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Etiqueta: innovación

Divagar con foco

Si nos imaginamos a una persona creativa, a la gran mayoría se le viene a la cabeza una persona que está constantemente soñando, divagando de un tema a otro, de manera desinhibida, sin foco, conectando con ese hemisferio derecho lleno de fantasía y caos. Pero, ¿funciona así el cerebro creativo?

En el pensamiento creativo interviene sin duda la red de imaginación, situada en la parte frontal y parietal, responsable de divagar y dejar a la mente fluir libre. Es la razón por la que en muchas ocasiones se nos ocurren ideas en la ducha o al hacer deporte, cuando dejamos de lado el control permanente y permitimos a la mente divagar y generar asociaciones inesperadas. Pero hay mucho más.

Las personas más creativas crean grandes conexiones entre esta red de imaginación y la red ejecutiva del cerebro, responsable de la atención. Dejan volar la imaginación, pero bloqueando distracciones externas y permitiéndose aislarse. En el libro “Rutinas cotidianas”, Mason Currey encuentra una similitud entre diferentes artistas a lo largo de la historia: todos compartían momentos largos concentrados en los que crear, teniendo una gran habilidad para concentrarse y trasladar la atención. Prestar atención para imaginar, focalizarse para soñar, nos hace personas más creativas.

Además de eso, las mentes creativas son capaces de cambiar de manera intuitiva de modo según el momento del proceso creativo en el que se encuentran, dando más importancia a la red de imaginación o a la red ejecutiva, desarrollando una gran flexibilidad cognitiva. Incluso, en algunos momentos tienen lo que muchos investigadores han denominado “atención con fuga”, que les permite concentrarse al mismo tiempo que permiten el paso de información “irrelevante”, combinando la capacidad de foco con distracciones sensoriales. 

Todo esto pueden parecer contradicciones y desafiar los paradigmas que nos han transmitido. Pero la creatividad nace en las intersecciones entre procesos mentales que nos han hecho ver como antagónicos. El profesor de psicología de la Universidad de Claremont, Mihaly Csikszentmihalyi, que lleva años estudiando el proceso creativo, describe así a los perfiles que desarrollan una mentalidad altamente creativa: “si tuviera que expresar en una palabra que hace estas personalidades distintas del resto sería complejidad. Muestran tendencias de pensamiento y acción que en la mayoría de la gente están segregadas. Muestran extremos contradictorios, en lugar de ser un individuo, cada uno de ellos se comporta como una multitud».

¡Es por los jóvenes!

Durante el último año, hemos escuchado continuamente esta frase en boca de ciertas personas, aludiendo a que gran parte de lo que está pasando es por culpa de los comportamientos irresponsables de los jóvenes. Y nos preguntamos: ¿qué jóvenes? Sin duda habrá. Pero las experiencias que vivimos cada año al lado del talento joven, en los proyectos que lideramos, nos demuestran que sí, que es por los jóvenes. Es por su culpa que nos ilusionamos y que sabemos que el futuro está en grandes manos.

La última experiencia que hemos creado, Human Up Torrelodones, junto con este Ayuntamiento, nos ha seguido mostrando el poder de dar voz a los jóvenes, en lugar de dictar sentencia hablando de lo que son. Un proyecto donde primero hemos formado a un grupo de jóvenes del municipio, ayudándoles a conocer cuáles son sus talentos, desarrollar actitudes y habilidades como la proactividad, la comunicación, el liderazgo y su mentalidad innovadora. Tras ello, ya estamos empezando una nueva etapa en la que van a ayudar a resolver retos de pequeños negocios de Torrelodones que necesitan transformarse, creando soluciones innovadoras para los comercios, mientras aprenden en real. De esta forma, se convierten en agentes de cambio de sus comunidades.

Con este proyecto seguimos aprendiendo la importancia de que si queremos que los jóvenes sean un pilar de cambio, es necesario invertir en su desarrollo, empoderándoles, dándoles herramientas y ayudándoles a encontrar el sentido de su camino. Hay que hacerlo además, de manera profunda y humanística, haciendo que exploren lo que tienen dentro, sus valores y sus porqués, potenciándoles primero como personas. Porque está fantástico introducir impresoras 3D y ordenadores en las bibliotecas, pero nada tendrá sentido si no descubren antes quiénes son y para qué quieren crear.

