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Autor: Dynamis Consultores

El lenguaje que nos delata

Productividad, retorno de la inversión, KPI`s, rentabilidad, eficiencia, rotación… Estas palabras son cada vez más frecuentes en el área de RRHH, ahora llamada de Talento. Aunque atendiendo a su vocabulario, tal vez la antigua denominación sería más descriptiva de su misión.

Sería muy interesante hacer un estudio sobre qué tipo de lenguaje utilizan otras áreas de la organización. Podría darse el caso de descubrir que en el área de finanzas oyésemos palabras como: desarrollo, personas, competencias, potencial, medio plazo, atracción… Posiblemente,  esto nos llamaría la atención e incluso nos preguntaríamos, qué está pasando.

Curiosamente, lo que describimos en el primer párrafo no causa demasiada extrañeza; que en el área de personas se hable con jerga mercantil no genera ningún cuestionamiento. A nosotros sí nos llama la atención, tal vez porque nuestra memoria profesional de hace 20 años, nos permite contrastar los dos momentos y pone en evidencia que el vocabulario utilizado en ambos es significativamente diferente y algo tiene que decir.

¿Qué significado tiene que valoremos las políticas de gestión de personas con criterios casi exclusivamente económicos?, ¿dónde nos lleva esto? Tal vez nos podríamos ahorrar la palabra “personas”… volver al término recursos. Al fin y al cabo, con este lenguaje, lo que evidenciamos es que las personas cada vez son más recursos y menos personas.

Haciendo un pequeño salto de entorno, vayamos al ámbito universitario.

Hay numerosas demandas por parte de las empresas de reducir el gap existente entre en entorno universitario y el empresarial. Sin duda, la reducción de ese gap ayudaría a conseguir un retorno de la inversión mucho más rápido de los recursos destinados por la sociedad a la formación de los jóvenes, la adaptación al puesto también se alcanzaría de forma más acelerada, no habría déficits o excedentes para cubrir las posiciones profesionales, disciplinas académicas con poca representación en las empresas desaparecerían, etc.

Una vez más, la lógica económica que se convierte en la vara de medir universal obviando otras variables como el bienestar, el desarrollo social, la diversidad, etc. Las variables que humanizan y permiten desarrollar el talento que cada persona tiene.

¿No se trata de atraer y retener al talento? El lenguaje nos delata, la gestión de personas no puede vaciarse de humanidad para llenarse de términos mercantiles.  

Sobre la confianza

No digo nada nuevo si afirmo que la confianza es el pilar sobre el que se asientan las relaciones en las que se producen procesos de feedback fluidos y nutritivos. Y tampoco descubro la rueda si digo que la confianza se genera desde la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace, desde el cumplimiento de los compromisos y la honestidad.

José María Gasalla, uno de los mayores expertos españoles en el tema y que ha escrito mucho sobre ello, afirma que un comportamiento clave para construir confianza es expresar lo que uno espera del otro, aclarar las expectativas, para evitar que se produzcan frustraciones y, a la postre, desconfianza. La claridad, genera confianza, aunque a veces, esa claridad “duela”.

Por esto que comentamos, en Dynamis creemos mucho en el poder de las dinámicas de team building, al comienzo de las relaciones de un grupo de personas que van a trabajar juntas, o en situaciones de conflicto en las que quizás se ha perdido la confianza.

Son espacios conversacionales muy potentes, que ayudan a las personas a romper el hielo, a saber quién es quién, qué se puede esperar de los demás. En muchos casos hasta se crea una alianza, un conjunto de reglas del juego para el grupo, que al estar diseñado por todos, tiene mayores posibilidades de cumplimiento deseado y no impuesto.

No son las reglas las que generan confianza. Quizás las reglas ayuden a disminuir la incertidumbre o dicho de otra forma, la desconfianza.

Lo que genera confianza son las conversaciones, las declaraciones que se convierten en compromisos y después en comportamientos.

Invertir en confianza es valor seguro: en darla y buscarla. Cuando los equipos están naciendo o fluyen con naturalidad, la confianza permite la generación de más sinergias a partir de una aportación más rica de ideas. Cuando los equipos están en conflicto, permiten la restauración de canales de comunicación que seguramente estén dañados. Y con ello, la expresión y la escucha, a veces dolorosa, que permite la limpieza de la herida y la posterior cicatrización.

¿Cómo pueden las universidades dar respuesta a los ODS?

-¿Hijo, qué tal las clases?

