era un mes canalla para muchos estudiantes, que tenían que superar cuentas pendientes del curso anterior, después de un verano con menos cañas de las deseadas con los amigos, con los libros en la maleta y esa incómoda sensación de curso inacabado. Ahora eso ha cambiado, y las cuentas pendientes hay que pagarlas en julio, sudando como en el infierno, pero pudiendo convertir el verano en un oasis entre desierto y desierto, necesario para descansar y cargar las pilas.

Ahora septiembre es como enero, un mes en el que puedes partir con los buenos propósitos, con el reseteo ya hecho, sin mirar atrás ni un poco más de lo necesario. Momento para empezar colecciones, para generar buenos hábitos y ser feliz en el intento. Es como una nueva oportunidad para empezar el viaje limpio y aseado, con la maleta llena y los “quién sabe” en la mente.

Pero cuidado, porque los latinos ya nos pusieron sobre la pista del “tempus fugit”. El tiempo vuela. Aún más, seguramente, en las vidas de quienes vivimos en grandes ciudades y tenemos la agenda llena de cosas. Con razón en Vigo ya han empezado a poner las luces de Navidad, para que no se les pase. Aunque a menudo pensamos que son las acciones las que nos llenan la mochila de aprendizajes y experiencias, son esenciales las pausas en el camino. Para adquirir consciencia. Para revisar la última etapa. Para cuestionar si seguimos o giramos para la siguiente.

Desde Dynamis, os proponemos para este nuevo curso que, a gusto del lector, planifiquéis o improviséis las pausas. Pero que las hagáis. Que os salgáis del río que os lleva, miréis el mapa y reviséis si estáis donde queríais estar, o en caso contrario, qué podéis hacer para no seguir por ese camino de la misma manera. Dando a la expresión “cómo pasa el tiempo” un valor positivo.

Aunque si no lo lográis, tranquilos: dentro de 11 meses, podréis volver a hacer un reseteo.

La cantidad de ninis aumenta

A lo largo de los últimos meses, se han publicado muchos artículos que hablan sobre cómo se sienten los jóvenes a raíz de la pandemia. Páginas que recogen un marco actual sobre jóvenes con una edad comprendida entre los 18 y 25 años aproximadamente. Es esperanzador saber que a pesar de los momentos tan difíciles que nos está tocando vivir, a pesar de la crisis económica y la tristeza generalizada (el 38% de los jóvenes se siente muy desesperanzado sobre su futuro), los millennials confían en que vendrán tiempos mejores y por ello siguen soñando con oportunidades para avanzar. Sin embargo, hay una gran diferencia entre el porcentaje de personas que aseguran querer irse del país en busca de un mejor futuro versus el porcentaje que se queda acomodado en España en paro o sin hacer nada. 

Aparte de las razones que tantas veces hemos escuchado como la persecución de salarios más altos o la búsqueda de mejores oportunidades, ¿qué es realmente lo que motiva a este colectivo a querer emigrar? Ante la imposibilidad de dar el salto e independizarse en la misma ciudad donde residen sus familias, ir a trabajar al extranjero suena altamente apetecible. Podríamos decir que es una excusa que les da alas para poder dar un paso más en sus vidas, en sus caminos. Además, ven esta experiencia como una manera divertida de desarrollar su potencial y crecer tanto personal como profesionalmente. Buscan salir de su zona de confort y descubrir una nueva cultura, un nuevo idioma. En definitiva, buscan satisfacer su necesidad de alimentar su curiosidad y saciar su hambre por aprender. Los millennials son una generación exigente y muy bien preparada; creen que pueden cambiar el mundo y por ello la idea tradicional de trabajar a cambio de pagar sus gastos no les llena. Hacerse un hueco en una ciudad extranjera, con todos los estímulos que conlleva ayuda a cubrir sus necesidades. 