Además, se implicarán en sus comunidades si ven que su voz es escuchada, que pueden expresar sus inquietudes y mostrar sus soluciones. Si sienten que se les aparta de la toma de decisiones, luego es difícil acudir para pedirles. Sin embargo, si les das un pequeño altavoz, lo multiplican por mil, y se convierten en grandes activistas de mejoras en su entorno. Mejoras que jamás se podrán ver de forma amplia sin su punto de vista, pues son poseedores de una gran perspectiva, y solo teniendo acceso a la visión completa, podremos crear soluciones poderosas, que de verdad transformen.

Los jóvenes están deseando poner su talento a disposición de la sociedad. Pero encuentran muchas dificultades para ello. Están en un momento muy complicado, ahora todavía más con la pandemia, en el que sienten mucha incertidumbre y necesitan una mano que les guíe en el camino. Y que esa mano, después les dé un altavoz para expresar sin miedo y reinventar sus entornos. No podemos volver a perder talento joven como en otras crisis, porque es necesario para impulsar al país y porque se lo merecen. Tenemos en nuestra mano hoy dejar que su talento brille y tenga impacto.

Nuestro granito de arena para esta causa es el proyecto Human Up Ayuntamientos, que estamos promoviendo por diversos municipios, y deseando seguir sumando para que todos los rincones de España puedan dar alas a sus jóvenes y hacer que su voz genere cambios. Descubre más sobre el impacto de esta experiencia en el artículo de la página 40 y 41 de la revista del Ayuntamiento de Torrelodones del mes de enero: https://www.torrelodones.es/comunicacion/revista

Con pan también se innova

Esta semana, en el programa de Volando Voy, aparecía una historia emocionante. Este espacio, liderado por Jesús Calleja, nace para frenar la despoblación en entornos rurales a través del emprendimiento, atrayendo a jóvenes a estas zonas y mostrando la belleza de los pueblos. Una misión necesaria, urgente, con historias que necesitan ser contadas.

El último capítulo muestra la historia de Endrino, un panadero ya jubilado que llevaba años con la panadería cerrada, la única del increíble pueblo de Segura de la Sierra, que ve como su población baja cada año más. Se le veía conmovido recordando su pasado y preocupado por el presente del pueblo, donde todos los negocios están desapareciendo y el suyo nadie lo había querido retomar.

A través del programa, se lanzó una búsqueda de alguien joven que pudiera hacer el relevo a Endrino, recuperando esa viaja panadería. Entre los que se presentaron estaba Fran, un chico de 24 años que soñaba desde niño con ser panadero. Había dejado de estudiar después de bachiller, porque sentía que el sistema educativo actual no encajaba con él. Pero no se había quedado parado. Había empezado a trabajar, aprendiendo todo lo que podía en diferentes panaderías. Al llegar al pueblo, estaba ilusionado escuchando a cada persona que se encontraba, contando su proyecto de masa madre con cafetería, que quería convertir en referente en la zona, atrayendo a personas de otros pueblos, haciendo que las calles cobrasen vida. La cara de Fran, viendo la panadería terminada, emocionado, sin palabras, lo decía todo.

Cuando pensamos en emprender o innovar, se te viene inmediatamente a la mente las startups tecnológicas o las grandes áreas de innovación. Sin embargo, Fran es el reflejo de la gran mayoría de emprendedores en España, que crean en sectores tradicionales, muchas veces sin los conocimientos y el apoyo que tienen otros campos, pero llenos de ilusión, con humildad, creando de forma sostenible y aportando un enorme valor social en sus comunidades.

Hace unas semanas estuvimos dando formación en mentalidad innovadora para emprendedores en el programa Sherpa de la Confederación de Empresarios de Albacete. Menos dos, el resto emprendían en sectores tradicionales. Al terminar, nos dijeron que nunca pensaron que la innovación podía ser tan asequible de comprender y de integrar en sus empresas, que siempre habían pensado que era para un grupo reducido de personas. Se emocionaban pensando que algo que habían visto siempre como inalcanzable, no lo era.

Es importante entender que hay muchas formas de emprender, de innovar y todas tienen que ser visibilizadas y recibir apoyo. Es necesario mostrar historias diversas para que podamos elegir cómo crear con plena libertad. La innovación debe ser democratizada, extendiendo el impacto para no perdernos por el camino grandes emprendedores como Fran, que llenan de sabor pueblos enteros y que nos demuestran que con pan, también se innova.

Cerrar para crear

Llega el otoño y no solo hay frío fuera, también dentro. Hay frío en los comercios que han bajado las rejas, en las empresas que funcionan a medio gas y en los equipos que se mueven con miedo de dar el siguiente paso. Nos preguntamos cuándo se terminará este parón de hibernación que parece no tener final y saldremos a recuperar la velocidad y la cantidad de antes, volviendo a marcar todos los huecos de nuestra agenda, salvando nuestra libertad.