– ¡Hoy nos han explicado los ODS!

-¿Los qué?

Hace unos meses publicamos en este blog una serie de datos que muestran lo que la gente sabe y piensa de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, observando cómo un boom social ha estallado, junto a la necesidad de que este movimiento vaya mucho más allá. Detrás de los ODS existe un reto invisible: concienciar y movilizar a la sociedad acerca de cada uno de ellos, para fomentar su desarrollo a través de una visión y metas compartidas. La universidad, en su compromiso por la formación de personas concienciadas con su entorno, es una institución que no debería hacer la vista gorda sobre esta cuestión.

Sustainable Development Solutions Network (SDSN) ha elaborado una guía con información práctica para universidades, centros de educación superior y el sector académico que explica cómo empezar con los ODS en las universidades. Este informe señala que una universidad comprometida con los ODS se encarga de: analizar lo que ya se está haciendo, desarrollar capacidad y liderazgo interno alrededor de los ODS, identificar prioridades, oportunidades y debilidades; integrar, implementar e incorporar los ODS en las estrategias y planes; y por último, monitorizar, evaluar y comunicar sus acciones con respecto a los ODS.

“Podemos utilizar la red global de universidades, su universidad, mi universidad, más de mil universidades en todo el mundo, para ser una red de soluciones activa que ayude a los gobiernos, las empresas y la sociedad civil a trazar el camino hacia el éxito en el desarrollo sostenible. Las universidades de todo el mundo deberían estar a la vanguardia a fin de ayudar a la sociedad a encontrar las soluciones técnicas para lograr estos objetivos”.

Jeffrey D. Sachs, director de la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible.

En las universidades se dan las condiciones necesarias para fomentar la innovación inclusiva y el desarrollo sostenible. Son un caldo de cultivo idóneo para que a través de la teoría y la investigación se puedan poner en marcha proyectos e iniciativas que causen gran impacto. ¡Los jóvenes tienen mucha fuerza para ello! Por eso, hay que darles recursos que les motiven a hacer cosas. Por ejemplo, cursos en torno a proyectos colaborativos para el cambio con aplicación práctica, o promoviendo asociaciones que se involucren con los ODS. Existe una gran oportunidad de generar sinergias entre las universidades y los retos que existen en nuestro mundo, pero ¿nos hemos dado cuenta de esto para fomentar los espacios de actuación pertinentes?

 

¿Atraer o retener?

Algunas prácticas empresariales están dando a entender que es más fácil atraer talento joven que retenerlo, incluso algunas organizaciones asumen la rotación como una situación con la que hay que convivir y simplifican las políticas de retención, potenciando sus políticas de reclutamiento  y selección.

Sorprende con qué naturalidad se habla de la necesidad de buscar talento joven de forma masiva para que se garantice un flujo de entrada de jóvenes que, al menos, neutralice la salida que se da de forma continua. Esta situación dice mucho del “músculo” de las áreas de selección, quienes se están acercando cada vez más a las universidades para identificar talento joven y persuadir con una marca corporativa atractiva.

Lo que a veces no se cuenta es, que esa persuasión en numerosas ocasiones dura poco tiempo. A los primeros meses de entusiasmo en la empresa, le sucede el desencanto al encontrarse con el muro de la rutina. Y si algo caracteriza al talento, es la intolerancia a los muros de la rutina; donde hay rutina, el talento no se queda mucho tiempo.

Las personas jóvenes aprenden cada vez más rápido, la conexión que existe entre ellas y el intercambio de información se ha convertido en cotidiano y una fuente de prescripción natural. El talento joven no busca el ranking de las empresas con la “mejor marca empleadora”, directamente preguntan a otros jóvenes que trabajan en esas empresas. Más pronto que tarde, el talento joven empezará a preguntar sobre las políticas de retención del talento antes de incorporarse a una empresa, y la persuasión de una marca tendrá que fundamentarse con indicadores de retención si quiere atraer.

Indagarán sobre el estilo directivo corporativo, las posibilidades de movilidad interna, los proyectos transversales existentes, los indicadores de rotación, los de diversidad, etc. El talento joven no encuentra la vinculación en la seguridad o en la retribución, esta es una de sus diferencias. Al talento lo moviliza el aprendizaje constante, la autonomía y la convivencia con otras personas de talento.