Por otro lado, lanzarse a la piscina no es para todo el mundo. Requiere valentía, mucha motivación y algo de dinero ahorrado. Los jóvenes que terminan encontrando una salida y terminan yéndose demuestran cierta proactividad, paciencia y persistencia. Además, las estancias en el extranjero, conociendo mercados internacionales y adaptándose a nuevas situaciones aumentan las probabilidades de encontrar trabajo a la vuelta, ya que les diferencia del resto. Según la startup GrowPro Experience, los jóvenes españoles buscan experiencias temporales de máximo dos años. Lo cual demuestra que los millennials tienen sed de conocer pero con fecha límite, ya que sienten que como en casa no se está en ningún sitio. Puede que esto último sea lo que eche para atrás a todos esos jóvenes que aseguran que les encantaría encontrar oportunidades fuera del país, pero que, sin embargo, se quedan a medio camino. Es aterrador pensar que la tasa media actual de paro juvenil en España es del 40,13%, pero mucho más aterrador es ver cómo hay cada vez más “ni-nis” a consecuencia de la pandemia, ya que muchos jóvenes acaban sus estudios sin encontrar trabajo mientras que el número de despidos aumenta.

Dar y recibir

Dar y recibir, dos caras de la misma moneda. En estos tiempos donde la proactividad está tan sobrevalorada, sorprende que alguien pida ayuda para pensar. La proactividad implica llevar la iniciativa y en muchas situaciones, esta iniciativa, se orienta a demostrar lo que sabemos; en más de una ocasión sin saber qué va primero si la necesidad de las personas receptoras de la iniciativa o la de quien la ejerce para ver satisfecha su necesidad de acción.

Por diferente, ponemos en valor la apuesta que la Universidad Francisco de Vitoria (UFV) está llevado a cabo para mejorar los servicios de prácticas. Son momentos para dar una vuelta a lo que venimos haciendo y cuestionarse si se puede hacer de otra manera.

Con esta intención, la UFV ha pedido ayuda a diferentes profesionales de la universidad y de la empresa montando paneles de expertxs conjuntos donde pensar colectivamente e idear un servicio que potencie las sinergias entre las empresas y lxs universitarixs en prácticas.

Queremos resaltar la expresión, pedir ayuda. Lo de ofrecernos para darla se nos da bastante bien sobre todo si es para dar voz a nuestras ideas, lo de tener la apertura para recibirla ya es más rareza. A este combinado de dar y recibir ayuda, lo llamamos en Dynamis el impulsor generosidad; compartir ideas, conocimiento, trabajo, etc. con compromiso y pedir ayuda cuando se necesita agradeciendo los apoyos recibidos.

Cuando la UFV nos invitó a participar en uno de los paneles, no dudamos en decir sí. Era una ocasión de compartir nuestra experiencia con jóvenes y empresa, una vez más, el foco en lo que yo puedo aportar. Por contraste, las personas de la UFV que lideraban esta iniciativa mostraron una apertura infinita a escuchar lo que diferentes personas expertas expresaban. No solo nos escucharon a nosotrxs, nos presentaron previamente un mapa de empatía de todas las personas implicadas en las prácticas universitarias que indicaba una alta escucha. ¿Llamaríamos a esta escucha generosidad? Lo es, para saber dar hay que saber recibir también.

En breve descubriremos los resultados de su trabajo. No dudo de que será una propuesta valiosa y sostenible. ¿Qué va primero dar o recibir? En la acción de la UFV está claro, primero recibir para poder dar después.

¿Cómo atraer a los millenials?

Existen muchas discrepancias y opiniones diferentes acerca de esta generación, población nacida entre los 80 y el 2000. Hay un salto, y un cambio cultural respecto a las generaciones anteriores, principalmente fruto de la revolución tecnológica. Son personas que han crecido conectados a las nuevas tecnologías y a un mundo mucho más globalizado.