Muchos viven este momento como si fuera una hibernación, un letargo prologando para sobrevivir. Una palabra que viene de “hibernus”, que significa invierno. Pero es curioso, porque hay otra palabra derivada de invierno, que es invernadero, un lugar también cerrado, pero que en lugar de letargo, contiene desarrollo. Un espacio donde las plantas se protegen de la adversidad, pero al contrario que los animales, siguen creciendo, incluso más que fuera.

Parece que cuando las cosas se ponen mal, cuando hay frío fuera, solo podemos hibernar, quedarnos quietos, quejándonos del invierno y haciendo lo mínimo para sobrevivir. Hemos olvidado que en lo cerrado, como en esos invernaderos, también puede haber desarrollo. El tiempo de recogerse puede ser tiempo para crecer. Podemos avanzar, no en cantidad, ni en velocidad, sino en reflexión y cuidado. Entre el blanco y el negro de la vida sedentaria o el nomadismo frenético, hay otros colores valiosos. Dentro, con todo cerrado y la chimenea encendida, podemos leer, observar, conversar, regalándonos pensamiento, cuestionamiento y empatía. Podemos movernos, aún sin cambiar de sitio.  

Este momento en el que todo se ralentiza, es ideal para dedicar tiempo a repensar el camino con más sentido. La reflexión necesita tiempo, poco ruido y quietud, y qué mejor contexto que este. Una reflexión que nos lleve a cuestionar lo que todos hacen a gran velocidad, para interpretar y discernir el verdadero valor. No podemos ser innovadores si no aprendemos a mirar, y eso significa tomarse tiempo para dudar, analizar, empatizar. Tenemos que desarrollar el paladar para poder crear y esto requiere aprender con tiempo a saborear.

Una café con un cliente para entender mejor sus necesidades, una jornada de ideación con personas externas para traer nuevas miradas, unas horas de dinámicas para cohesionar más fuerte al equipo, una formación interna para aprender a observar el entorno… no será perder el tiempo, sino ganarlo. Tiempo imprescindible para crear luego de forma rica. En la quietud de estas actividades, como en los invernaderos, también hay movimiento. De hecho, la creatividad se alimenta de la quietud para poder mirar diferente.

Recuperar el sentido del proceso

El calendario del móvil nos avisa de que toca hacer la compra. Entramos en la web del supermercado de siempre, seleccionamos nuestro carrito guardado con la lista de cada mes y pinchamos en comprar. No necesitamos ni meter nuestra tarjeta y dirección, ya está todo almacenado. En unas horas llaman a la puerta. ¡Lista!

Una escena que se repite en millones de hogares en todo el mundo. Dos clicks y tengo todo lo que necesito ahora en la puerta de mi casa sin tener que desplazarme. Muchas veces, ya cocinado, para meter al microondas, que no hay tiempo.

Es interesante preguntarnos cómo ha cambiado esto nuestra mentalidad y qué implicaciones puede tener en la forma en la experimentamos el mundo. Para ello, siempre es muy revelador reflexionar sobre cómo perciben el mundo los niños. Pongamos dos escenarios: por un lado, un niño de una gran ciudad con una familia que compra por internet; por otro, un niño de un pueblo rural con huerto y granja.

Lo más inmediato que te vendrá a la cabeza es la facilidad y rapidez que el primero asocia siempre al momento de hacer la compra. También pensará que el móvil es un mundo enorme de posibilidades, donde tiene acceso a todo tipo de información y puede comprar todo lo que quiera. El segundo, por el contrario, puede que ni siquiera asocie a este momento el verbo “comprar”. Quizás, en su vocabulario aparecen más fácilmente otros, como sembrar, cultivar, recolectar, ordeñar, fermentar, madurar… Tendrá grabados muchos pasos, un gran camino, hasta llegar a comer.

Esto último es especialmente relevante. Una gran diferencia es que el segundo niño ve un proceso largo, reflejado en un rico vocabulario de verbos enlazados. El otro, practicante ve un automatismo, resumido en un solo verbo: comprar. Si le preguntas al segundo de dónde viene la leche, puede que se quede parado y te diga que del envase de cartón; o al menos, le costará mucho visualizar el recorrido. Tiene mucha más información que el primero en la palma de su mano, pero menos comprensión.

Experimentar la vida como un proceso no solo es crítico para entender ese momento, sino que afecta a nuestra mentalidad global. Si destruimos el sentido de proceso, transmitiremos un peligroso mensaje de que las cosas simplemente “ocurren”.  Con ello, daremos lugar a adultos que no se preguntan por su origen, cómo se hacen y cómo se mejoran. Sin embargo, creando una apreciación del tiempo y del trabajo que implica el proceso, abriremos la puerta a desarrollar el espíritu creativo, pues solo se puede ser innovador cuando se conoce la complejidad y belleza de los procesos.