En un estudio realizado con la cantera de talento joven de Dynamis sobre el estilo directivo preferido, los dos estilos con puntuaciones más destacadas han sido el estilo visionario y el timonel. Ambos son altamente retadores, lo que permite sortear el muro de la rutina. Cuando algunas empresas se enfocan únicamente en captar talento sin tener políticas adecuadas de retención posterior, están deteriorando su marca empleadora a medio plazo. Y aunque las empresas podamos tener cierta miopía empresarial, los jóvenes talento no la tienen.

Reflexiones impulsando la creatividad en emprendedores

El mes de octubre estuvimos formando a emprendedores en habilidades transversales, dentro del programa Sherpa de FEDA en Albacete. Mientras volvía a Madrid en tren reflexioné sobre la experiencia. Las reflexiones en trenes y aviones no son causales para mí. Algo tienen que cuando subo a ellos y miro por la ventana siento que encuentro un oasis que canaliza toda la energía que tengo dentro, que da quietud a una cabeza en permanente ebullición, sentido a todo el movimiento, desconexión externa traducida en conexión conmigo misma, con mis valores, con dónde quiero ir y, sobre todo, por qué. Ojalá encontremos siempre un gran balance entre reflexión y acción, consiguiendo hacer una parada para no perder lo importante ante la rutina, para asimilar al aprendizaje diario.

Me fui interiorizando la gran necesidad que hay de impulsar a que los emprendedores en España rompan el miedo al riesgo y al fracaso que nos paraliza como país. Pero no desde un eslogan vacío que nos empuja a fracasar porque sí, como ovejas de un rebaño al precipicio, sino entender estrategias concretas para que el fracaso sea una oportunidad de aprendizaje creativo. La resiliencia no es solo sobreponerse de los baches del camino, sino ante todo, tener las perspicacia de romper paradigmas viejos y diseñar nuevas formas creativas de ver el camino.

Me fui convencida más aún de que no ser creativo hoy es ser analfabeto, de que es esta una de las grandes habilidades a potenciar. Me fui con la rabia de interiorizar cómo la educación nos corta el tesoro más poderoso que traemos de serie: una imaginación infinita. Si se corta de niños es muy complejo volverla a coser. Pero siento que es un reto apasionante que merece la pena cuando ves la emoción de aquellos que descubren lo que han perdido y se mueren por volverlo a recuperar. Es crítico abrir burbujas que nos condenan, para cuestionarnos modelos interiorizados y romper dogmas rígidos que nos encorsetan. La creatividad es una actitud ante la vida.

Me fui con la convicción de que todo cambio profundo empieza cambiando la mentalidad y que muchos conflictos externos son en realidad internos. Muchos de los obstáculos que vivimos vienen de no sabernos escuchar, de no querer profundizar, de no entender las razones ocultas por las que actuamos, de no encontrar lo prioritario. Ayudar a otros a destapar estas batallas internas es muy complejo pero tremendamente estimulante.

Me fui con la sensación más clara de una gran ironía de este siglo: en un mundo hiperconectado, la soledad es enorme. Muchos emprendedores lo que necesitan realmente es que se les escuche. Necesitan a alguien que les ayude a mirar desde fuera, a comprenderse, a entender su caos. Necesitan motivación, autoconocimiento y curar su autoestima. Necesitan un encuentro con alguien que les ayude a entender su montaña rusa. Buscan algo tan simple y tan complejo como sentirse escuchados, como un café al sol en medio de una discoteca oscura.

Me fui reforzando más mis porqués. Siempre que formo a otros y les ayudo a descubrirse o destapar acabo entendiendo mejor mis razones. Creo que no hay nada más potente para enfrentarse a la rutina del día a día y para dar sentido a los cambios, que entender el núcleo que te mueve. Quiero seguir creando innovadores, porque creo que es lo que nos dará valor en un futuro que es hoy. Quiero ayudar a que España descubra que tiene talento creativo, solo que necesita mantenerlo en el caso de los niños, potenciarlo en el caso de los jóvenes y repararlo en el caso de los adultos. Quiero seguir ayudando a otros a pensar de forma lateral, a romper dogmas, a escuchar con empatía, a redefinir problemas y a mirar desde nuevas perspectivas.

Me fui sabiendo que para aportar verdadero valor hay que haber sentido el barro. Quiero seguir viviendo experiencias diversas y enriqueciendo mi mochila para poder enseñar de forma profunda, expandiendo mi mundo para poder expandir otros mundos. Quiero no olvidarme nunca de seguir viviendo experiencias en la primera línea de batalla porque desde ahí se aprende realmente de qué va el juego, con mezclas y matices que no se aprecian desde  los mandos globales del cuartel. Creo que no hay que renunciar ni al cuartel ni a la batalla, pues el valor transversal se encuentra uniendo estrategia y experiencia, una alimentando a la otra. Quiero aplicarme mi propio cuento y seguir abriendo mi mente para enseñar mejor. Ser aprendiz antes que maestra.