A lo largo de los años el mundo empresarial ha evolucionado. Gracias a diferentes estudios e investigaciones observamos y descubrimos nuevas dinámicas de trabajo y adoptamos filosofías y éticas alternativas. Nos hemos dado cuenta de que no existen dicotomías perfectas, es decir, las decisiones en la oficina no son de tipo A o B sino que debemos leer el entorno, a los empleados, el ambiente… Esto mismo ocurre con esta nueva generación. Efectivamente, fruto de la educación y el momento histórico en el que han crecido, tienen ideas, aspiraciones y motivaciones diferentes. Debido a la línea temporal, los millenials son el futuro, son los siguientes en hacerse con el mercado laboral. Por este motivo debemos tratar de entender cuáles son sus inquietudes para conseguir una armonización y adaptación más sencilla entre las diferentes generaciones.

A consecuencia de la importancia y peso que contrae la tecnología en la sociedad, los millenials, por ahora jóvenes, buscan empresas que utilicen tecnología avanzada. Es más, el hecho de utilizar programas anticuados les puede causar cierta frustración. Por otro lado, existe una tendencia general de querer descubrir mundo, estando dispuestos a trasladarse de país. Es una generación ambiciosa y curiosa, no les vale saber sobre un único tema, sino que les gusta probar, experimentar, aprender de la experiencia de empleados más veteranos. Han realizado trabajos en grupo desde pequeños por lo que se sienten más cómodos en un ambiente participativo, donde sientan el respaldo y formación de un equipo.

Como empresa, es importante mantener la ilusión y las ganas de sus empleados a flote, aunque se debe tener en cuenta que no todos ellos tienen los mismos objetivos. Sin embargo, se trata de crear conexiones entre los trabajadores, intentar que se sientan cómodos y evitar que ir a la oficina no se convierta en una tortura. En ningún momento debemos subestimar la importancia de los encuentros sociales internos, los programas de mentoring y de formación que ayuden a crecer personal y profesionalmente a los integrantes de la empresa.

¡Es por los jóvenes!

Durante el último año, hemos escuchado continuamente esta frase en boca de ciertas personas, aludiendo a que gran parte de lo que está pasando es por culpa de los comportamientos irresponsables de los jóvenes. Y nos preguntamos: ¿qué jóvenes? Sin duda habrá. Pero las experiencias que vivimos cada año al lado del talento joven, en los proyectos que lideramos, nos demuestran que sí, que es por los jóvenes. Es por su culpa que nos ilusionamos y que sabemos que el futuro está en grandes manos.

La última experiencia que hemos creado, Human Up Torrelodones, junto con este Ayuntamiento, nos ha seguido mostrando el poder de dar voz a los jóvenes, en lugar de dictar sentencia hablando de lo que son. Un proyecto donde primero hemos formado a un grupo de jóvenes del municipio, ayudándoles a conocer cuáles son sus talentos, desarrollar actitudes y habilidades como la proactividad, la comunicación, el liderazgo y su mentalidad innovadora. Tras ello, ya estamos empezando una nueva etapa en la que van a ayudar a resolver retos de pequeños negocios de Torrelodones que necesitan transformarse, creando soluciones innovadoras para los comercios, mientras aprenden en real. De esta forma, se convierten en agentes de cambio de sus comunidades.

Con este proyecto seguimos aprendiendo la importancia de que si queremos que los jóvenes sean un pilar de cambio, es necesario invertir en su desarrollo, empoderándoles, dándoles herramientas y ayudándoles a encontrar el sentido de su camino. Hay que hacerlo además, de manera profunda y humanística, haciendo que exploren lo que tienen dentro, sus valores y sus porqués, potenciándoles primero como personas. Porque está fantástico introducir impresoras 3D y ordenadores en las bibliotecas, pero nada tendrá sentido si no descubren antes quiénes son y para qué quieren crear.

Además, se implicarán en sus comunidades si ven que su voz es escuchada, que pueden expresar sus inquietudes y mostrar sus soluciones. Si sienten que se les aparta de la toma de decisiones, luego es difícil acudir para pedirles. Sin embargo, si les das un pequeño altavoz, lo multiplican por mil, y se convierten en grandes activistas de mejoras en su entorno. Mejoras que jamás se podrán ver de forma amplia sin su punto de vista, pues son poseedores de una gran perspectiva, y solo teniendo acceso a la visión completa, podremos crear soluciones poderosas, que de verdad transformen.