Lo esencial, no es observar estos dos escenarios como antagónicos, sino entender la importancia de enriquecer la mentalidad, observando el mundo de forma amplia. Llevar al niño de ciudad al campo, a conocer el proceso que hay detrás de lo que come. Además, aplicarlo en otros escenarios como la empresa. En nuestro proyecto, Human Up, enseñamos a los equipos a comprender los procesos, desmenuzarlos, volverlos a armar de forma diferente, observarlos desde fuera, cuestionándose las mejoras y creando así, talento innovador. Un talento que disfrute de las curvas del proceso.

Crear un nuevo renacimiento creativo

«Eran los mejores tiempos, eran los peores tiempos, era el siglo de la locura, era el siglo de la razón, era la edad de la fe, era la edad de la incredulidad, era la época de la luz, era la época de las tinieblas, era la primavera de la esperanza, era el invierno de la desesperación, lo teníamos todo, no teníamos nada, íbamos directos al Cielo, íbamos de cabeza al Infierno”

 Un texto que parece escrito para hoy. Pero no, fue escrito por Charles Dickens, en su novela Historia de Dos Ciudades, situada a comienzos de la Revolución Francesa. Un momento histórico que fue uno de los mas dramáticos y a la vez esperanzadores. Una época marcada por grandes conflictos, con visiones opuestas, y también, por transformaciones, con profundos progresos con una gran influencia posterior.

¿Y si las fragmentaciones y los progresos estuvieran unidos? Si analizamos los momentos históricos, nos damos cuenta de que muchos de los pensadores mas creativos, no nacieron en épocas calmadas, ni en lugares centralizados con pensamientos homogéneos. Por el contrario, muchos de ellos nacieron en épocas marcadas por divisiones o revoluciones. Pero lo que encendió el crecimiento de su potencial creativo no fue la fragmentación en si, sino la enorme diversidad que esta produjo, enriqueciendo sus pensamientos.

La antigua Grecia, un lugar dividido por números estados, con visiones muy distintas, fue cuna de los mayores pensadores de la historia. Lo mismo ocurrió en la Italia del Renacimiento, con ciudades rivales hirviendo diferentes visiones, donde nacieron enormes talentos como Rafael, Miguel Ángel, Dante o Leonardo. También la Alemania que estaba dividida en pequeños principados, vio crear a Bethoven, Mozart, Hegel o Goethe. Y esos pensadores ilustrados como Rousseau, Descartes, Diderot o Voltaire, vivieron una época con números conflictos sociales y políticos. Sin olvidarnos de la Primera Guerra Mundial, que en medio de países desestructurados y un clima de gran incertidumbre, emergieron Wittgenstein, Heidegger o Benjamin revolucionando la filosofía. Y si, también la Segunda Guerra Mundial, dejó grandes innovadores en campos muy variados como Robert Capa, Roberto Rossellini, Bauhaus o Picasso. 

Pero no solo crecieron en momentos marcados por divisiones, sino que la mayoría, además vivieron en entornos que les abrieron las voces de la diversidad, mostrándoles diferentes puntos de vista desde su infancia. Esa actitud, aprovechando también la época en la que les había tocado vivir, produjo un florecimiento de su creatividad. Además, gracias a esta mentalidad promovida en sus entornos, tuvieron la capacidad de unir tanta diversidad y complejidad de forma armoniosa, encontrando conexiones entre todas las perspectivas y transformándolas en visiones únicas del mundo.

En nosotros está convertir el momento tan turbulento que nos ha tocado vivir, en un nuevo renacimiento creativo. En lugar de taparnos los ojos, resignarnos quejándonos o atarnos a nuestro punto de vista, podemos conseguir que uno de los capítulos mas surrealistas de la historia cuente también que aprendimos a ser mejores. Seamos como esos ilustrados, que observaban la ignorancia, la tiranía y la superstición del momento que les había tocado vivir. Pero también, la esperanza, la fe en la razón y la cooperación. Veamos ambas visiones de Dickens a la vez, las tinieblas y la luz, entendamos más allá y profundicemos en ellas. El progreso llegará si sabemos escuchar todas las voces, integrar visiones diversas y crear aprendizaje compartido, conectando los hilos que enlazan los diferentes problemas que vivimos y convirtiéndolos en un brote creativo.