 

 

 

 

 

Los talentos latentes, ¿dónde van?

Eduardo Serra, ex ministro de Defensa y actual Presidente de la Fundación Transforma España, me ha puesto sobre la pista de un informe realizado hace unos años por Transforma Talento, una iniciativa sin ánimo de lucro promovida desde la sociedad civil.

Solo el título del informe, ya me ha parecido muy sugerente: España hacia una sociedad y economía de los talentos realizados; una visión optimista pero contundente de la sociedad civil.

Me ha parecido apasionante el concepto de talento realizado. El informe parte de la base de que todos tenemos un talento, y que existe además una oportunidad fabulosa derivada de mezclar los talentos de cada uno, sean cuales sean. Pero un talento latente, ¿para qué? Y es latente aquel talento que el individuo no identifica, no desarrolla, o no ejecuta.

Los talentos, apunta el informe, solo aportan valor cuando “se realizan”, es decir, cuando son aprovechados al servicio de la persona que los tiene y de la sociedad en la que esta vive. Un talento no realizado es un sueño frustrado para la persona que lo tiene y una oportunidad perdida para la sociedad.

El informe plantea tres ópticas desde las que se debe realizar el talento:

  1. la realización personal, que permite que uno se sienta bien consigo mismo por lo que hace y logra y le hace dueño de su destino,
  2. la realización social, que convierte el talento individual en un bien para la sociedad, y convierte a quien lo tiene en un ciudadano responsable y activo,
  3. la realización profesional, que hace que los talentos creen riqueza individual y colectiva.

Me parece muy importante que no olvidemos esta triple óptica, necesaria para el crecimiento personal y de la sociedad en su conjunto.

Un talento que se realiza profesionalmente, pero que no se realiza personal o socialmente, es un talento, al que le falta realización. Y seguramente va a redundar en infelicidad y desconexión con el mundo.

Un talento que se realiza personalmente, pero que no aporta valor a la sociedad o no crea valor, también carece de realización completa, porque no somos islas. No tendríamos el mundo que tenemos, si  muchas personas no hubieran puesto su talento al servicio de la sociedad y de las empresas.

A lo largo de los últimos años, en Dynamis hemos conocido a tanta gente, tan talentosa, aquí, en España, que no ser optimistas sobre nuestro futuro sería realmente ridículo.

Pero sí hemos observado lo que dice este informe: muchas personas con un talento oculto, especialmente jóvenes, lo que impide su realización personal, y como consecuencia pone en peligro la felicidad. Y también ciertas resistencias a poner el talento al servicio de la realización social y profesional, aportando un valor global, que permita a una comunidad crecer, innovar y evolucionar a lo largo del tiempo.

¡Qué empiecen los juegos del hambre!

Dolor de tripa, insomnio, cefaleas… Puede parecer el cuadro de alguien que debería ser diagnosticado por un médico. Sin embargo, son síntomas frecuentes de algunos estudiantes la noche previa a realizar un examen. Para muchos, un acontecimiento altamente estresante.

¿Qué influencia tienen los profesores en la generación de estrés? ¿Y las familias? ¿Son los profesores y las familias conscientes de lo que transmiten a alumnos e hijos? ¿Es necesaria tanta presión? Cada vez son más las noticias relacionadas con ansiedad en niños y jóvenes a causa de los estudios. Mucho esfuerzo, trabajo y preparación pueden caer en saco roto en cuestión de segundos por una mala gestión de las emociones.

Presentaré el lado oscuro de esta realidad. Recuerdo un profesor de historia en secundaria que repartía las correcciones de los exámenes de una manera muy teatral: nombraba a un alumno o alumna, en caso de aprobado levantaba el dedo pulgar y si el examen estaba suspenso lo giraba hacia abajo. ¡Los famosos emoticonos de las redes sociales! Una representación tan simbólica desde tiempos romanos. Y avanzamos a velocidades imparables…

Más adelante en bachillerato, una compañera abandonó un examen tras vivir un ataque de ansiedad que la hizo perder el conocimiento por unos segundos. El comentario del profesor al volver a clase fue el siguiente: “cuánto cuento…” Y hace un par de días, hablando con unos amigos de medicina que acababan de hacer un examen de sutura, me contaban cómo el profesor humillaba a un estudiante en medio del examen diciéndole que era imperdonable lo que estaba haciendo, qué nunca había visto algo igual.