Los jóvenes están deseando poner su talento a disposición de la sociedad. Pero encuentran muchas dificultades para ello. Están en un momento muy complicado, ahora todavía más con la pandemia, en el que sienten mucha incertidumbre y necesitan una mano que les guíe en el camino. Y que esa mano, después les dé un altavoz para expresar sin miedo y reinventar sus entornos. No podemos volver a perder talento joven como en otras crisis, porque es necesario para impulsar al país y porque se lo merecen. Tenemos en nuestra mano hoy dejar que su talento brille y tenga impacto.

Nuestro granito de arena para esta causa es el proyecto Human Up Ayuntamientos, que estamos promoviendo por diversos municipios, y deseando seguir sumando para que todos los rincones de España puedan dar alas a sus jóvenes y hacer que su voz genere cambios. Descubre más sobre el impacto de esta experiencia en el artículo de la página 40 y 41 de la revista del Ayuntamiento de Torrelodones del mes de enero: https://www.torrelodones.es/comunicacion/revista

El camino del voluntariado

Muchos  jóvenes al terminar la vida académica reglada se encuentran con la  tesitura de decidir, ¿cuál será mi siguiente paso? ¿Qué hago ahora?

Hay varias posibilidades y cada persona encuentra un camino diferente. Una de las opciones que se puede tomar es la decisión de hacer algún voluntariado, no solo como “gap year” antes de empezar la universidad o la formación profesional sino también como posibilidad de continuarlo a lo largo de la carrera académica.

Luis A. Aranguren Gonzalo, Coordinador del Programa de Voluntariado de Caritas Española nos propone tres elementos que conforman la experiencia nuclear del voluntariado:

  • Éxodo: Es preciso salir de la propia casa, de la mentalidad milimétricamente amueblada, de los esquemas previos, de los prejuicios; salir y fiarse de que lo que viene es bueno, que finalmente convendrá porque lo desconocido en las periferias del dolor alumbra buenas dosis de humanización.
  • Dejarse tocar por el otro: desde el silencio, la queja, la protesta, la reciprocidad, el encuentro que despierta mil inseguridades y alguna que otra vinculación profunda. Es el momento de quedarse con el otro, de modo responsable, acompañando al que sufre. Es el encuentro cara a cara, el estar, que ni pide activismos ni admite suplencias.
  • Determinación: para embarcarse, con otros, en un proceso de acción colectiva que haga justicia a los más débiles. Al momento del quedarse como conmoción le sigue el quedarse como conversión, lo que significa establecer vínculos de proyecto compartido. No es un quedarse para estar solamente, sino un quedarse para salir juntos y participar de un destino común.

Un voluntariado es una oportunidad, para conocer otras realidades, ampliar la mirada hacia tu entorno más próximo a entornos o realidades diversas de las cuales no sabías mucho antes. Descubres muchas cosas de ti mismo si te das la oportunidad de “mojarte” con la experiencia, hacerte preguntas.

A modo más personal una de las cosas que no me esperaba al hacer un voluntariado fue que me di cuenta del impacto que tenían mis acciones en las demás personas, como el mover pequeñas piececitas y pensar desde lo que necesita la persona en ese momento, podía llegar a tener un impacto a mi modo de verlo tan grande en los demás porque pequeños actos que van en una dirección que favorece el desarrollo de las personas es asombroso el giro interior que pueden provocar en la persona y en el entorno que la rodea.

Es uno de los momentos que con más cariño recuerdo y que más hondo me han tocado, esa mirada, ese agradecimiento y ese dar y recibir muchísimo más de lo que das.

Los voluntariados no son “para hacer CV”  son para tocar y dejarse tocar, son catalizadores de experiencias, de sensaciones, de emociones, de transformación de uno mismo. No son algo que esté acotado a un ámbito en concreto uno puede ayudar a otro cuando lo ve necesario también en el día a día en lo cotidiano, con paciencia, explicando algo que la persona desconoce, ayudando en las labores del hogar.