Aplausos que son origen

Salimos todas las noches a aplaudir a las ocho a las ventanas. Dejamos todo para recuperar lo que siempre hemos tenido: nuestras manos y la mirada. Quizás hemos infravalorado el poder de esas manos y la mirada de conexión con los vecinos. También hemos dado por sentado a esos héroes sin capa a los que se dirigen esos aplausos, porque teniéndolos siempre, no los hemos valorado lo suficiente. Todo esto siempre ha estado ahí y ahora le damos valor.

Pienso como un acto tan pequeño ha logrado extenderse a todas las casas de España. Ciertas personas iniciaron un movimiento que, como un gran contagio, se extendió sin freno. Cada día, a las ocho, da luz y fuerza en varios países que luchan cada día en uno de los episodios mas complejos de la historia global. Las personas que lo iniciaron no son conocidas. Pero quizás, lo que les importa es el movimiento que es motor más allá de ellos mismos.

Viendo este movimiento y otras iniciativas que han surgido, te pregunto: ¿son estos aplausos originales? Si analizamos la historia, la originalidad se ha entendido de formas muy diferentes. En el Renacimiento o el Barroco era mantenerse firme a los orígenes, respetar y continuar los planteamientos clásicos. Desde el Romanticismo surgió otro entendimiento que la asociaba al atrevimiento, la renovación y la ruptura. Es este último significado el que hemos integrado desde entonces. Ahora, la innovación se asocia con la novedad, apartarse de lo ya existente para crear algo espontáneo, diferente. Pero, ¿y si estamos perdiendo algo con esos dos significados?

Originalidad se forma, según la etimología, de “origen”. Esta palabra viene a su vez del latín “origo”, que significa “comienzo” y está ligada a la palabra “oriente”,  la dirección donde nace el sol cada día. Jesús Alcoba, autor del libro Génesis, cuenta que las grandes ideas de la humanidad son aquellas que generan un movimiento que da pie a muchas otras ideas y acciones. Es decir, son origen de otras creaciones, se extienden por generaciones, fronteras y por la historia.

Ahora, te pregunto de nuevo: ¿hay originalidad en estos aplausos? Se han extendido como un virus replicándose en diferentes países, emocionando a personas de todas las generaciones, profesiones, y personalidades. Quizás, han generado otros movimientos solidarios, como los aplausos entre policías y sanitarios, siendo origen de más emociones, acciones, ideas y reflexiones. Los creadores pusieron su creatividad al servicio de su generosidad, creando a través de esta un movimiento que ha ido más allá de ellos mismos. Una ola de solidaridad y unión que nos recuerda durante unos minutos que somos más que nosotros mismos, que podemos impactar desde nuestro metro cuadrado, que no debemos infravalorar el valor de los pequeños gestos, que nos anima a usar más las manos y la mirada. Pensamos en la originalidad como lo disruptivo, pero quizás esa palabra se nos atragante ahora que ser generosos es mucho más necesario que romper. Ahora que ser origen unidos es lo que el mundo nos grita en silencio.

Una reflexión sobre las formas de aprender

Desde que somos pequeños en el colegio entendemos que para avanzar hay que aprobar exámenes, y para aprobar exámenes hay que estudiar. Lo que he descubierto a lo largo de mi vida es que existen tantas maneras de estudiar como personas hay en el mundo, y que no todos tenemos los mismos mecanismos de aprendizaje. El estudio se puede convertir en una tarea muy tediosa cuando se hace incorrectamente. ¿Te gusta estudiar? Si respondes sí a esta pregunta me atrevo a decir que vas por el camino correcto o que has tenido suerte con el camino. Si tu respuesta es negativa, te hago otra pregunta, ¿te gusta aprender?

Si te gusta aprender, pero no te gusta estudiar creo que es un buen momento para que mires desde fuera cómo y qué estás haciendo para estudiar. También sería interesante revisar el sistema educativo en el que has aprendido a estudiar para replantearse (sus) técnicas, y por lo tanto también las tuyas. Aunque creo que muchas cosas están cambiando, nuestro sistema de enseñanza se basa en la teoría y su principal mantra es la memorización. ¿Qué ocurre con las personas que aprenden más fácilmente a través de la experiencia? Sería sencillo suponer que tendrán que hacer esfuerzos más grandes para conseguir resultados, y como consecuencia de ello, se perciban como estudiantes a los que les cuesta más.