Asimismo, muchos padres tienen una gran preocupación por el rendimiento académico de sus hijos. Lo que me parece muy normal. No obstante, ¿qué ocurre cuando las notas no son las esperadas? ¿Es efectivo regañar, castigar, comparar o infravalorar el resultado obtenido? ¿Eso hará que mejore en el futuro? Estas preguntas son una invitación al planteamiento de otras… ¿Y si ha habido un gran esfuerzo? ¿Qué pasa con su autoestima? ¿Estará estudiando adecuadamente? ¿Cómo puedo ayudarle a mejorar?

Profesores y padres del mundo, no os tiréis encima de mí si no os sentís representados. ¡Afortunadamente muchos no actuáis así! Hay planteamientos a los exámenes llenos de creatividad, diversión y respaldados desde casa con grandes dosis de motivación y seguridad. ¡Disfrutar del aprendizaje es básico para recordarlo! Si bien, es una pena que el potencial de una persona no termine de florecer debido a un riego improductivo, e incluso contraproductivo. De la misma manera, que los frutos de un estudiante impulsado a la mejora constante desde la retroalimentación positiva pueden ser increíbles.

No nos olvidemos de que “bien aprende el que buen maestro tiene”, y como solía repetir una profesora que tuve en la universidad “si el alumno no supera al maestro, ni es bueno el alumno; ni es bueno el maestro» Enseñar es un acto de amor.

 

 

¿Darwinismo para una innovación sostenible?

Cuando pensamos en adaptación al cambio, a la mayoría les viene a la mente Darwin y su teoría de la evolución. Según esta las criaturas se multiplican constantemente y, en una competición por sobrevivir, aquellos que nacen con alguna ventaja aleatoria se adaptan mejor. Las mejores iteraciones ganan y salen adelante. Poco a poco se van especializando de forma casual y siguen prosperando durante generaciones.

¿Cuál es el problema? Darwin aplicó esta teoría al origen de las especies para la creación de la vida en el planeta. Absorbiendo todo sin reflexionar, hemos aplicado eso que estudiamos de niños en el colegio a todos los campos. Una educación que nos ha llevado a no cuestionarnos nada. Hemos conectado esta teoría a la sociedad, con el llamado “Darwinismo social”, y a la empresa, con continuos artículos como “la supervivencia feroz en el mundo digital”. Pero, ¿nos ayuda el darwinismo a construir una sociedad mas justa y sostenible, a crear nuestra empresa o a innovar en el mundo actual?

Precisamente el problema es que hemos aplicado el darwinismo a todo y eso ha condicionado la mentalidad que tenemos a la hora de afrontar los cambios. Está claro que vivimos en un mundo cambiante y rápido, donde la flexibilidad es crítica. Pero Darwin habla de una adaptación aleatoria. Así, las empresas piensan que la innovación se producirá de forma casual, que el entorno decidirá las que sobreviven por azar. Vivimos así en un optimismo o pesimismo indefinido donde el futuro mejorará o empeorará sin nadie planearlo. Sentimos la vida como una lotería del destino. No nos responsabilizamos de ser agentes de cambio proactivos. Las empresas que sobrevivan no serán las mas fuertes de forma aleatoria, sino aquellas que asuman un optimismo definido, siendo parte activa en la construcción del futuro que han imaginado. Serán aquellas que planeen con consciencia moviéndose con sentido hacia su propósito. Serán aquellas que no avancen de forma ciega, sino que busquen continuamente salir de su rutina para ver desde nuevas perspectivas y enriquecerse con visiones creativas. Vivimos en un mundo donde nacer con ventaja no garantiza que nos adaptemos si no aprendemos y crecemos constantemente de forma proactiva.