¿Recuerdas un momento en el que te hayan ayudado a algo y te haya marcado una gran diferencia?

Esos gestos, los desinteresados, tocan por dentro, nos tocan, emocionan y mueven. ¿Y si tuviéramos un poquito más de eso en nuestro día a día? ¿Cómo cambiaría?

Referencias bibliográficas empleadas:

http://www.pastoraljuvenil.es/el-voluntariado-como-forma-de-participacion-de-los-jovenes/

Encendiendo el talento

Cuando escucho a alguien decir de alguien que “tiene talento”, hay algo que me perturba… De alguna forma, es como si sintiera que se hace una distinción entre personas que lo tienen y personas que no lo tienen.

Tal vez deberíamos aclarar qué entendemos por “talento”, porque es uno de esos conceptos que admiten mil significados. El diccionario de la Real Academia se me queda muy corto esta vez. En primer lugar se indica que talento es “Inteligencia. Capacidad de entender”. Y la segunda: “Aptitud. Capacidad para el desempeño de algo”. Tantísimos libros escritos sobre el tema y la Real Academia lo resuelve con algo tan simple…

O a lo mejor no lo es tanto. Tal vez la Real Academia está dando carácter universal, a algo que suele considerarse “selecto” o al alcance de pocos. Dada esta definición, aún más claro me parece que todos tenemos talento: capacidad de entender y capacidad para el desempeño de algo. El gran reto es encontrar “para qué” tengo talento (pero para eso debería servirme la inteligencia). Y luego cultivarlo, porque si no se cultiva, es muy posible que se marchite con el tiempo.

Hay otra cuestión que me parece importante: hay personas que tienen una gran capacidad para el desempeño de algo, pero ese algo no les gusta. Me acuerdo ahora de Open, la fantástica biografía de André Agassi, el famoso tenista que llegó a ser número 1 del mundo a mediados de los 90, y que odiaba jugar al tenis. Me hace pensar que una persona puede alcanzar fantásticos resultados gracias a su talento, pero si eso no le hace feliz, ¿merece la pena?

Así que sería bueno dar un paso más. Qué os parecería utilizar esa inteligencia que tenemos y buscar esas actividades para las que tengo una capacidad especial para desempeñarlas, y además, fluyo con ellas. De esta forma será mucho más fácil que ese talento se mantenga o crezca con el tiempo, porque tendremos más motivación para alimentarlo.

Estamos en pleno proceso de selección para la octava edición de Factoría, y hemos vuelto a conocer a muchísimos jóvenes que nos recuerdan aquello de que la juventud no es solo futuro, sino presente. O como dice una buena amiga de Dynamis, los jóvenes son el presente de un futuro más decente.

Pero seguimos encontrándonos muchas dudas en los jóvenes sobre los siguientes pasos a dar. Por supuesto la coyuntura no lo facilita: la incertidumbre es mayor que nunca. Pero también creemos que esas dudas pueden estar asociadas a no haber encontrado dentro ese talento que seguro que tienen y con el que puedan ser felices. Pronto elegiremos a los finalistas de este año. Trataremos de ayudarles a encontrar ese talento y hacerlo brillar.

Viviendo en bucle

Buenas, me presento, soy estudiante universitaria de último curso, tengo 22 años y al mismo tiempo estoy realizando las prácticas curriculares.

El otro día una persona muy especial fue capaz de resumir todas mis frustraciones en una única frase: “estamos viviendo para el futuro”. Quizás en primera instancia no refleje con total claridad a lo que me refiero. Sin embargo, tras varias conversaciones con diferentes jóvenes entre 20 y 25 años, me he dado cuenta de que es más común de lo que parece. Posiblemente se deba a la situación que estamos viviendo actualmente, o quizá sea cosa de la edad.