Hace unas semanas quedé con un grupo de amigos para jugar a un juego de mesa. Escuché atentamente las reglas del juego, leí con mucha concentración varías veces las instrucciones y a nada estuve de sacar papel y bolígrafo para hacerme un esquema (que de poco hubiera servido). Nos pusimos a jugar y durante la primera ronda no dí ni una, no entendí nada del juego, y para qué negarlo me sentí algo tonta. Como ya me conozco en estas situaciones, a lo largo de la partida interrumpí con cierta frecuencia para hacer preguntas sobre la mecánica del juego.

¿Os imagináis qué me ocurrió en la segunda partida? Había entendido perfectamente el juego: había aprendido a jugar. A diferencia de las otras personas que lo entendieron con las instrucciones, yo necesité experimentarlo y vivirlo.

Con esta anécdota quiero destacar el valor de la diversidad y abrir interrogantes sobre la existencia de escenarios que conciencien sobre ella. Específicamente dentro de las aulas de colegios y universidades para que los estudiantes no repliquen patrones que no les identifican y encuentren los propios, en el campo del estudio, y en general en el de su identidad. Porque estudiando también se construyen personas.

A mí siempre me ha gustado ver los apuntes de mis amigos. ¡Unos tan distintos de otros! Esquemas llenos de símbolos, líneas, abreviaturas… Textos llenos de colores diferentes, mapas mentales… He utilizado técnicas de estudio muy diferentes según la edad que tenía o la materia que estaba estudiando. Más o menos visuales, con más o menos repetición o buscando más o menos la aplicación práctica de los libros y textos. Pero, ¿sabéis cuál ha sido el primero paso para llegar a generar estas técnicas de estudio? Poder responder a la siguiente pregunta: ¿y yo de qué manera aprendo mejor? Solo así pude deshacerme de aquello que no me servía y empezar a buscar lo que sí, asumiendo mis limitaciones y tratando de encontrar soluciones creativas.

El baile creativo de abrir y cerrar

Un proceso creativo es como un baile, un movimiento que va oscilando entre la divergencia y convergencia de la mente. Tienes que saber cuando dar cada tipo de paso. O mejor, tienes que sentirlo para captar cuándo es el momento. Uno de los problemas que nos encontramos al ser facilitadores en procesos de innovación es que los equipos no saben leer cuándo es necesario aplicar cada habilidad. Crear no es poner post-its, es entender este baile.

El pensamiento divergente consiste en abrir. Al pensar en la creatividad lo primero que viene a la mente son ideas, respuestas. Pero los grandes innovadores pasan la mayor parte del tiempo encontrando preguntas. Ser creador es ante todo ser explorador. No podemos ser críticos si no hemos metido previamente vivencias ricas en la mochila. Para poder crear con valor, antes debemos descubrir los matices, encontrar colores diversos, escuchar otras voces. Necesitamos ir más allá de nuestra burbuja, de las posiciones extremas, de lo convencional, de lo superficial, desafiando nuestras propias suposiciones. Para ser explorador antes que juez debemos poseer humildad para indagar en lo desconocido y no ser encadenados por nuestras sesgadas opiniones.

El pensamiento convergente supone cerrar. Una vez tengamos un mundo múltiple ante nosotros, es el momento de elegir. Necesitamos seleccionar para encontrar soluciones concretas que transmitan y transformen. Hace falta crear un camino que aporte valor a otros, trazar un rumbo que genere dirección. Abrir hace que de forma natural te acabes perdiendo en algún punto del proceso y por eso es vital tener la capacidad de volver a encontrar el foco. Ahora si, el espíritu crítico juega su papel esencial, para ayudarnos a analizar y priorizar. Pero cuidado: sin franqueza y confianza la crítica solo será una batalla de egos. Al crear un entorno donde esos dos ingredientes sean elevados, la colaboración crítica alcanzará su máximo nivel. Con ello, las grandes innovaciones.

Encontrar el balance entre ambas habilidades no es fácil. Primero, porque muchos no las han desarrollado. Aquellos que se han impulsado a entrenarlas, tendrán la capacidad de saber leer de forma intuitiva cuándo usar cada una. Como un baile, sabrán de forma natural cuándo introducir cada paso. Además, por nuestra personalidad y vivencias, cada uno tenemos una tendencia natural a un tipo de pensamiento creativo diferente. Solo trabajando en equipos diversos en mentalidad podremos multiplicar la capacidad creativa.

Aún habiendo desarrollado esas habilidades y teniendo un equipo diverso, crear supone que al fluir, te pierdes. Por ello, es vital tener ojos que te ayuden a tener una visión global y te den luz en el proceso. El rol de los facilitadores y líderes debe ser crear un entorno saludable donde pueda ocurrir este baile, vigilar lo que debilite este ambiente y ensamblar formas diversas de pensar. Su papel debe ser transmitir la filosofía y ofrecer feedback ante los pasos de baile, sabiendo al mismo tiempo mantenerse alejados para crear espacios abiertos donde se pueda bailar con autonomía. Porque este baile creativo es una balanza entre guía y libertad. Crear no va de herramientas, sino de mentes.