Además, las ideas de Darwin aplicadas a la sociedad nos llevan a una continua lucha agresiva por sobrevivir, por pisar al de al lado siendo mas fuertes y multiplicarse de forma rápida para perdurar siempre. Pero debemos preguntarnos si para construir una sociedad mejor en el mundo de hoy,  no sería necesario colaborar y encontrar formas de ser mejores juntos en lugar de competir hasta ahogarnos. Debemos preguntarnos si estamos caminando hacia el mismo lugar desde puntos diferentes y complementarios y crear sinergias nos enriquece. Debemos interiorizar que el éxito individual sin éxito colectivo, al final no tendrá sentido. El éxito social y medioambiental no es una parte en la que debamos estar implicados una vez se cumplan nuestros objetivos económicos, sino que debe ser un pilar imprescindible de nuestra acción diaria. El Darwinismo es una teoría acertada en otros contextos, pero no para construir una innovación sostenible, porque el reto no es ser mas tecnológicos, sino mas humanos.

¿Expectativas realistas?

Acabamos de finalizar el periodo de inscripciones de Factoría de Talento, con buenos resultados y con algunas reflexiones sobre la mesa.

¿Cuáles son tus miedos? Ha sido una de las preguntas que han tenido que responder los candidatos.

Dentro de la variedad de respuestas, hay algunas que se repiten de forma bastante significativa. Una de ellas, el miedo a tener una vida que no aporte valor a la sociedad. También, el defraudar a sus familiares. Llamativo en personas tan jóvenes que están finalizando sus estudios académicos, la media de edad son 22 años.

Coincidiendo con este momento, la Fundación Transforma está divulgando la iniciativa “Un proyecto para España” donde en su presentación mencionan esta paradoja, ”colectivamente estamos viviendo mejor que nunca, estamos en los mejores años de nuestra historia, sin embargo, los españoles, en nuestro vivir cotidiano reflejamos más sensaciones negativas de resignación, frustración, desesperanza y, sobre todo, de seguridad y temor”.

¿Qué relatos construimos? Parece que vamos de los escenarios más pesimistas a los más optimistas, como si la realidad estuviera polarizada cuando el día a día no es así.

Hemos oído tantas veces que “hay que cambiar el mundo” que parece que si no conseguimos un cambio revolucionario que embarque a cuanto más personas mejor, nuestra vida no es digna de valor. Con este mensaje es natural que la oportunidad de satisfacer las expectativas propias y de terceros, se convierta en una empresa difícilmente alcanzable.

Quiero mencionar aquí, a Elena Biurrun, la persona que ha sido alcaldesa de Torrelodones durante las dos últimas legislaturas. Cuando la escucho o la leo, me resulta muy inspirador su defensa de transformar nuestro mundo más inmediato: destaca el poder de influencia que tenemos cada uno de nosotros en nuestros ámbitos más próximos y de participar activamente en su evolución o incluso en su cambio, convirtiendo utopías en realidades paso a paso.

Me pregunto si los miedos o la frustración actual no se deben a expectativas poco realistas acerca de lo que se puede conseguir en los plazos en los que los planteamos o incluso en centrar en un solo ámbito de nuestra vida, toda nuestra autoimagen de valía.

No podemos privar a nadie de tener sueños y de querer conseguirlos, tal vez podemos facilitar los datos objetivos que le permitan emprenderlos con expectativas realistas. Cuando en Factoría de Talento las personas jóvenes nos describen sus sueños profesionales, en más de una ocasión, descubres las altas expectativas que vuelcan en ellos y casi exclusivamente en ellos. La frustración en más de un caso está asegurada.

Aprender que tenemos poder de influencia no es suficiente para empoderarnos; saber que la realidad tiene más elementos que uno mismo y que también ejercen su influencia ayuda a aportar valor desde el realismo.

Impulsando la generosidad

Si hay un impulsor del talento joven que ha de hacernos pensar a las generaciones que ya no cumplimos los 40, es el de la Generosidad. No estoy hablando de la generosidad tradicionalmente entendida, la económica. Obviamente, los jóvenes andan a menudo “tiesos” de dinero e invitan cuando invitan…

Me refiero a una generosidad mucho más profunda: ese compartir sus ideas, sus experiencias; ese estar dispuesto a un esfuerzo extra sin esperar nada a cambio. Pero sin esperar nada a cambio, de verdad. Regalar por el placer de regalar. Por ver lo que ocurre fruto de ese regalo.

En Factoría, siempre que pedimos voluntarios para cualquier cosa, nos sobran manos. Ni qué decir tiene que es algo muy gratificante. ¡Y casi siempre, además, te dan las gracias por haberles permitido ser generosos!

¿A qué se debe esa generosidad? Mi impresión es que se debe a dos factores, uno bueno y uno malo: el bueno, es que han descubierto que cuando hay generosidad, el volcán de ideas es mucho más caliente, y eso les encanta. El malo, es que son más ignorantes de la utilización que “los malos” hacen de las personas generosas. Bendita ignorancia.