Nos sentimos estancados, como si la vida estuviera en pausa. No significa que no hagamos cosas, pero hay un sentimiento común de no estar disfrutando al 100% de lo que tenemos. Muchos señalan la poca oferta para realizar prácticas laborales, otros la dificultad de encontrar trabajo, la falta de libertad, restricciones sociales, y por consecuencia, la pérdida de ganas. Me sorprendió ver que la mayoría compartía la misma sensación de vivir en un bucle. Siguen formándose, estudiando, esperando… “estamos viviendo para el futuro”. Esta frase no deja de resonar en mi cabeza. Pero ¿y qué podemos hacer? Realmente las razones anteriormente mencionadas, se escapan de las manos de cualquiera. En parte, considero que la principal razón por la que nos sentimos de esta manera se debe a la rápida adaptación a la que nos hemos visto obligados de pasar todo a la vía online. Clases online, teletrabajo, formaciones por ordenador, nos despertamos y no hace falta ni cambiarnos la ropa para empezar el día. Para colmo los días son tan cortos que cuando terminas tu jornada ya ha anochecido. No quiero transmitir una visión negativa sobre la tecnología, todo lo contrario. Sin embargo, acarrea ciertas consecuencias, y claramente esta es una de ellas.

Tras reflexionar y dar vueltas en torno a la misma idea, quería compartir la importancia de cuidar nuestro cerebro. Es muy importante no perder de vista la salud mental de cada uno. El estado de ánimo va de la mano de nuestros pensamientos y maneja nuestros sentimientos y en consecuencia nuestras acciones. Es difícil salir del bucle y por ello debemos trabajar diariamente en nosotros mismos. Ahora más que nunca, es importante llegar a desconectar diariamente de la tecnología durante unas horas, salir de casa, cuidar las relaciones sociales, la alimentación, estar física e intelectualmente activo.

Puerta a la vida profesional

Las prácticas son algo esencial que nos permite comenzar a entrar en el mundo profesional y por otro lado suele tener el componente de “red de seguridad” es una oportunidad para poner en práctica lo aprendido teóricamente, conocer el mundo laboral y conocerse a uno mismo.

A lo largo de la carrera o formación llega el momento de escoger prácticas. Aún recuerdo hablar con mi jefa de estudios y oírle decir “Pero tú, ¿dónde te ves más? ¿Eres más de aprender observando o haciendo?”.  Hasta ese momento no me había planteado enfocar la búsqueda de prácticas de ese modo. Y es cierto que en ocasiones las sensaciones que tenemos los jóvenes son de duda y ante esas dudas, ¿cómo elegimos unas buenas prácticas? ¿Qué factores son importantes tener en cuenta?

Algunos de los consejos que sería interesante considerar son:

  1. Hablar con personas de la universidad, profesores, orientadores, contrasta opciones. Eso puede ayudarte a recibir información de personas que se mueven en esos círculos y saben aspectos clave a tener en cuenta. Normalmente la universidad o centro te da un listado con centros adscritos para hacer las prácticas, ¿pero y si te buscas tu otras por tu cuenta? En ocasiones sí existe la posibilidad de hacer un convenio con el centro eso te puede facilitar ir más en la dirección en la que quieres a la hora de hacer las prácticas.
  1. Analizar la demanda del mercado laboral, según el sector de profesional que más te interese, según el tipo de trabajo que quieras desempeñar en un futuro.
  2. Considerar las competencias y requisitos, para desempeñar el trabajo adecuadamente, igual no todos, pero es importante que tu perfil se ajuste a la vacante que haya.
  3. Valorar la duración y las condiciones del contrato. ¿Necesitas que sean remuneradas? ¿Durante cuánto tiempo quieres hacerlas? El impacto que puede tener que hayas hecho prácticas en ese sitio en concreto en tu CV.
  4. Considerar aspectos como horarios, tiempo de desplazamiento, en relación a la experiencia profesional, para poder poner todo sobre la balanza a la hora de tomar una decisión.
  5. Obtén información sobre la empresa/sitio: Busca en su página web, habla con otras personas que ya hayan trabajado o estén trabajando allí.