Reflexiones impulsando la creatividad en emprendedores

El mes de octubre estuvimos formando a emprendedores en habilidades transversales, dentro del programa Sherpa de FEDA en Albacete. Mientras volvía a Madrid en tren reflexioné sobre la experiencia. Las reflexiones en trenes y aviones no son causales para mí. Algo tienen que cuando subo a ellos y miro por la ventana siento que encuentro un oasis que canaliza toda la energía que tengo dentro, que da quietud a una cabeza en permanente ebullición, sentido a todo el movimiento, desconexión externa traducida en conexión conmigo misma, con mis valores, con dónde quiero ir y, sobre todo, por qué. Ojalá encontremos siempre un gran balance entre reflexión y acción, consiguiendo hacer una parada para no perder lo importante ante la rutina, para asimilar al aprendizaje diario.

Me fui interiorizando la gran necesidad que hay de impulsar a que los emprendedores en España rompan el miedo al riesgo y al fracaso que nos paraliza como país. Pero no desde un eslogan vacío que nos empuja a fracasar porque sí, como ovejas de un rebaño al precipicio, sino entender estrategias concretas para que el fracaso sea una oportunidad de aprendizaje creativo. La resiliencia no es solo sobreponerse de los baches del camino, sino ante todo, tener las perspicacia de romper paradigmas viejos y diseñar nuevas formas creativas de ver el camino.

Me fui convencida más aún de que no ser creativo hoy es ser analfabeto, de que es esta una de las grandes habilidades a potenciar. Me fui con la rabia de interiorizar cómo la educación nos corta el tesoro más poderoso que traemos de serie: una imaginación infinita. Si se corta de niños es muy complejo volverla a coser. Pero siento que es un reto apasionante que merece la pena cuando ves la emoción de aquellos que descubren lo que han perdido y se mueren por volverlo a recuperar. Es crítico abrir burbujas que nos condenan, para cuestionarnos modelos interiorizados y romper dogmas rígidos que nos encorsetan. La creatividad es una actitud ante la vida.

Me fui con la convicción de que todo cambio profundo empieza cambiando la mentalidad y que muchos conflictos externos son en realidad internos. Muchos de los obstáculos que vivimos vienen de no sabernos escuchar, de no querer profundizar, de no entender las razones ocultas por las que actuamos, de no encontrar lo prioritario. Ayudar a otros a destapar estas batallas internas es muy complejo pero tremendamente estimulante.

Me fui con la sensación más clara de una gran ironía de este siglo: en un mundo hiperconectado, la soledad es enorme. Muchos emprendedores lo que necesitan realmente es que se les escuche. Necesitan a alguien que les ayude a mirar desde fuera, a comprenderse, a entender su caos. Necesitan motivación, autoconocimiento y curar su autoestima. Necesitan un encuentro con alguien que les ayude a entender su montaña rusa. Buscan algo tan simple y tan complejo como sentirse escuchados, como un café al sol en medio de una discoteca oscura.

Me fui reforzando más mis porqués. Siempre que formo a otros y les ayudo a descubrirse o destapar acabo entendiendo mejor mis razones. Creo que no hay nada más potente para enfrentarse a la rutina del día a día y para dar sentido a los cambios, que entender el núcleo que te mueve. Quiero seguir creando innovadores, porque creo que es lo que nos dará valor en un futuro que es hoy. Quiero ayudar a que España descubra que tiene talento creativo, solo que necesita mantenerlo en el caso de los niños, potenciarlo en el caso de los jóvenes y repararlo en el caso de los adultos. Quiero seguir ayudando a otros a pensar de forma lateral, a romper dogmas, a escuchar con empatía, a redefinir problemas y a mirar desde nuevas perspectivas.

Me fui sabiendo que para aportar verdadero valor hay que haber sentido el barro. Quiero seguir viviendo experiencias diversas y enriqueciendo mi mochila para poder enseñar de forma profunda, expandiendo mi mundo para poder expandir otros mundos. Quiero no olvidarme nunca de seguir viviendo experiencias en la primera línea de batalla porque desde ahí se aprende realmente de qué va el juego, con mezclas y matices que no se aprecian desde  los mandos globales del cuartel. Creo que no hay que renunciar ni al cuartel ni a la batalla, pues el valor transversal se encuentra uniendo estrategia y experiencia, una alimentando a la otra. Quiero aplicarme mi propio cuento y seguir abriendo mi mente para enseñar mejor. Ser aprendiz antes que maestra.