Pero si yo fuera una empresa que tiene problemas para fidelizar el talento joven, buscaría aquí otra de las causas. Porque si un chico o chica con potencial, con ganas de impulsar, de crear (como son los chicos y chicas con potencial), se dan cuenta de que están trabajando en un entorno en el que o miras por el espejo retrovisor o te la clavan, si no pueden estar seguros de que el compartir, el pensar en global, el buscar las sinergias, es algo que está en la cultura de la Organización, no tendrán problema ninguno en hacer las maletas.

Y mientras tanto, los mayores, seguiremos pensando que es que los jóvenes son impacientes.

Los jóvenes necesitan entornos organizativos con una cultura de “dar y recibir” muy fluida, en la que los canales de comunicación y los procesos de generación de ideas, no enaltezcan a unos, minusvalorando a otros. En la que el bien común prime sobre los objetivos individuales.

P.D. Solo recordar que nos estamos refiriendo como jóvenes con talento, a chicos y chicas con una visión ambiciosa pero sostenible de los retos, que por supuesto quieren crecer, pero no de cualquier manera. Tiburones, en el mar.

¿Por qué conduces tu cohete?

Una expresión que se suele usar en el mundo del emprendimiento y la innovación es la metáfora de “ir en un cohete”.  Pero, ¿qué hay detrás de esta frase? Para cada persona tiene un significado diferente. Precisamente en ese motivo se esconden grandes matices que dirigen nuestras decisiones diarias, ya sea que vayas en un cohete que hayas creado tú o seas parte de uno ya creado, porque al final el profesional con valor ahora debe ser un innovador, capaz de cuestionar y entender el sentido de ese cohete, sea cual sea su posición.

Muchos suelen decir que les encanta ir en un cohete por la sensación que les produce. ¿De qué sensación hablamos exactamente? Puede gustarte porque es rápido, todo cambia en un abrir y cerrar de ojos o puede atraerte porque puede llevarte lejos, a un lugar soñado. Dos porqués muy diferentes que modifican la cultura que creas dentro del cohete, que empapan cada acción.

Si ir rápido está en el centro, podrás llegar antes que otros, crecer a velocidad de vértigo. Aunque en realidad si esa es la razón, no importa tanto a dónde llegues. ¡Abrocharos los cinturones que esto va a ser una lanzadera a cualquier lugar! Tu día a día será hacer lo que sea con tal de que los motores no paren. Si por el contrario, una meta soñada es tu núcleo, irás rápido cuando sea necesario y te pararás a repostar cuando la reflexión sea esencial. La velocidad no es el objetivo, sino llegar a un destino emocionante con sentido.

Una y otra razón son igual de válidas. Ambas se pueden unir en ciertos momentos, no son excluyentes. Lo importante es ser consciente de que condicionarán cada paso y todas las personas con las que interactúes de forma muy distinta. Lo importante es saber cuál está en el núcleo.

Simon Senek analizó que los grandes líderes pensaban, actuaban y se comunicaban con el porqué en el centro. Hablaban constantemente de sus creencias, valores y significados. Ese porqué fue el catalizador de su éxito. Creó entonces  un modelo para liderar llamado el “círculo dorado”, que consiste en tres círculos concéntricos con el porqué en el centro, seguido del cómo y el qué. En el qué se encuentra lo que haces, el resultado visible. El cómo son los métodos y medios, el proceso. El porqué es el propósito final.  

La mayoría de empresas van de lo más concreto a lo más abstracto. Empiezan por el qué, luego el cómo y pocas llegan al porqué. Se olvidan del cerebro reptil, que define instintos y creencias y van directamente al cerebro neocórtex, que dirige el pensamiento racional. La velocidad es un cómo. El destino, un porqué. Poner la velocidad en el centro hará convertir la rapidez en una meta.  

Las empresas mas innovadoras tienen en común que van de dentro hacia fuera, eligiendo primero el porqué. Su base es la inspiración, el instinto, las emociones, el sentido. Las empresas mas tradicionales van de fuera, del qué, a dentro, al porqué, basándose al principio en lo convencional y puramente racional.