Y por último a modo de recomendación más personal, considerar los valores, la visión y misión que tiene la empresa y ver si están alineados con los tuyos.

Ese aspecto es muy importante, según State Of Employee Engagement, el 38% de los trabajadores a nivel mundial no se sienten que sus valores personales estén alineados por los valores de la compañía para la que trabajan.

¿Por qué es importante considerar esto? Cuando no se conecta con la cultura de la organización es más difícil sentirse comprometido con ella. Afectando en la pérdida de interés en tu trabajos, no siendo tan productivo, los clientes tienden a estar más descontentos…

En definitiva uno no está a gusto cuando los valores que sostiene personalmente y los del sitio en el que trabaja no concuerdan, esto puede generar una sensación de disonancia y malestar en la persona que realiza el trabajo.

Por eso es importante conocerse ¿Cuáles son mis valores? ¿Concuerdan con los del sitio en el que quiero realizar las prácticas? ¿Cómo me sentiré allí trabajando? ¿Cuáles son mis preferencias a la hora de trabajar? ¿Qué es importante para mí que haya en el ambiente laboral?

Y dicho esto, otra clave importante a tener en cuenta es el hecho de observarse en el periodo de prácticas y hablar con tu tutor si ves que te gustaría participar más, aprender cosas de otros ámbitos, probar algo. Ese componente de proactividad en muchas ocasiones puede dar el giro a tus prácticas y hacer que “le saques más el jugo” y en consecuencia aprender más y llevarte más en tu mochila.

Referencias empleadas:

https://officevibe.com/state-employee-engagement

https://www.up-spain.com/blog/la-importancia-de-contratar-empleados-alineados-con-la-cultura-de-la-empresa/

https://www.fp-santagema.es/que-tener-en-cuenta-a-la-hora-de-elegir-una-empresa-para-realizar-las-practicas/

Contra la juventud

Releo estos días Contra la juventud, el libro de Pablo D’Ors que cuenta la aventura de un aspirante a escritor llamado Eugen, en la sorprendente Praga tan fría como acogedora, que le ofrece tanto y tan poco de lo que buscaba.

Porque uno que busca, siempre encuentra, pero no siempre encuentra lo que busca. Y esto es algo que puede resultar desesperante. Algunos optan, para evitar esa desesperación, por la estrategia de “dejarse llevar”, sin buscar nada en concreto. Pero ello lleva a menudo a la sensación de estar dando palos de ciego, de recorrer la vida en círculos, y estar cada cierto tiempo en el mismo punto desde el que se empezó.

Como dice una de las máximas del oráculo de Delfos, la clave seguramente se encuentre en no elegir “nada en exceso”. Porque ni tener un puerto claro al que dirigirse es garantía de nada, ni tampoco va a permitirte disfrutar la vida al 100% el “let it be” que cantaban los Beatles.

Eugen sale de Alemania con la esperanza de encontrar en Praga los éxitos que busca. Inicia el camino lleno de energía, sin distinguir la utopía de la realidad. Llega con ganas de comerse el mundo, como tantos y tantos jóvenes que como él, creen que la vida que no se viva en la juventud, ya no se vivirá jamás.

Eugen no se encuentra con el éxito, pero se encuentra con muchas otras cosas. Se encuentra con las dudas, con los vaivenes emocionales, y también con nuevos caminos que ni siquiera imaginaba que existían. Gracias a esos encuentros inesperados, descubre muchas facetas de su ser que desconocía.

Y esa es, en nuestra opinión, el gran motivo por el que el movimiento, la búsqueda, es la estrategia adecuada para desarrollarse como individuo. Porque aunque nunca encuentres lo que busques, siempre encontrarás algo. Y en esos encuentros, surgirán preguntas, no siempre fáciles. Surgirán ideas, no siempre válidas. Surgirán emociones, no siempre dulces. Pero serán tuyas. Y te harán más fácil descubrir de qué trata la vida.

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