 

 

 

 

 

Creatividad frente al mar

Pensamos en la creatividad como un artista pintando en su taller, un publicista ideando en su agencia y un músico componiendo en su estudio. De repente, todo encaja y se les ilumina la “bombilla” que les lleva a la idea perfecta. Pero… ¿te has preguntado cómo es su vida más allá de ese taller, agencia y estudio?

Pensamos que salir fuera implica distraerse con estímulos externos que contaminan nuestro objetivo creativo. Entonces, nos encerramos en nosotros mismos, amarrados a esos lugares conocidos. En las sesiones de innovación hay algo que es siempre muy difícil de conseguir con los equipos implicados: impulsarles a salir fuera. Es un reto enorme conseguir que se empapen de opiniones ajenas, cambien de lugar y observen sin juzgar. Nos han enseñado siempre a crear entre cuatro paredes. Pero la antesala a cualquier proceso creativo, la base de esta mentalidad, se encuentra fuera.

Las ideas creativas surgen de inputs guardados en el “almacén” de nuestro cerebro, que generar después conexiones que llevan a la creatividad. Estos inputs son vivencias en forma de conversaciones, relaciones, viajes, retos, lecturas… que combinados con emociones y reflexiones propias generan nuevas asociaciones. Es imposible enriquecer estas vivencias reduciendo nuestros estímulos a cuatro paredes. 

El secreto de las personalidades creativas es una curiosidad insaciable por la vida, que les lleva a generar una enorme diversidad de experiencias. Lo que creamos es único porque nuestras experiencias vitales lo son. Robert Glasper, pianista y compositor, asegura: “si no tuviera vida más allá del piano me daría miedo pensar cómo sonaría” y Elvira Sastre, escritora, confiesa: “en la poesía es inevitable dejar una parte de uno mismo”.

Necesitamos salir al mundo y combinar nuestras percepciones de formas diferentes. Inventemos nuevos retos y caminos que alimenten áreas de nosotros que desconocíamos. Exploremos lo  desconocido. Este verano, imaginemos, pero mejor frente al mar. Vivamos, para poder ser y crear con identidad. Porque no hay nada mas potente que dejar una parte de ti en cada creación.

El potencial creativo escondido

Pensamos en los proyectos, las empresas y cualquier creación como productos terminados, listos para ser siempre lo que se pensaron en un inicio, inamovibles, cuando todo alrededor se mueve constantemente. Hacemos lo mismo con la sociedad, juzgando el ahora con paradigmas de ayer, anclados en unas normas sociales que ya no tienen sentido, que necesitan reinventarse, repensarse. Y, sin darnos cuenta, hemos trasladado este enfoque a las personas. Las tratamos como productos acabados cuando realmente están en proceso.

Nos centramos en educar de forma homogénea, volcando unos conocimientos para andar mañana en un mundo que ya no existirá en lugar de destapar el potencial creativo que tenemos para crear el futuro. ¿Por qué no aplicar el enfoque lean startup a las personas? ¿Y si la educación y la vida pudiesen ser una manera de descubrir el potencial escondido en cada uno basado en la experimentación, el aprendizaje validado y la interacción con otros?. Porque experimentando podemos descubrir aquello que ni nosotros sabíamos que existía dentro, podemos aprender basándonos en pruebas reales y crear un prototipo personal para lanzarnos al mundo. Como además somos proceso, podemos cambiar sin miedo al encontrar nuevos matices que nos hagan sentir más llenos, formando una identidad con la que nos sintamos más cómodos y realizados. Podemos reinventarnos para encontrar el mejor encaje.

Según el informe GEM 2018-2019 los elevados porcentajes de población española que tienen miedo al fracaso, un 43%, dejan ver que supone un importante obstáculo para el emprendimiento. Tenemos miedo a experimentar, no solo con ideas, sino con nosotros mismos. Seguimos patrones marcados, sin salirnos de la línea, porque nos han enseñado a replicar para evitar el error. Para educar mirando hacia el futuro debemos trasmitir que jugar a descubrirse significa moverse y retarse y con ello, poder chocar; pero, quizás, poder también encontrar, lanzándonos, un increíble potencial desconocido.

“No hemos de preguntarnos qué necesita saber y conocer el hombre para mantener el orden social establecido, sino ¿qué potencial hay en el individuo y qué puede desarrollarse en él? Solo así será posible aportar al orden social existente nuevas fuerzas procedentes de las jóvenes generaciones” (Rudolf Steiner)