Las más innovadoras cambian el qué manteniendo siempre presente su misión, visión y valores, encontrando así un sentido en el cambio. El porqué les orienta en las prioridades, es una guía emocional en la innovación. Su cultura de liderazgo implica transmitir una motivación intrínseca a los equipos que les ayuda a aplicar valores de forma autónoma a la hora de cambiar las estrategias, respetando la esencia. Cuidar a las personas es crítico porque quieren que todos lleguen a ese planeta soñado para crear un nuevo mundo allí. Entenderán que destapar el potencial de personas creativas supone dedicar tiempo a construir confianza, desarrollarles y crear sinergias de valor.

Las que van de fuera hacia dentro se preocupan por los métodos, no es necesario transmitir una esencia interesante porque el destino será cualquiera que permita no parar la nave en ningún momento. Su cultura quemará a los equipos porque alimentar, enseñar y delegar supone más tiempo y eso es un gran obstáculo. Elegirán a personas que repitan sin cuestionar, porque idear y debatir supone parar los motores para renovar y esto requiere un complejo balance entre reflexión y acción. Cuidar las bases no es vital, porque da igual a qué planeta se llegue y con quién, mientras se alcance rápido.

Y tú, ¿por qué conduces tu cohete?

“Si quieres construir un barco, no empieces por buscar madera, cortar tablas o distribuir el trabajo. Evoca primero en los hombres y mujeres el anhelo del mar libre y ancho”

 Antoine de Saint-Exupéry

 

 

 

 

 

Volver a pasar por el corazón de la Universidad

Para mí, la frase estrella de Ortega “yo soy yo y mi circunstancia” está cargada de razón y creo que la mayoría de las crisis actuales comienzan por esa afirmación. Sin embargo, la posibilidad de entender otras circunstancias amplia la propia y te desencarcela un poco. Eso me pasó el primer año de universidad con una asignatura de título poco interesante: Introducción a los Estudios Universitarios, aunque impartida por un profesor de película, un maestro.

La asignatura giraba en torno a los orígenes de la universidad en el pasado para darle sentido al presente. Me hice consciente de una serie de cosas que, aunque bien repetidas a lo largo de mi corta vida, mi circunstancia daba por hecho. El acceso al conocimiento es un privilegio que durante muchos siglos ha sido de unos pocos y hasta la aparición de la imprenta fundamentalmente era de transmisión oral. Ahora que la digitalización está reemplazando los libros de papel es difícil conectar con un momento histórico donde los libros eran un tesoro escaso.

Aunque sigamos con el flashback, el reto del maestro era dar vida a los textos, generar preguntas y a través del diálogo con los discípulos llegar a respuestas, siempre con el foco puesto en encontrar la verdad. Existía una profunda admiración por la sabiduría, amor por saber y voluntad de indagar. ¿Tenéis superpoder favorito? Yo siempre he querido tener el superpoder de viajar en el tiempo para comprobar cosas como la que me estoy imaginando ahora mismo: alumnos y profesores, discípulos y maestros muy despiertos, curiosos y agradecidos con el estudio y el aprendizaje. ¿En nuestra época qué ocurre? ¿Cuáles son los retos de los profesores de las universidades actuales? ¿Y de los alumnos? ¿Qué pensarían de nosotros aquellos maestros y discípulos?

No obstante, cierto es que la institución de la universidad ha cambiado mucho a lo largo de los siglos y se han generado estructuras y sistemas que antes no existían. De alguna manera, una producción en cadena fruto de la Revolución Industrial, que ha proporcionado un acceso muchísimo más masivo a los estudios, lo que es muy positivo. Aquello que antes era de unos pocos, el conocimiento y por lo tanto la libertad potencial, ahora es considerablemente de muchos más. Pero, en qué se ha convertido el conocimiento, ¿en notas? Y los alumnos y profesores, ¿en robots que memorizan y repiten lecciones? ¿Y esto nos hace más libres?

El ejercicio de recordar, volver a pasar por el corazón, en este caso de los orígenes de la universidad y tener presente su sentido es fundamental para no permitir que una circunstancia general en los países desarrollados (el acceso a la universidad) le reste valor a algo tan importante.

Aquella asignatura de primer curso sin duda fue determinante para el resto de mis años universitarios en los que tuve siempre presente la siguiente frase que aprendí: “somos enanos subidos a hombros de gigantes”.

Somos enanos encaramados en los hombros de gigantes; de esta manera vemos más y más lejos, no porque nuestra vida sea más aguda, sino porque ellos nos sostienen en el aire y nos elevan con toda su altura gigantesca.

*Frase con la que Bernardo de Chartres, maestro del siglo XII, describía precisamente su actitud y la de sus discípulos cuando se enfrentaban a una lección.